Crítica:ÓPERA

Sin emoción

A la vista de ciertos desmanes, uno puede estar de acuerdo con quienes se quejan del mal que le hacen a la ópera algunos directores de escena que se dicen modernos. Pero dado lo que sucede en Bilbao con Diálogos de carmelitas, ¿cómo no preferir, de largo, el disparate que, al menos, da qué pensar? Y es que la producción, ideada por Alberto Fassini, dirigida escénicamente por Joseph Franconi Lee y procedente de la Ópera de Roma, luce una absoluta carencia de ideas. Ya el arranque es toda una declaración de intenciones y de falta de compromiso con la verdad honda de la obra maestra de Pou...

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A la vista de ciertos desmanes, uno puede estar de acuerdo con quienes se quejan del mal que le hacen a la ópera algunos directores de escena que se dicen modernos. Pero dado lo que sucede en Bilbao con Diálogos de carmelitas, ¿cómo no preferir, de largo, el disparate que, al menos, da qué pensar? Y es que la producción, ideada por Alberto Fassini, dirigida escénicamente por Joseph Franconi Lee y procedente de la Ópera de Roma, luce una absoluta carencia de ideas. Ya el arranque es toda una declaración de intenciones y de falta de compromiso con la verdad honda de la obra maestra de Poulenc, revelando una dirección de actores que, como la escenografía, mostrará todos los tópicos de la mala ópera, de esa que sólo sirve para ahuyentar a los que no acaban de creerse que este espectáculo sea tan estupendo como se dice. Ahí estaba Madame Lidoine largándole al público lo que es una reflexión directa para sus asustadas monjitas. O el tremendo cuadro final donde se le hurta al espectador la emoción insoportable de una muerte difícil de comprender. Eso sí, gorros frigios, banderas tricolores y alguna antorcha para darle carácter a la cosa y hacerlo todo más cómodo para el espectador, al que, por ello, se le escatima la esencia de la cuestión, mucho más que un asunto de buenos y malos. En nada sirve semejante planteamiento ni al riquísimo texto de Bernanos ni a las ideas dramáticas de Poulenc, pues todo queda banalizado por la pobreza intelectual de la propuesta. Sólo se salva la muerte de la Superiora. Qué diferencia con la maravillosa puesta en escena de Robert Carsen en junio del año pasado en el Teatro Real y que habría que dejarle ver al público de Bilbao para que se dé cuenta de que esta ópera es otra cosa.

Diálogos de carmelitas

De Poulenc. Arteta, Mazzola, Harries, Petrinski, De la Merced, Orbea, Tobella, Sola, Fel. Coro de Opera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director musical: Carlo Montanaro. Director de escena: Joseph Franconi Lee. Producción de la Opera de Roma. Palacio Euskalduna. Bilbao, 24 de marzo. Temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera.

Entre los cantantes hubo de todo. Ainhoa Arteta, que sin duda demuestra una sensibilidad muy especial al asumir el papel de Blanche de la Force, hace una novicia con empuje, poco dada a los matices y cantando siempre demasiado fuerte. Elena de la Merced es una deliciosa Sor Constance. Kathryn Hayes no nos saca de la mala costumbre de que Madame de Croissy, como moribunda que es, ha de cantar mal. Bien Natasha Petrinski como la madre María de la Encarnación y aceptable Denia Mazzola como Madame Lidoine. Flojos los hombres, con la excepción del tenor José Luis Sola como Chevalier de la Force. Carlo Montanaro se defendió con una partitura que rebosa hermosura pero a veces hizo sonar demasiado a la Sinfónica de Bilbao. La ABAO, ya lo sabemos, es capaz de hacer cosas mucho mejores.

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