Reportaje:

La 'guerra tibia' de Putin

Los analistas políticos rusos atribuyen los recientes gestos agresivos del presidente al miedo de Moscú a quedar aislado por la globalización

Con su discurso en Múnich el pasado sábado, en el que arremetió contra la política exterior de EE UU, Vladímir Putin ha querido llamar la atención sobre temas internacionales y militares que le preocupan, y lo ha hecho de una forma tan agresiva que muchos temen que Rusia vuelva a convertirse en el enemigo de Occidente. No reveló novedades durante la Conferencia sobre Política de Seguridad, pero de golpe puso sobre la mesa con vehemencia todas las recriminaciones que ha ido acumulando desde que llegó al poder en 2000.

Analistas y políticos rusos, con independencia de su ideología y de la...

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Con su discurso en Múnich el pasado sábado, en el que arremetió contra la política exterior de EE UU, Vladímir Putin ha querido llamar la atención sobre temas internacionales y militares que le preocupan, y lo ha hecho de una forma tan agresiva que muchos temen que Rusia vuelva a convertirse en el enemigo de Occidente. No reveló novedades durante la Conferencia sobre Política de Seguridad, pero de golpe puso sobre la mesa con vehemencia todas las recriminaciones que ha ido acumulando desde que llegó al poder en 2000.

Analistas y políticos rusos, con independencia de su ideología y de las motivaciones que atribuyen al desahogo de su presidente, comparten sus inquietudes, en concreto el miedo a ser aislados y marginados de decisiones de carácter global. Pero Putin no se limitó a la geoestrategia, sino que manifestó su desconfianza por la democracia occidental, y volvió a utilizar los fallos de su puesta en práctica en los países teóricamente modélicos como argumento para negarle a Occidente el derecho moral a influir sobre la situación en Rusia.

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Moscú no pretende hoy iniciar una nueva guerra fría, pero quiere competir económicamente en igualdad de condiciones con los países más avanzados y acepta mal sus consejos. Las razones de esto último van desde el trauma por la pérdida del imperio a las tradiciones históricas, pasando por la misma trayectoria profesional del presidente, formado en los esquemas mentales de los servicios de seguridad de la URSS.

Para Grigori Yavlinski, un político liberal crítico, Putin se caracterizó por una "retórica muy agresiva", aunque "hay un 95% de posibilidades de que su discurso no signifique un cambio de política". Yavlinski opina que dijo "cosas acertadas, relativamente acertadas y absolutamente desacertadas". "El mundo no puede ser multipolar cuando se habla del precio de la vida humana", señaló. Según él, Putin no ha identificado el enfrentamiento fundamental entre las "fuerzas de la civilización, con sus diferentes manifestaciones concretas", y las "fuerzas anticivilización", encarnadas por Bin Laden.

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"Putin considera los derechos humanos como un caballo de Troya, pero si hubiera formulado la defensa de la vida humana como principio fundamental no se plantearía los problemas que se plantea y en Rusia habría otras cárceles, otra policía y otras organizaciones no gubernamentales, que no serían extranjeras, sino rusas", explica. Cree Yavlinski que "Putin carece de una visión estratégica y no sabe hacia dónde quiere llevar a Rusia". Las relaciones entre Moscú y Washington se caracterizan por "la descoordinación", señala.

En sus primeros años en el poder, Putin mostró muy buena voluntad hacia EE UU. En 2001 propuso a Washington crear un escudo antimisiles y tras el 11-S, ayudó a los norteamericanos a situarse en Asia Central. Yavlinski califica de "provocación" el acercamiento de los radares de una defensa antimisiles a la frontera rusa. "Esos radares podrían defender a Rusia. Si hay amenaza y la amenaza no somos nosotros, entonces construyamos juntos ese escudo. En el mundo hay un sistema de semicooperación y semiconfrontación que es muy peligroso e inestable, porque o bien hay cooperación en la diversidad o todo acabará siendo confrontación", señaló.

"Entre Rusia y Occidente se han acumulado las diferencias en un amplio espectro de temas y la causa es que EE UU y la OTAN están acostumbradas a actuar sin tener en cuenta en absoluto los intereses rusos. Esto se ve claramente en la retirada de los estadounidenses del Tratado ABM [que prohibe los misiles antibalísticos] y en el despliegue del sistema de defensa antimisiles alrededor de nuestras fronteras y en las sucesivas oleadas de ampliación de la OTAN", decía Serguéi Rógov, director del Instituto de EE UU y Canadá. Concluye que Rusia y Occidente deben "reflexionar en serio" sobre los temas planteados por Putin e incluir a China, India y Japón. "Si esto no sucede, el mundo entrará en la fase del caos multipolar", señalaba.

"No hay guerra fría ni puede haberla", afirmaba Serguéi Karagánov, presidente del Consejo de Política Exterior y Defensa, quien expresaba su esperanza de que el discurso será una "ducha fría" para refrescar el polvo levantado por EE UU, que intenta reanimar el fantasma de la "guerra fría" tras "haber fracasado en Irak". La crítica presidencial a la intervención de Bush en Irak "no es más dura" que otras de políticos y medios de comunicación europeos, señalan comentaristas rusos, que destacan el momento elegido por Putin, justo antes de empezar una importante gira por los países árabes.

Vladímir Putin y un sacerdote ortodoxo, ayer junto al río Jordán.AP

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