El brazo 'privado' de la República

¿Quién decidió espiar, y para qué? Por el momento, no hay respuestas claras. Sólo hay tres personas acusadas de dirigir y realizar la recogida de información, financiadas por Telecom y auxiliadas por decenas de funcionarios y policías corruptos.

El primer acusado, Marco Mancini, ex carabiniere, era director operativo y número dos del servicio de información militar (Sismi), la más poderosa y opaca agencia de espionaje de la República. Fue detenido el 5 de julio por su presunta participación en el secuestro del egipcio Abu Omar, realizado por la CIA el 17 de febrero de 2003...

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¿Quién decidió espiar, y para qué? Por el momento, no hay respuestas claras. Sólo hay tres personas acusadas de dirigir y realizar la recogida de información, financiadas por Telecom y auxiliadas por decenas de funcionarios y policías corruptos.

El primer acusado, Marco Mancini, ex carabiniere, era director operativo y número dos del servicio de información militar (Sismi), la más poderosa y opaca agencia de espionaje de la República. Fue detenido el 5 de julio por su presunta participación en el secuestro del egipcio Abu Omar, realizado por la CIA el 17 de febrero de 2003. El segundo, Giuliano Tavaroli, ex carabiniere, era director de seguridad de Telecom Italia, la principal empresa italiana de telecomunicaciones, después de serlo de Pirelli. El tercero, Emanuele Cipriani, era propietario y director de Polis d'Istinto, una importante agencia de detectives.

Los tres, cincuentones, eran amigos de toda la vida. Disfrutaban de una posición económica mejor que buena. Podrían haber intentado algún chantaje, dada la información que manejaban, pero ¿para qué acumular más de 100.000 fichas?

Muchas miradas se dirigían ayer hacia Marco Tronchetti Provera, presidente de Telecom hasta la semana pasada, cuando dimitió tras un enfrentamiento público con Romano Prodi. Tronchetti despachaba semanalmente con su jefe de seguridad, Tavaroli, daba el visto bueno a los fenomenales gastos de éste (unos 20 millones de euros en menos de cinco años) y por fuerza tenía que hacerse una idea, como mínimo, de lo que estaba ocurriendo. ¿Podía ser Tronchetti el hombre dispuesto a chantajear a Italia? Marco Tronchetti es rico (principal accionista de Telecom y de Pirelli, propietario de la única televisión privada no berlusconiana, importante accionista del Inter de Milán) y poderoso, aunque Telecom, su buque insignia, acumule deudas de 41.000 millones de euros. Por otra parte, entre los espiados figuraban sus socios más fieles, la familia Benetton. Por ahora no existen indicios de que Tronchetti utilizara el archivo secreto acumulado por su jefe de seguridad para presionar a nadie.

En una sociedad críptica, históricamente afligida por conspiraciones secretas y por tanto versada en dietrología (una palabra exclusivamente italiana, referida a lo que está detrás, a lo que permanece siempre oculto y explicaría, si se supiera, todo lo que ocurre), suele sospecharse que el grande vecchio, el gran viejo que maneja los hilos desde la sombra, es alguien incrustado en las estructuras del Estado. También en este caso se proyecta la sombra del Estado, a través del Sismi, que había desarrollado un brazo clandestino y privado gracias a Telecom.

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