Crítica:TEATRO

Amor y psicoanálisis

Todos los personajes de este vodevil sin puertas, con diván en lugar de tresillo, están psicoanalizándose: cuando se estrenó en Broadway, el público neoyorquino de clase media se reconoció en ellos, se rió de sí mismo. Son primos hermanos de los de las películas de Woody Allen, comparten sus neuras. Aquí nos resultan familiares, pero exógenos. Los vemos con alguna distancia.

Prudencia y Óscar, protagonistas de Terapias, no se conocen. Han ligado en un chat, y su primera cita es un desastre: a ella le espanta que él sea bisexual y tenga novio. Pero vuelven a citarse. El psi...

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Todos los personajes de este vodevil sin puertas, con diván en lugar de tresillo, están psicoanalizándose: cuando se estrenó en Broadway, el público neoyorquino de clase media se reconoció en ellos, se rió de sí mismo. Son primos hermanos de los de las películas de Woody Allen, comparten sus neuras. Aquí nos resultan familiares, pero exógenos. Los vemos con alguna distancia.

Prudencia y Óscar, protagonistas de Terapias, no se conocen. Han ligado en un chat, y su primera cita es un desastre: a ella le espanta que él sea bisexual y tenga novio. Pero vuelven a citarse. El psicoanalista de Prudencia siente celos de Óscar. El novio de Óscar también se encela. Durang lleva el divertimento in crescendo, y se decanta por la solución romántica: cada oveja encuentra su pareja en el último minuto. Rafael Calatayud, el director, conduce la acción con pulso, y sus actores le responden. Entre Marta Belenguer (Pruden) y Sergio Caballero (Óscar) hay química. Él hace el galán bufo de una manera que recuerda la del incombustible Luis Varela.

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