Cartas al director

Sobre los 'ejércitos humanitarios'

En su réplica a mi artículo del 13 de mayo de 2006, Fernando Caro Velasco disiente de mis opiniones sobre la acción humanitaria desarrollada por las Fuerzas Armadas. Está, claro, en su derecho, como yo lo estoy en el de ratificarlas. Me permitiré señalar que la determinación, por lo pronto, de si esa acción es o no barata configura materia de polémica. Si llevo la razón en lo que respecta al hecho de que por detrás de muchas intervenciones despuntan intereses políticos, militares y mediáticos que nada tienen de humanitarios, estaré obligado a concluir que la satisfacción de esos interes...

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En su réplica a mi artículo del 13 de mayo de 2006, Fernando Caro Velasco disiente de mis opiniones sobre la acción humanitaria desarrollada por las Fuerzas Armadas. Está, claro, en su derecho, como yo lo estoy en el de ratificarlas. Me permitiré señalar que la determinación, por lo pronto, de si esa acción es o no barata configura materia de polémica. Si llevo la razón en lo que respecta al hecho de que por detrás de muchas intervenciones despuntan intereses políticos, militares y mediáticos que nada tienen de humanitarios, estaré obligado a concluir que la satisfacción de esos intereses bien puede resultar muy barata. La mera consideración de la dimensión humanitaria obliga a llegar, sin embargo, a otras conclusiones.

En 1999, y al calor del conflicto de Kosovo, Cáritas desembolsó 200 millones de pesetas para construir un campamento destinado a 2.000 personas -100.000 pesetas por refugiado-, mientras el Ejército español gastaba 8.100 millones en acoger a 5.000 personas -1.620.000 pesetas por refugiado-. Hubo más de un diputado que sugirió, por añadidura, que los costes de mantenimiento de los soldados se contabilizasen en adelante como ayuda oficial al desarrollo.

Agregaré que, aunque ejemplos, claro, los hay para todo, nuestro magro debate sobre estas cuestiones se halla sometido de siempre a francas censuras. Conozco bien Mostar y me temo que no todo el mundo coincide en la evaluación que el señor Caro Velasco hace del papel asumido por los contingentes militares españoles durante la guerra en Bosnia y con posterioridad a ésta. Un libro permanentemente ninguneado, Yugoslavia y los ejércitos, de Xabier Agirre, que ofrece una imagen bien distinta de la que inspira la retórica oficial, invita a dudar, por cierto, de la imparcialidad de muchas actitudes. Aunque razones sobradas hay para que se recuerde con cariño a los soldados fallecidos, no mezclemos esto con nuestras diferencias, harina de otro costal, sobre la condición humanitaria de las misiones correspondientes.

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