Crítica:CLÁSICA

El Haydn oculto

No figura L'anima del filosofo ossia Orfeo ed Euridice entre las obras más visitadas de Haydn. La verdad es que ninguna de sus óperas lo es, y ésta, además, no se cuenta entre sus partituras más conseguidas aunque posea momentos muy interesantes, unas cuantas arias de buen efecto y una cierta sutileza caracterizadora de una acción sobre la que, cuando él escribió su pieza, ya se habían producido unas cuantas obras maestras. Traerla al ciclo de la ONE revela imaginación programadora y haberla puesto en manos de Paul Goodwin, buen criterio, pues es experto en estas lides. Lo demostró con ...

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No figura L'anima del filosofo ossia Orfeo ed Euridice entre las obras más visitadas de Haydn. La verdad es que ninguna de sus óperas lo es, y ésta, además, no se cuenta entre sus partituras más conseguidas aunque posea momentos muy interesantes, unas cuantas arias de buen efecto y una cierta sutileza caracterizadora de una acción sobre la que, cuando él escribió su pieza, ya se habían producido unas cuantas obras maestras. Traerla al ciclo de la ONE revela imaginación programadora y haberla puesto en manos de Paul Goodwin, buen criterio, pues es experto en estas lides. Lo demostró con un excelente trabajo, cuidándose muy bien de subrayar los valores de la pieza, dando a su lectura el tono dramático adecuado y acompañando a los cantantes con suficiencia. La orquesta le siguió atenta y volvió a demostrar esa disciplina y esas ganas de hacerlo bien que están caracterizando su última etapa.

Orquesta y Coro Nacionales de España

Paul Goodwin, director. Simone Kermes, soprano. Rufus Müller, tenor. Johathan Lemalu, bajo. Haydn: Orfeo ed Euridice. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de mayo.

Curiosamente, Haydn requiere aquí voces de mucho empaque y pone a los cantantes en apuros que hay que saber resolver no sólo con aseo, sino con brillantez. Y ahí se llevó la palma la soprano Simone Kermes, que, a despecho de una voz que podría ser más bella, resolvió las enormes dificultades de coloratura de su Al tuo seno fortunato con una facilidad tan insultante que la siempre contenida audiencia de los viernes no pudo reprimir una ovación atronadora. El tenor Rufus Müller posee una voz más bien pequeña que usa con indudable buen gusto, pero le faltó ese empuje que aquí se le pide por momentos, sobre todo en el muy dramático Mi sento languire, morire mi sento, donde, para llegar al fondo, se necesita un arrojo y unas facultades que no atesora. El bajo Jonathan Lemalu, joven promesa bien promocionada, resolvió muy bien sus dos arias, sobre todo Chi spira e non spera, con sus difíciles cambios de tesitura. El Coro Nacional hizo un notable trabajo y también se ve que va ganando en seguridad, aunque le falte un empaste más redondo. Destacó en él la soprano María Ángeles Pérez Panadero, que no se arredró en su papel de Genio.

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