Crítica:MADRID EN DANZA

Nelson sobre tacones blancos

Con una estética que le acerca a Jan Fabre, tres mujeres y un hombre (todos en sostén y bragas: ellas en negro, él en blanco) exponen unos materiales fragmentarios, pretendidamente eróticos a ratos, que en la tónica no rebasan el caos, la bulla y una exposición de catarsis bastante inútil. Frenàk acude a una calistenia que no se justifica más allá de su exhibición. Las acciones se sostienen epidérmicamente por mor de la energía de los cuatro protagonistas, todos ellos de físico contundente; especialmente meritoria, y destaca claramente, la actuación del cubano Nelson Reguera, que figura como e...

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Con una estética que le acerca a Jan Fabre, tres mujeres y un hombre (todos en sostén y bragas: ellas en negro, él en blanco) exponen unos materiales fragmentarios, pretendidamente eróticos a ratos, que en la tónica no rebasan el caos, la bulla y una exposición de catarsis bastante inútil. Frenàk acude a una calistenia que no se justifica más allá de su exhibición. Las acciones se sostienen epidérmicamente por mor de la energía de los cuatro protagonistas, todos ellos de físico contundente; especialmente meritoria, y destaca claramente, la actuación del cubano Nelson Reguera, que figura como ese cuarto ser feminoide pero no andrógino, sensual pero no pornográfico, en su conciencia de elemento perturbador tanto cuando se desnuda como cuando se pasea sobre enormes y peligrosos tacones de aguja blanca, acaso un símbolo de poder y un arma en lo metafórico.

Compañía Pàl Frenàk

Csajok credo hysterica. Coreografía: Pàl Frenàk. Música: Fabrice Planquette. Luces: Tommy Tzarszus. Vídeo: Jean-Sebastien Leblond-Duniach. Centro de Nuevos Creadores, sala Mirador. Madrid, 22 de abril.

En la banda sonora de pulsaciones electrónicas se oye de todo, hasta fragmentos de El lago de los cisnes en versión tecno-dance: un barrunto de asociaciones burlescas sin verdadero ritmo interior o una lógica teatral que emane de las sugerencias freudianas unas y sadomasoquistas otras, hasta llegar a lo absurdo, que no al absurdo teatral. El coreógrafo resume que ha trabajado por largo tiempo con autistas y discapacitados, y eso, en algún sentido, puede justificar el tono y algunos detalles de la propuesta donde violencia e incomunicación tratan de volverse puente y lenguaje.

Esta edición del Festival Madrid en Danza se acerca a su final con una valoración en la que prima una irregularidad que llega al espectador a través de una programación prácticamente inabarcable donde el calendario resulta tan disperso como los programas en sí mismos; no obstante, es de mérito que el evento atienda a la progresión generacional y a la evolución del género español.

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