Crítica:FERIA DE CASTELLÓN

El Cid salvó los muebles

La corrida se partió en dos al saltar el quinto, un toro bien hecho, amelocotonado, que al intentar saltar al callejón quedó encajado en un burladero. Más de media hora de absurdas maniobras hicieron falta para liberarlo. El presidente lo mantuvo en el ruedo a pesar de que ya no había toro apto para la lidia. Morante se lo quitó de encima en medio del enfado general.

El lote de El Pilar había tenido hasta entonces dos excelentes toros, tercero y cuarto. En aquél, El Cid encontró el camino desde el primer muletazo. La faena, muy bien acogida en el tendido, fue en principio muy lineal. Ta...

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La corrida se partió en dos al saltar el quinto, un toro bien hecho, amelocotonado, que al intentar saltar al callejón quedó encajado en un burladero. Más de media hora de absurdas maniobras hicieron falta para liberarlo. El presidente lo mantuvo en el ruedo a pesar de que ya no había toro apto para la lidia. Morante se lo quitó de encima en medio del enfado general.

El lote de El Pilar había tenido hasta entonces dos excelentes toros, tercero y cuarto. En aquél, El Cid encontró el camino desde el primer muletazo. La faena, muy bien acogida en el tendido, fue en principio muy lineal. También pausada y paseada. Las tandas con la izquierda finales y, sobre todo, los pases de pecho mejoraron la nota de un trabajo algo mecánico. Esta faena sería, sin duda, la salvación y el oasis de una tarde decepcionante. En el cuarto, Rincón, con muchas dudas al principio, se estiró con la derecha y, ya con la faena crecida, lo llevó de largo por la izquierda aunque sin gran convencimiento.

Fraile, Pilar / Rincón, Morante, Cid

Cinco toros de El Pilar y uno, el 1º, de Moisés Fraile, correctos de presentación y flojos. César Rincón: silencio; aviso y saludos. Morante de la Puebla: silencio y división. El Cid: dos orejas y silencio. Plaza de Castellón, 24 de marzo. 6ª de feria. Casi lleno.

El resto de la corrida rozó el despropósito. Rincón no se confió con el que abrió plaza. Morante echó por la calle de la brevedad en el flojo segundo. Y El Cid, en el sexto, toro también sin fuerzas, echó las cartas.

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