Editorial:

Luz en los fondos

La Unión Europea no podía permitirse un nuevo fracaso, esta vez sobre su marco presupuestario para el septenio de 2007-2013; y los nuevos (y más pobres) miembros, menos aún. Por ello, todos en Bruselas, conscientes de lo que estaba en juego, cedieron algo para cerrar un acuerdo que no es el óptimo, desde luego, y que refleja una insuficiente ambición europeísta, pero que no sólo evita la parálisis, sino que constituye una plataforma desde la que relanzar esta Unión.

Blair, que ejercía la presidencia, cedió en el último momento al aceptar una rebaja sustancial, 10.500 millones de euros, ...

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La Unión Europea no podía permitirse un nuevo fracaso, esta vez sobre su marco presupuestario para el septenio de 2007-2013; y los nuevos (y más pobres) miembros, menos aún. Por ello, todos en Bruselas, conscientes de lo que estaba en juego, cedieron algo para cerrar un acuerdo que no es el óptimo, desde luego, y que refleja una insuficiente ambición europeísta, pero que no sólo evita la parálisis, sino que constituye una plataforma desde la que relanzar esta Unión.

Blair, que ejercía la presidencia, cedió en el último momento al aceptar una rebaja sustancial, 10.500 millones de euros, un 20%, del cheque británico -mecanismo perverso por el que se devuelve a Londres una parte sustancial de su contribución a la UE-. El gesto permite una financiación más equitativa entre los antiguos 15 socios y los 10 nuevos que ingresaron en enero, más Bulgaria y Rumania, que lo harán en 2007. Pese a que las dificultades económicas de Alemania han cerrado el grifo de la alegría presupuestaria, la canciller alemana, Angela Merkel, ha jugado un notable papel de mediadora en su primer Consejo Europeo. Merkel abrió la mano al aceptar elevar en unas décimas -13.200 millones de euros- el techo de los gastos comunitarios, que queda en 1,045% del PIB de los 25, lejos de cualquier atisbo de federalismo. Los países de la ampliación acabaron aceptando un paquete algo menos generoso del que en su día se le dio a España y otros países, pero mejor que el planteado en junio, cuando fracasó la negociación en Luxemburgo.

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Sobre todo, sabían que cualquier retraso podría dejarles sin acceso a los programas comunitarios en 2007. Chirac ha aceptado el principio de que se revise el conjunto de la situación financiera en 2008-2009 -él ya no estará en el Elíseo-, y no al final del periodo, en 2013. Revisión que afectará en particular a los fondos para la Política Agrícola Común (PAC), de los que Francia es principal beneficiaria.

España no sale mal parada, partiendo de la base de que su propio éxito económico y acercamiento a la media de riqueza de la UE le lleva inevitablemente a recibir menos de los 48.000 millones que se calcula habrá percibido entre 1999 y 2006 y, eventualmente, a convertirse en contribuyente neto. De hecho, estas perspectivas financieras constituyen para España un periodo de transición gradual hacia esa condición. Zapatero, que ha jugado bien sus cartas con Chirac, además de con Merkel y el propio Blair, ha logrado un saldo neto hasta el final del periodo más que digno, de entre 6.000 y 8.000 millones de euros. No era necesario que, por motivos de presentación, inflara la cifra hasta los 16.000 millones añadiendo lo que percibirá aún de las perspectivas financieras en vigor en 2006.

Que España se mantenga como receptor neto al menos hasta 2013 es un logro. Como lo es que se alargue el Fondo de Cohesión; que las ayudas sigan llegando a las regiones más pobres y a Canarias; que se pueda desviar parte del gasto agrícola hacia programas de desarrollo rural, y que se beneficie de un fondo especial de 2.000 millones para la convergencia tecnológica, una idea atractiva que parecía difícil de conseguir. En cuanto a la financiación de la lucha contra la inmigración ilegal, Zapatero ha logrado comenzar a europeizarla, pues se han aprobado partidas específicas, que no aparecerán en los balances de la UE con España, pero que interesan sobremanera a este país. Por todo ello, resulta fuera de lugar la acusación prefabricada de Rajoy de que "España se ha convertido en pagana de la ampliación", especialmente cuando el líder del PP, reflejando su escaso europeísmo, ha hablado en billones de pesetas (y no en euros) para remarcar el desequilibrio, olvidando que Aznar en 2003 apostó por la idea de que nos convirtiéramos en contribuyente neto como prueba de éxito económico.

Se apunta un mayor crecimiento relativo de partidas que responden mejor a las necesidades de la UE en el mundo actual, como el fondo de Ajuste a la Globalización para paliar los efectos de los que pierden sus empleos por la competencia exterior, y los destinados a I+D, desarrollo social y medio ambiente; también aumentan las partidas relativas a seguridad y justicia. En cambio, sigue muy limitada la ambición exterior de la Unión como tal.

En este Consejo Europeo se ha notado la ausencia de un grupo de países que realmente tire de la integración europea. Con el Tratado Constitucional en hibernación profunda tras el rechazo de franceses y holandeses, y con Chirac en vía de salida, el eje franco-alemán no ha vuelto a arrancar, mientras el Benelux está políticamente roto. Al menos, la batalla presupuestaria ha quedado resuelta, como no podía ser de otro modo, perdiendo todos un poco.

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