Editorial:

Reforma universitaria

El Ministerio de Educación despejó ayer las principales dudas sobre el futuro de las carreras universitarias. En contra de lo que habían propuesto meses atrás las subcomisiones creadas para trazar las líneas maestras de la reforma, el Gobierno ha prometido que no se reducirá el número de titulaciones, e incluso podrán añadirse algunas. Se mantendrán Historia del Arte, Humanidades y las filologías de las lenguas oficiales en España, por cuyo futuro temieron estudiantes y profesores. La medida significa la vuelta a su cauce de unas aguas que llegaron a mostrar cierta turbulencia. Pero no implica...

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El Ministerio de Educación despejó ayer las principales dudas sobre el futuro de las carreras universitarias. En contra de lo que habían propuesto meses atrás las subcomisiones creadas para trazar las líneas maestras de la reforma, el Gobierno ha prometido que no se reducirá el número de titulaciones, e incluso podrán añadirse algunas. Se mantendrán Historia del Arte, Humanidades y las filologías de las lenguas oficiales en España, por cuyo futuro temieron estudiantes y profesores. La medida significa la vuelta a su cauce de unas aguas que llegaron a mostrar cierta turbulencia. Pero no implica ninguna descalificación al trabajo realizado por las subcomisiones (presididas por rectores), que avivó un debate necesario en todo caso.

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Eliminado este obstáculo, uno de los cambios más significativos de la reforma es el orientado a dotar de mayor libertad a las universidades y comunidades autónomas para diseñar sus propios planes de estudio a partir de unas pocas directrices generales: el Ministerio de Educación regulará la mitad de los contenidos comunes que deberán estudiar todos los matriculados en una carrera. El Gobierno asegura que, a pesar de ello, la estructura de las enseñanzas universitarias que resulte será la adecuada para homologar los estudios españoles con los europeos y alcanzar la meta de un sistema común en la UE para 2010.

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La novedad de mayor interés reside en que se otorga al estudiante la capacidad de diseñar sus propios estudios con gran flexibilidad. Podrá saltar de una carrera a otra mediante puentes que se tenderán entre titulaciones afines, decidir si se gradúa en dos carreras a la vez o si completa sus estudios pasando por dos universidades distintas.

Son iniciativas interesantes y que aún han de pulirse en los meses y años próximos. La capacidad de diálogo entre la comunidad universitaria y el Gobierno decidirá su estructura final. Pero lo cierto es que la retirada de los aspectos más polémicos, y en algunos casos periféricos, permitirá a ambas partes respirar con más tranquilidad y abordar el trabajo en sus aspectos esenciales. Su éxito dependerá en buena medida de que se mantenga el consenso y, sobre todo, de que sus verdaderos beneficiarios, los estudiantes, vean mejorar sus carreras y, a la postre, sus expectativas laborales.

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