ECONOMÍA

Dudas en el nuevo curso

PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, el que ahora se inicia es un curso doblemente significativo. Presenciará la definición de medidas de política económica por un nuevo Gobierno, en particular las articuladas en torno a los primeros Presupuestos Generales del Estado, y lo hará en un entorno internacional y nacional algo distinto al que ha presidido los últimos ejercicios.

La intensidad y composición del crecimiento es el primero de esos rasgos diferenciales, que puede incluso modificar las hipótesis que en julio se suponían válidas para los presupuestos españoles de 2005. La firmeza de la econom...

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PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, el que ahora se inicia es un curso doblemente significativo. Presenciará la definición de medidas de política económica por un nuevo Gobierno, en particular las articuladas en torno a los primeros Presupuestos Generales del Estado, y lo hará en un entorno internacional y nacional algo distinto al que ha presidido los últimos ejercicios.

La intensidad y composición del crecimiento es el primero de esos rasgos diferenciales, que puede incluso modificar las hipótesis que en julio se suponían válidas para los presupuestos españoles de 2005. La firmeza de la economía mundial es hoy menor, como consecuencia de la desaceleración observada en el segundo trimestre del año, del intenso encarecimiento en el precio del petróleo y del endurecimiento monetario decidido por los principales bancos centrales. Las previsiones de crecimiento para la economía estadounidense han sido rebajadas y el tenor de los indicadores más recientes no permite ser mucho más optimista con la evolución durante el trimestre en curso. El muy sensible indicador de confianza de los consumidores estadounidenses (el gasto en consumo en ese país es el responsable de dos terceras partes de la actividad económica), que no había dejado de crecer desde abril, vuelve a ser tributario de unas perspectivas laborales menos favorables, cayendo más de siete puntos en agosto, mucho más de lo esperado. Que tales señales no sean más que un paréntesis trimestral en una senda de clara recuperación del crecimiento en el conjunto del año es algo con lo que cuenta la Reserva Federal, pero no así la mayoría de los analistas ni los propios mercados financieros.

La firmeza de la economía mundial es hoy menor, como consecuencia de la desaceleración observada en el segundo trimestre del año, del encarecimiento en el precio del petróleo y del endurecimiento monetario

Las señales procedentes de Japón, la segunda economía más importante del mundo, también son expresivas de cierto debilitamiento de la recuperación con que contábamos en el primer trimestre. En julio, por tercer mes consecutivo, han caído las ventas al por menor, y la tasa de desempleo ha aumentado tres décimas, hasta el 4,9%.

La situación en Europa no es mucho más clara. A la evidente recuperación de Francia y la continuidad de la firmeza británica, ambas apoyadas en una intensa demanda interna, se contrapone la fragilidad de la recuperación en Alemania e Italia, excesivamente dependientes de la contribución al crecimiento de sus sectores exteriores. El lado favorable de ese escenario europeo es el mantenimiento de la inflación en cotas compatibles con la ausencia de beligerancia del Banco Central Europeo, al menos durante lo que queda de año.

En ese contexto, las dudas que se ciernen sobre la evolución de la economía española no pueden ser menores, aunque no todas potencialmente adversas. La senda de recuperación que mantiene la actividad industrial, en especial en su componente de bienes de equipo, permite albergar esperanzas acerca de la necesaria diversificación de un patrón de crecimiento demasiado apoyado en la construcción y en el gasto de las familias. Pero los últimos datos del sector exterior han vuelto a poner de manifiesto su proclividad a drenar posibilidades de crecimiento. Y no sólo por el impacto del encarecimiento del crudo, sino igualmente por la vulnerabilidad competitiva de algunos sectores tradicionales, el turismo incluido. La resistencia al estrechamiento del diferencial de nuestra tasa de inflación frente a la de nuestros socios europeos, en ese contexto de debilidad de la demanda de los mismos, seguirá dificultando la reducción del déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos.

La distribución de la responsabilidad en la determinación de esos dos desequilibrios entre la todavía relativamente intensa demanda de las familias y las limitaciones estructurales de la economía española también puede engrosar las dudas en el inicio de este curso. Caben muchas menos, sin embargo, respecto a lo que debería ser la prioridad de los próximos presupuestos: el fortalecimiento del capital tecnológico y humano, fundamentos de una mejor calidad del crecimiento económico.

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