Columna

'Barcelona fétida'

El concejal Ferran Mascarell tuvo la amabilidad de invitarme, hace pocos días, a un recorrido por la novísima y desconocida Barcelona fétida. O sea, lo que en términos oficiales son las infraestructuras del Fórum. De este enorme trabajo subterráneo visitamos tan sólo tres deslumbradores ejemplos: la depuradora, el depósito de aguas fluviales y la fábrica de frío y calor. No fue un paseo por la capilla Sixtina ni nada parecido a Disneylandia, aunque el resort compita con ellos en grandiosidad y los supere en misterio sobre la condición humana. Primera conclusión urgente: el...

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El concejal Ferran Mascarell tuvo la amabilidad de invitarme, hace pocos días, a un recorrido por la novísima y desconocida Barcelona fétida. O sea, lo que en términos oficiales son las infraestructuras del Fórum. De este enorme trabajo subterráneo visitamos tan sólo tres deslumbradores ejemplos: la depuradora, el depósito de aguas fluviales y la fábrica de frío y calor. No fue un paseo por la capilla Sixtina ni nada parecido a Disneylandia, aunque el resort compita con ellos en grandiosidad y los supere en misterio sobre la condición humana. Primera conclusión urgente: el verdadero Fórum son estas macrocatacumbas hechas por ingenieros.

A los ingenieros les hemos tratado rematadamente mal. A ellos se debe, por ejemplo, que un pipí hecho en Gràcia acabe diluido en la nada del mar, tres kilómetros delante del Fórum. Pero no sólo eso, sus residuos son reaprovechados para algo parecido a fertilizantes y el vapor que genera su reaprovechamiento alimenta la fábrica de frío y calor que sirve a la zona del Fórum. Imagínenselo a escala de tres millones de personas, que son las que, de una u otra forma, nutren de energía humana esas milagrosas instalaciones que convierten el sobrante corporal -y otras cosas como el agua de lluvia- en calefacción, luz, aire acondicionado y caprichos energéticos diversos como la regeneración del mar en la zona del Fórum donde dicen que pronto habrá langostas.

¿Muy prosaico? En absoluto. La cosa debería tener rango de obra de arte, y exhibirse. Los mismos ingenieros se las han arreglado para que lo que debería oler a demonios quede en un tufillo pertinaz -similar al de las bombas fétidas de nuestra infancia- herméticamente secuestrado en las subterráneas instalaciones. Ese olor delimita el territorio de la Barcelona oculta que todos generamos día tras día. Una Barcelona desconocida, ignorada, maldita, que nos cuesta un montón de dinero y que para ser soportable ha tenido que ser disfrazada con el apañado vestidito del Fórum de las Culturas.

Los números oficiales señalan en sus previsiones que lo que vemos en la superficie del Fórum es una pequeña y vistosa guinda que cuesta 318 millones de euros, mientras la Barcelona fétida y aledaños ha tenido un presupuesto de 2.860 millones de euros. ¿Conclusión? Divertirse es mucho más barato que deshacerse de la, con perdón, mierda propia. La horrible expresión de sostenibilidad, dicen los que saben, responde a esa necesidad de sobrevivir a la basura que generamos sin seguir destruyéndonos. Lo que es inexplicable es que, mientras celebramos con jolgorio y jaculatorias solidarias lo que sucede en la superficie de la tierra, olvidemos que bajo nuestros barceloneses pies -debajo mismo de la gran plaza del Fórum- exista un Vaticano de la ingeniería urbana imprescindible para seguir viviendo. ¿Está ese subsuelo sofisticadamente fétido y decididamente milagroso lleno de gente trabajando? Nada de eso. Unos cuantos ordenadores manejan los diversos procesos: apenas media docena de personas controlan a los ordenadores. Cemento, cables y chips mezclados con inteligencia bastan como materia prima. Lo caro es la inteligencia: pisamos oro en barras. El gran Fórum va por debajo, no se ve, no se exhibe, es casi clandestino.

La idea de ocultar las más prosaicas y fétidas realidades humanas bajo tierra es muy antigua. Es una tradición barcelonesa montar un gran tinglado -exposiciones, Juegos Olímpicos, Fórum- para rehacer y depurar las tripas ciudadanas. ¿Por qué, a estas alturas, tanto disimulo? A fin de cuentas, la Barcelona fétida somos nosotros mismos, y no estaría nada mal que así lo reconocieran los dineros públicos y privados. ¿Queda feo explicar que nuestra mierda necesitaba una depuradora? ¿Somos cuerpos celestes? La fantasía nos pierde.

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