Editorial:EDITORIAL DE 'LA REPUBBLICA | UN PROYECTO EUROPEO

'El punto de no retorno

En la historia de todos los grandes países europeos ha llegado un momento, glorioso, trágico, en ocasiones grotesco, en el que el poder político se proclama Imperio, que es el nombre que entonces se daba a lo que hoy llamamos superpotencia. Y ese momento ha sido siempre el punto final de un recorrido, el nacimiento de un nuevo proyecto y, al mismo tiempo, la activación de variables que han conducido a la evolución o al hundimiento de las ambiciones imperiales. Si la Unión Europea no fuera una criatura político-institucional del todo nueva y revolucionaria, la unificación de Europa podría verse...

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En la historia de todos los grandes países europeos ha llegado un momento, glorioso, trágico, en ocasiones grotesco, en el que el poder político se proclama Imperio, que es el nombre que entonces se daba a lo que hoy llamamos superpotencia. Y ese momento ha sido siempre el punto final de un recorrido, el nacimiento de un nuevo proyecto y, al mismo tiempo, la activación de variables que han conducido a la evolución o al hundimiento de las ambiciones imperiales. Si la Unión Europea no fuera una criatura político-institucional del todo nueva y revolucionaria, la unificación de Europa podría verse en esos términos: como el acta de nacimiento de una superpotencia.

Desde hoy, 450 millones de ciudadanos, en los confines de lo que estamos habituados a llamar Europa, obedecen las mismas leyes, tienen los mismos derechos, reconocen una única autoridad, eligen a sus representantes para un solo parlamento. Nunca había sucedido nada parecido. La Unión es la tercera gran entidad demográfica del planeta, la segunda económica, la primera comercial. Si no es un imperio, y no lo será nunca; si es, muy al contrario, un antiimperio, ello se debe al hecho de que ha aprendido a su propia costa a desconfiar de todo lo que sea glorioso, trágico o grotesco. Es posible que esa misma desconfianza explique su nacimiento y su presente fortuna.

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La dinámica es todavía la misma.Y si la unificación marca el fin de un recorrido iniciado en plena guerra fría, es oportuno plantearse cuál será el nuevo proyecto y las nuevas variables de las que dependa su evolución o su colapso.

La primera respuesta es muy sencilla: el proyecto consiste en dotarse de los instrumentos democráticos para que Europa pueda convertirse en sujeto político internacional. La Constitución, que debería aprobarse en junio próximo, que ha de hacer posible el gobierno de una Europa ampliada, será la variable sobre la que se jugará el futuro de la UE. Una vez aprobada por los Gobiernos nacionales, es de esperar que sin demasiadas enmiendas, pasará por el proceso de ratificación. Cada Estado habrá de hacer, entonces, sus cuentas y decidir si quiere o no formar parte del gran proyecto político europeo. No todos, ya cabe darlo por seguro, dirán que sí. Y corresponderá en ese momento a los demás decidir si quieren desandar el camino, abandonándolo todo, o seguir adelante junto con los que así quieran hacerlo. Y será ése, tanto para Europa en su conjunto como para los pueblos que la integran, el verdadero punto de no retorno.

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