Tigre con Lenin disfrazado de chino

La última adquisición del Museo Dalí de Figueres, que no será la última del centenario, tiene un interminable título acorde con la espectacularidad del gran óleo: 50 imágenes abstractas que, contempladas a una distancia de dos yardas, se transforman en tres Lenin disfrazados de chino y, contempladas a una distancia de seis yardas, parecen la cabeza de un tigre real. Esta obra de 200 x 229 centímetros, pintada en 1963, surge del efecto que causó en Salvador Dalí un ingenio de la tecnología espacial denominado monóculo electrocular. Este aparato, pensado para las misiones espaciales, perm...

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La última adquisición del Museo Dalí de Figueres, que no será la última del centenario, tiene un interminable título acorde con la espectacularidad del gran óleo: 50 imágenes abstractas que, contempladas a una distancia de dos yardas, se transforman en tres Lenin disfrazados de chino y, contempladas a una distancia de seis yardas, parecen la cabeza de un tigre real. Esta obra de 200 x 229 centímetros, pintada en 1963, surge del efecto que causó en Salvador Dalí un ingenio de la tecnología espacial denominado monóculo electrocular. Este aparato, pensado para las misiones espaciales, permitía mezclar imágenes captadas por una cámara de televisión exterior con el campo visual del usuario.

"Dalí siempre se sintió fascinado por la dualidad", explicó ayer Antoni Pitxot, director del museo. Aunque Dalí no tenía interés por el espacio exterior -siempre decía que no había que hurgar en la luna-, utilizó la idea del monóculo aplicándola a su mundo interior.

El gran tigre del cuadro remite a los cromos y calcomanías de la infancia del pintor. En ellos abundaban espectaculares tigres y leones. Respecto al uso de la figura de Lenin, Pitxot asegura que Dalí nunca pretendió ridiculizarle, sino que sentía admiración y estudió a fondo la obra del líder soviético. El cuadro puede relacionarse también con un cuaderno infantil abierto por una doble página. El director del Museo Dalí destaca de la obra su "extraordinaria calidad pictórica", apreciable en los detalles de la piel del animal o en la caries en uno de sus colmillos, así como la riqueza cromática de los dorados o los grises.

El cuadro, cuyo precio no fue revelado a petición del coleccionista japonés que lo vendió a la fundación, se podrá contemplar en el museo hasta el mes de septiembre. Después, viajará a las grandes exposiciones que con motivo del Año Dalí se celebrarán en Venecia y Filadelfia.

La última adquisición de la Fundación Gala-Salvador Dalí remite, por su gran tamaño, época y espectacularidad, a la primera de su historia, La apoteosis del dólar, comprado en 1991. A lo largo de estos 12 años, la fundación ha gastado 21 millones de euros en la compra de unas 124 piezas entre óleos, dibujos y joyas. El gerente de la entidad, Joan Manuel Sevillano, destacó que el museo posee la colección más importante del mundo en obra daliniana y que se han usado los fondos generados por la propia entidad para ampliarla.

La política de compras de la fundación se ha orientado hasta ahora hacia los años veinte y treinta, que estaban poco representados en el museo. Entre las más recientes adquisiciones se encuentran El pecado original (1941) y El sentimiento de velocidad (1931).

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