Un techo de cristal

Dos testimonios explicaron ayer su particular carrera de obstáculos para superar el techo de cristal que impide que las mujeres lleguen a altos puestos de decisión: Rosa Virós, rectora de la

Universidad Pompeu Fabra (UPF), y Carmina Virgili, catedrática de Estratigrafía y ex secretaria de Universidades en el gobierno socialista. "La ciencia es un instrumento de poder y no es neutral" explicó con voz tranquila Virós, por lo que es correcto "hablar de mujeres y ciencia en un mundo lleno de desigualdades". Esta catedrática de Ciencia Política y de la Administración por la Universidad de Ba...

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Dos testimonios explicaron ayer su particular carrera de obstáculos para superar el techo de cristal que impide que las mujeres lleguen a altos puestos de decisión: Rosa Virós, rectora de la

Universidad Pompeu Fabra (UPF), y Carmina Virgili, catedrática de Estratigrafía y ex secretaria de Universidades en el gobierno socialista. "La ciencia es un instrumento de poder y no es neutral" explicó con voz tranquila Virós, por lo que es correcto "hablar de mujeres y ciencia en un mundo lleno de desigualdades". Esta catedrática de Ciencia Política y de la Administración por la Universidad de Barcelona (UB) reconoció ayer que "hay que correr horas de fondo" para trabajar en lo que una ha decidido, aunque subrayó que para ella no fue fácil: "Acabar la tesis con tres hijos fue todo un reto".

Virós rememoró la emoción que sintió "cuando entré en la judicatura y vi a tantas mujeres con toga, aunque soy consciente que no llegan a los puestos de decisión". A pesar de su larga carrera y experiencia, Virós, licenciada a finales de la década de 1950, reconoció que "nunca se te acaba de quitar la sensación de ir a contracorriente y de sentirse juzgada y observada".

Carmina Virgili confesó que su vida profesional empezó a vehicularse "de forma individual, sin ser consciente de la dimensión colectiva de la demanda femenina hasta que Maria Aurèlia Capmany me abrió los ojos". Virgili, que fue una de las tres primeras mujeres catedráticas en España, "las tres solteras", no se consideró nunca alguien excepcional, "sino que me daba cuenta de que, en aquellos tiempos, que una chica alcanzara esa categoría era un poco como poner a comer a un pobre a tu mesa". Una cuestión de benevolencia, no de derecho. Para esta mujer que también estudió en la década de 1950, "la incorporación de las mujeres en la investigación y en la universidad no es sólo un derecho, sino un deber de todos", para que el mundo refleje "toda la condición humana, y no sólo la de los hombres".

Si bien reconoció el importante cambio social del rol de las mujeres respecto a 50 años atrás, Virgili hizo una advertencia: "Hay que luchar contra la invisibilidad y dejar constancia siempre del trabajo que llevamos a cabo, porque si no, el futuro no lo reflejará".

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