Tribuna:LA JUSTICIA ESTADOUNIDENSE

Los presos de Guantánamo y la angustia de un futuro incierto

El autor, un ex rehén en Irán, critica a EE UU por mantener aislados y en un limbo legal a los apresados en Afganistán.

A 140 kilómetros de Miami, y en un secreto prácticamente absoluto, Estados Unidos posee hoy un campo de prisioneros dentro de territorio estadounidense en Guantánamo, Cuba. Aproximadamente 660 presos (el número exacto también es secreto), que representan los restos humanos de la guerra de Afganistán: talibanes y combatientes de Al Qaeda, saudíes, paquistaníes y otros de nacionalidades diversas. Apresados hace alrededor de 18 meses, están desde entonces totalmente aislados, sin que se hayan abierto diligencias judiciales de ningún tipo y sin contacto alguno con sus familias.

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A 140 kilómetros de Miami, y en un secreto prácticamente absoluto, Estados Unidos posee hoy un campo de prisioneros dentro de territorio estadounidense en Guantánamo, Cuba. Aproximadamente 660 presos (el número exacto también es secreto), que representan los restos humanos de la guerra de Afganistán: talibanes y combatientes de Al Qaeda, saudíes, paquistaníes y otros de nacionalidades diversas. Apresados hace alrededor de 18 meses, están desde entonces totalmente aislados, sin que se hayan abierto diligencias judiciales de ningún tipo y sin contacto alguno con sus familias.

No estoy capacitado para juzgar a esos presos. Seguramente se les acusa de atentados, ataques o actos terroristas contra el ejército encabezado por Estados Unidos en Afganistán. Es muy posible que sus acciones fueran brutales. No hay forma de saberlo, porque las acusaciones contra ellos son secretas. Pero yo también he sido prisionero, y puedo dar fe del efecto tremendamente desmoralizador que tiene el no saber lo que va a pasar, ni cuándo, el no saber los planes de quienes le han capturado a uno, ni si existe alguna esperanza de liberación.

Es una cosa indigna de las tradiciones y los preceptos de la justicia de EE UU

En 1979 yo era encargado de negocios en la Embajada de Estados Unidos en Teherán, y fui aprehendido como rehén, junto a otros 52 estadounidenses, tras la revolución iraní. Durante 444 largos días -para muchos de nosotros, físicamente dolorosos-, algunos de ellos en total aislamiento, no supimos qué destino nos aguardaba. Un día tras otro, lo más doloroso, mucho más que los malos tratos físicos -y me gustaría creer que nuestros presos de Guantánamo no sufren tanto en ese aspecto como sufrieron muchos de los rehenes en Teherán-, era la angustia de la incertidumbre.

Casi todos mis colegas en Teherán pasaron todo su cautiverio sin ningún contacto con sus familias, ni siquiera por correo. En su mayoría, como los de Guantánamo, estaban aislados y se les permitía poco o ningún contacto con los demás rehenes. Algunos pasaron prácticamente todo aquel periodo en solitario. Estaba prohibida la conversación abierta con los guardianes, y no sabían absolutamente nada de que hubiera planes para liberarlos. Lo habitual era un aburrimiento sin límites, salpicado, de vez en cuando, por falsas ejecuciones y otras sorpresas.

Quienes permanecen hoy encerrados en ese territorio aislado dentro de Cuba deben de sentir una inmensa degradación. Estar en prisión es desagradable en cualquier caso; el aislamiento total es infinitamente peor. Según la prensa, los representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja visitaron hace poco el campo y dijeron, entre otras cosas, que existen pruebas de "deterioro preocupante" y depresión clínica entre numerosos detenidos. También descubrieron que ha habido 32 intentos de suicidio hasta la fecha.

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Que yo sepa, ninguno de los rehenes de Irán trató de suicidarse, aunque algunos sí intentaron escapar; el inevitable fracaso suponía un aislamiento más intenso. Por supuesto que hubo casos de depresión. Varios mostraron los síntomas al recobrar la libertad; uno o dos siguen hoy bajo sus efectos.

La política oficial del Gobierno de Estados Unidos sobre los detenidos de Guantánamo es que las circunstancias de su captura justifican sus condiciones de encierro. Sin embargo, aun si se admiten las limitaciones que impone la guerra contra el terrorismo a los procedimientos judiciales, lo que parece estar sucediendo en el campo -y lo que no está sucediendo- está mal. Las consecuencias para nuestra imagen en el extranjero son cada vez más perjudiciales. Y es una cosa indigna de las tradiciones y los preceptos de la justicia en Estados Unidos.

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