Blair apoyó la guerra sabiendo que los terroristas podían armarse

Tony Blair se ratificó ayer a través de su portavoz en la decisión de deponer a Sadam por la fuerza pese a que, según los datos del espionaje británico, eso aumentaba las posibilidades de que el régimen iraquí hiciera llegar armas de destrucción masiva a grupos terroristas.

La oposición exigió ayer al primer ministro que explique por qué no comunicó esa información al Parlamento, que votó la propuesta de guerra sin conocer un dato fundamental.

Blair vivió ayer un nuevo día de tormenta tras saberse que la cúpula de los servicios secretos, el JIC, le envió un informe secreto, el 10...

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Tony Blair se ratificó ayer a través de su portavoz en la decisión de deponer a Sadam por la fuerza pese a que, según los datos del espionaje británico, eso aumentaba las posibilidades de que el régimen iraquí hiciera llegar armas de destrucción masiva a grupos terroristas.

La oposición exigió ayer al primer ministro que explique por qué no comunicó esa información al Parlamento, que votó la propuesta de guerra sin conocer un dato fundamental.

Blair vivió ayer un nuevo día de tormenta tras saberse que la cúpula de los servicios secretos, el JIC, le envió un informe secreto, el 10 de febrero, que podía haber cambiado el debate político sobre la necesidad de derrocar a Sadam. El espionaje le comunicaba que no había datos de que Irak hubiera hecho llegar armas químicas o bacteriológicas a Al Qaeda, pero advertía de que "cualquier colapso del régimen iraquí podría incrementar el riesgo de que tecnología o agentes de armamento químico o biológico llegaran a manos de terroristas, no necesariamente Al Qaeda".

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Estos datos figuran en el informe del Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento sobre la actuación del Gobierno en Irak, de septiembre de 2002 y febrero de 2003, en los que se basó Blair para defender la necesidad de deponer a Sadam por la fuerza. Durante sus trabajos, el comité parlamentario interpeló a Tony Blair sobre los riesgos denunciados por el JIC. "Uno de los problemas más difíciles de todo esto es el peligro de que al atacar Irak acabes provocando precisamente lo que intentas evitar a toda costa", reconoció el primer ministro, pero dijo que tomó la decisión que tenía que tomar y que el tiempo dirá si era la buena. El líder conservador, Iain Duncan Smith, defensor de la guerra, respetó el derecho de Blair a tomar decisiones, pero le exigió explicaciones porque "el país tiene derecho a saber".

El ex ministro laborista Robin Cook dijo que "las dos razones del Gobierno para ir a la guerra se han desmoronado".

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