El Gobierno extiende a toda Francia el estado de emergencia por la ola de calor

Las temperaturas remiten en el sur del país mientras arrecian las críticas de la oposición

La prensa y la oposición se lanzaron ayer contra el Gobierno conservador francés después de que las altas temperaturas provocasen la muerte de hasta 3.000 personas, la mayoría ancianos. Las temperaturas descendieron ayer, sobre todo en la mitad sur del país, un alivio que no ha impedido al Gobierno extender el llamado plan blanco, la alerta máxima, a toda Francia. "Fue el día 6 de agosto cuando advertí a los organismos competentes de la gravedad de la situación, pero nadie quiso prestarme atención", dijo el doctor Patrick Pelloux. "Hoy constatamos los resultados de esa falta de reacción...

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La prensa y la oposición se lanzaron ayer contra el Gobierno conservador francés después de que las altas temperaturas provocasen la muerte de hasta 3.000 personas, la mayoría ancianos. Las temperaturas descendieron ayer, sobre todo en la mitad sur del país, un alivio que no ha impedido al Gobierno extender el llamado plan blanco, la alerta máxima, a toda Francia. "Fue el día 6 de agosto cuando advertí a los organismos competentes de la gravedad de la situación, pero nadie quiso prestarme atención", dijo el doctor Patrick Pelloux. "Hoy constatamos los resultados de esa falta de reacción".

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El doctor Patrick Pelloux, presidente de la Asociación de Médicos de Urgencias Hospitalarias, fue la primera voz que alertó sobre la catástrofe sanitaria que se avecinaba en Francia. Ayer, antes de entrevistarse con el primer ministro, Jean Pierre Raffarin, y de tener un altercado verbal con el director general de Sanidad, atendió a la prensa en un café vecino a su hospital, el de Saint Antoine.

"En el ministerio calificaron las muertes de naturales", añade, al tiempo que niega querer politizar el debate: "Todos viajamos en el mismo barco, pero es cierto que se observa una tendencia muy irritante a desmantelar un sistema sanitario fundado en la solidaridad. En Francia nos vanagloriamos a menudo de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, pero hoy aparece exhausto".

El día 10 Pelloux fue entrevistado por un canal de televisión y habló entonces de "50 muertos en París a causa del calor". La cifra fue considerada una exageración y la Dirección General de Sanidad manifestó que "no existían aún estadísticas que permitieran sostener esa afirmación". Pero lo cierto es que los servicios de urgencias ya habían visto cómo el 5 y el 6 de agosto el número de fallecidos era un 50% superior al de los mismos días de 2002, y el 7 y el 8 el porcentaje pasó al 100%. Dado que la canícula comenzó realmente el día 3, no era tan difícil establecer una relación de causa-efecto.

En el diario Le Monde un antiguo ministro socialista de Sanidad, Claude Evin, llega a idénticas conclusiones: "Ha habido que esperar ocho días para que el ministro de Sanidad intervenga y dos días más aún para que se decretase el plan blanco para París y su región. El pasado lunes se hablaba aún de muertes naturales, pero ayer se aceptaban 3.000 fallecimientos suplementarios. Esto es un caos".

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Oficialmente en Francia existe un Instituto de Vigilancia Sanitaria (IVS) que coordina los datos de todas las regiones y debiera ser capaz de anticipar tendencias. Evin quiere saber "por qué el IVS no ha cumplido con su misión de alerta permanente. El día 11, por ejemplo, el ministro aún no era consciente de la dimensión del drama y le reclamaba al IVS datos región por región".

Si Pelloux explicó que "Raffarin ha tomado conciencia de las dificultades que atraviesan los servicios de urgencias en nuestro país" y se felicitó de que hubiera "hecho extensiva a toda Francia la aplicación del plan blanco", eso no significa que el primer ministro no comprendiese también el enorme desgaste que la crisis podía suponer para su imagen de portavoz de "la Francia de los de abajo". Por eso, tras la reunión de urgencia del pasado jueves, Raffarin dejó que fuese Mattei quien se explicase ante la prensa y las cámaras de televisión para repetir una vez más la incongruente cantinela de que "no tengo nada que reprocharme, porque hemos reaccionado con rapidez, de acuerdo con las exigencias que nos planteaban las informaciones de que disponíamos".

Otros, como el diputado conservador Christian Estrosi, han intentado buscar otros culpables que la canícula y el Gobierno: "Los socialistas, al imponer la semana de 35 horas, activaron una bomba de relojería que ahora nos ha estallado en la cara". Para Estrosi hay aún otros culpables: "Si el Gobierno ha hecho lo que debía, en cambio las familias no cumplen con sus responsabilidades de solidaridad". Sólo le faltó arremeter contra los fallecidos.

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