La Cámara de Comercio alerta de que la economía catalana pierde peso

El presidente Miquel Valls pide un gran pacto para que Cataluña recupere el liderazgo

Si alguien mantenía todavía alguna sombra de duda, la Cámara de Comercio de Barcelona se encargó ayer de despejarla. La economía catalana ha perdido peso en el conjunto de la española en los últimos años, según un estudio de la institución. Y no sólo eso: además, "ha perdido la capacidad de liderazgo". El desánimo empresarial, que Pasqual Maragall ha tomado por bandera, fue contrarrestado con contundencia también ayer por el consejero de Economía, Francesc Homs, en una conferencia que dio en el Círculo Financiero titulada, precisamente, de El liderazgo económico de Cataluña.
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Si alguien mantenía todavía alguna sombra de duda, la Cámara de Comercio de Barcelona se encargó ayer de despejarla. La economía catalana ha perdido peso en el conjunto de la española en los últimos años, según un estudio de la institución. Y no sólo eso: además, "ha perdido la capacidad de liderazgo". El desánimo empresarial, que Pasqual Maragall ha tomado por bandera, fue contrarrestado con contundencia también ayer por el consejero de Economía, Francesc Homs, en una conferencia que dio en el Círculo Financiero titulada, precisamente, de El liderazgo económico de Cataluña.

El estudio fue presentado ayer por la mañana por el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Miquel Valls, y por el consejero delegado de Inmobiliaria Colonial (controlada por La Caixa), Joan Josep Brugera, que preside la comisión de política económica de la institución, quienes no escondieron la pretensión provocadora del mismo. "Somos plenamente conscientes del momento preelectoral en que estamos", espetó Valls ante las preguntas de los periodistas. "Pero nos jugamos el futuro", apostilló Brugera.

En cuanto al debate sobre si la pérdida de peso de Cataluña en el conjunto de la economía española es real o una mera percepción -dañina, según el Gobierno catalán-, la Cámara lo tiene claro. En los últimos años Cataluña ha perdido la capacidad de liderazgo que ha venido ejerciendo desde los inmemoriales tiempos de la Revolución Industrial, ha ralentizado su productividad y ha perdido inversiones extranjeras realizadas en España en favor de la Comunidad de Madrid. Cataluña ha dejado de ser la fábrica de España.

Lo primero que constata el estudio es que la economía catalana ha pasado de representar casi el 19,5% del producto interior bruto (PIB) español en 1996 a alrededor del 18,7% en 2001 y que la convergencia con la Unión Europea, medida en términos de PIB por habitante, ha avanzado "muy lentamente" en la década de 1990, aunque el conjunto de España ha corrido la misma suerte. El PIB per cápita catalán alcanzó el 99,5% de la media europea en el año 2000, casi 18 puntos por encima de la media española (81,8%), mientras que las comunidades de Madrid (110%), Navarra (105%) y el País Vasco (101%) registraban niveles superiores a la media.

Modelo agotado

Lo que más preocupa a la Cámara de Comercio de Barcelona es que el mayor crecimiento de la economía catalana respecto a la media europea durante el periodo 1997-2002 se ha sustentado en la gran disponibilidad de mano de obra al partir de un nivel de desempleo también superior, pero no en el crecimiento de la productividad, que ha sido "muy débil" y se ha situado "claramente por debajo de la media europea". En opinión de Brugera, "el modelo [basado en la abundancia de mano de obra y bajos costes] está agotado", por lo que hay que apostar por un sistema centrado en la inversión y en el aumento de la productividad.

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El agotamiento de la economía catalana queda especialmente reflejado en dos indicadores. El primero se refiere a las importaciones. La evolución de la cuota de mercado de éstas permanece estancada desde 1998. El segundo, a la progresiva pérdida de captación de inversiones extranjeras en beneficio, según los técnicos de la cámara -el estudio no lo especifica- , de otras regiones españolas, especialmente de la Comunidad de Madrid.

En concreto, el peso de Cataluña en el flujo de inversión foránea registrada en España, que tradicionalmente ha sido un vehículo clave para la incorporación del progreso tecnológico, ha pasado de representar cuotas superiores al 25% a mediados de la década de 1990 a cerca del 13% en 2001. Según Valls y Brugera, estos datos tienen su reflejo en la pérdida de competitividad de las empresas catalanas.Miquel Valls pidió, tras la presentanción del estudio, un gran pacto de todas las fuerzas políticas y sociales catalanas para acordar "las decisiones esenciales" que permitan superar la pérdida de liderazgo económico de Cataluña en los últimos años. Sin embargo, evitó entrar al trapo cuando se le preguntó por las responsabilidades políticas: "La Cámara no emite evaluaciones políticas, simplemente decimos, 'señores, esto es lo que hay". Valls se limitó únicamente a asegurar que "todos los partidos son conscientes de la situación", aunque sí aprovechó para reclamar al Gobierno central que "se implique" en todas las materias en las que tiene competencias.

En la lectura de las conclusiones del estudio, Joan Josep Brugera destacó la importancia de que Cataluña "acuerde su encaje en el Estado y reclame lo que nos toca", pero lejos de la imagen de una Cataluña que no hace otra cosa que pedir. En relación con el "problema del déficit fiscal excesivo", Brugera pidió que se resuelva "pactando unos criterios justos y objetivos de distribución de la inversión pública del Estado, situados en algún punto de equilibrio que tenga en cuenta el peso de cada comunidad en términos de población y de PIB".

En medio de este gris escenario dibujado por la Cámara de Barcelona y dos días después de la cena del candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Pasqual Maragall, con más de medio millar de empresarios, el presidente de la patronal Fomento del Trabajo, Joan Rosell, aseguró ayer que los empresarios catalanes "no temen" un cambio al frente de la Generalitat, y mucho menos si es con Maragall. Rosell dijo: "Procuramos tener buenas relaciones con todos los candidatos a la Generalitat, y las tenemos especialmente con Maragall, a quien conocemos desde que era alcalde de Barcelona. No le tememos".

En declaraciones a Ona Catalana, Rosell admitió, sobre las acusaciones de clientelismo lanzadas por Maragall: "Mantuvimos muy buenas relaciones con todas las administraciones durante los Juegos Olímpicos", después de que el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, señalara que él también podría hablar de clientelismo entre empresas y el Ayuntamiento de Barcelona por las obras de los Juegos o el Fòrum 2004.

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