Reportaje:

Prisioneros en el andamio

Los albañiles de Pekín tienen prohibido salir de las obras para evitar los contagios de la neumonía

Lu Wan Zhao, de 25 años, polo de rayas, pantalón de tergal y calcetines blancos, tira de pala y empuja la gravilla en el pozo de agua color chocolate. Anclado en el pequeño terraplén, con el móvil a la cintura, trabaja en una obra en Pekín vestido como si fuera un oficinista. Son las 11.30 y no ha parado a comer porque, según dice con ironía, está "aprendiendo de Wang Jinxi", famoso trabajador modelo durante el apogeo petrolero en el norte de China en los años 60.

Su compañero, con la camiseta de currante enrollada hasta el esternón, descarga carretillas. Detrás, una tienda verde oliva ...

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Lu Wan Zhao, de 25 años, polo de rayas, pantalón de tergal y calcetines blancos, tira de pala y empuja la gravilla en el pozo de agua color chocolate. Anclado en el pequeño terraplén, con el móvil a la cintura, trabaja en una obra en Pekín vestido como si fuera un oficinista. Son las 11.30 y no ha parado a comer porque, según dice con ironía, está "aprendiendo de Wang Jinxi", famoso trabajador modelo durante el apogeo petrolero en el norte de China en los años 60.

Su compañero, con la camiseta de currante enrollada hasta el esternón, descarga carretillas. Detrás, una tienda verde oliva clavada en el barro de la tormenta de la noche anterior alberga un camastro y toda la quincalla imaginable. "Trabajar, dormir, trabajar. Ésa es nuestra vida aquí, porque no podemos salir", dice.

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Lu, de la provincia norteña de Heliongjiang, es uno de los 640.000 emigrantes que viven encerrados en las 3.276 obras en marcha en la capital. Están transformando Pekín en lo que el sueño de algunos dirigentes denomina "una ciudad de clase mundial". El Gobierno ha decidido aislarlos en sus lugares de trabajo para impedirles los contactos y evitar contagios que podrían desembocar en la cuarentena de cientos de trabajadores y la paralización de las obras.

Sólo dos nuevos infectados

Lu, como los demás, vive preso de la neumonía, pese a que la situación se normaliza. El número de infectados ha caído por debajo de la decena desde el 26 de mayo. China registró ayer sólo dos infectados (en Pekín y Hebei) y por primera vez no hubo muertos. En Pekín han resultado contagiadas hasta ahora 2.522 personas y han muerto 181.

Lu trabaja en un proyecto de 4.000 viviendas, que ha obligado a desalojar a varios miles de familias y a demoler sus casas. Alrededor se elevan ya algunos inmuebles cubiertos de andamios y telas verdes, que recuerdan las instalaciones de los artistas Christo y Jeanne-Claude, conocidos por haber envuelto, entre otros edificios, el Reichstag de Berlín.

Sobre las telas verdes, grandes pancartas rojas recuerdan a los hasta 7.000 inmigrantes que llegan a dormir a pie de obra y que la neumonía es una amenaza que será derrotada: "Unidos venceremos estos tiempos difíciles". El acceso está controlado por guardias. "Quien no tiene tarjeta de identificación no puede entrar y los obreros no pueden salir", dice uno de ellos con la boca y la nariz cubiertos por una mascarilla.

Junto a los edificios en construcción hay varios campamentos. Algunos consisten en barracones de dos pisos con literas y otros en tiendas de campaña militares. Están rodeados de vallas, y cuentan con un segundo control.

A media mañana, los trabajadores van a la cantina, con un cuenco metálico y dos palillos. "Arroz y verdura. Sólo nos dan carne cada dos o tres días", muestra Wang, que forma parte de la cuadrilla que urbaniza las calles.

Una manifestante por la neumonía luce en Sydney (Australia) una mascarilla con la palabra "Mentiras".REUTERS

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