OPINION DEL LECTOR

La Encarnación

La plaza de la Encarnación sigue constituyendo un espacio cerrado, oculto a las miradas de los sevillanos. De vez en cuando aparece alguna noticia referente a nuevos hallazgos, desmantelamientos, promesas de la Administración de organizar actividades de puertas abiertas, presentación de proyectos sobre este espacio. Lo cierto es que ahí siguen las vallas. Tenemos que subir a las azoteas de los edificios colindantes para poder ver aparecer y desaparecer las casas almohades, las huellas de edificios tardorromanos, adivinar muros y pavimentos, con la sensación dolorosa de que estamos viendo, sin ...

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La plaza de la Encarnación sigue constituyendo un espacio cerrado, oculto a las miradas de los sevillanos. De vez en cuando aparece alguna noticia referente a nuevos hallazgos, desmantelamientos, promesas de la Administración de organizar actividades de puertas abiertas, presentación de proyectos sobre este espacio. Lo cierto es que ahí siguen las vallas. Tenemos que subir a las azoteas de los edificios colindantes para poder ver aparecer y desaparecer las casas almohades, las huellas de edificios tardorromanos, adivinar muros y pavimentos, con la sensación dolorosa de que estamos viendo, sin llegar a saber, y perdiendo, a medida que avanza esta excavación, siglos de la historia de Sevilla.

La exposición del Colegio de Arquitectos nos muestra lo ya desmantelado, se nos han ido los siglos XVIII y XVI, buena parte del XII, y lo más triste de todo es que ni siquiera hemos podido verlo.

Como docentes hemos reclamado el enorme valor didáctico que tenía este espacio, la suerte inmensa que para nuestra ciudad suponía el poder abrir una ventana a su historia en pleno centro, las enormes posibilidades de puesta en valor de los restos, desde el punto de vista cultural y turístico y la monstruosa falta de cultura y sensibilidad que demostraban nuestras autoridades en su empecinamiento por seguir adelante con el proyecto del aparcamiento subterráneo.

Con sensación de impotencia y vergüenza bordeamos el remedo de telón de acero que tenemos ante nuestros ojos, sospechando que esta falta de transparencia es deliberada. Sabemos que detrás del muro no están las ruinas de Pompeya. Está Sevilla, está Isbylia, está Híspalis, que desparecerán ante un concepto de modernidad trasnochado.

Antes de que siga este avance hacia el centro de la tierra, este agujero negro que está absorbiendo nuestra historia, como ciudadanos, como docentes, reclamamos a todas las Administraciones implicadas en este espacio nuestro derecho a ver y saber.

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