Tribuna:GUERRA EN IRAK | La diplomacia

La impostura humanitaria

En todas las guerras planea sobre el conflicto el problema humanitario, esto es, qué hacer (y cómo hacerlo) para aliviar la suerte de las víctimas desde una perspectiva estrictamente humanitaria. Ello plantea diversos problemas, y además suscita agrios debates, dentro de las organizaciones humanitarias, entre éstas y Gobiernos y organismos internacionales, y en el seno de la opinión pública. El problema es objetivo y debe ser tratado con todo rigor.

Por ejemplo, el Gobierno español ha enviado tropas a Irak con fines humanitarios, y ello incluye a las víctimas de los ataques de la coalic...

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En todas las guerras planea sobre el conflicto el problema humanitario, esto es, qué hacer (y cómo hacerlo) para aliviar la suerte de las víctimas desde una perspectiva estrictamente humanitaria. Ello plantea diversos problemas, y además suscita agrios debates, dentro de las organizaciones humanitarias, entre éstas y Gobiernos y organismos internacionales, y en el seno de la opinión pública. El problema es objetivo y debe ser tratado con todo rigor.

Por ejemplo, el Gobierno español ha enviado tropas a Irak con fines humanitarios, y ello incluye a las víctimas de los ataques de la coalición militar de la que forma parte. Estados Unidos ya había anunciado claramente la asistencia a los civiles durante e inmediatamente después de la guerra, planteada como una parte integral de su estrategia política y militar en Irak. La misma estrategia que se diseñó en Afganistán con el objetivo de "ganarse los corazones y las mentes" de la opinión pública. Y ello plantea a las organizaciones humanitarias diversos problemas. Por un lado, estamos ante un caso de asistencia humanitaria en una situación de emergencia. Por otro lado, disponemos de muchas experiencias previas en situaciones de este tipo. No es el día cero de la acción humanitaria.

Hay que asegurar que la ayuda se presta en función de las necesidades reales
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Las organizaciones humanitarias independientes no podemos aceptar esta peligrosa confusión. Es necesario diferenciar con claridad la acción militar de la acción humanitaria. El humanitarismo civil tiene como único objetivo responder a las necesidades de la población sin discriminación alguna y es independiente de consideraciones políticas de oportunidad, por lo que jamás podrá plantearse como una dimensión más de una respuesta militar. En efecto, la acción militar responde a una lógica; la acción humanitaria, a otra. El encuadramiento militar de ésta es un despropósito. El principio innegociable es el siguiente: las organizaciones humanitarias han de poder acceder a las víctimas y asistirlas según sus propios criterios, sin otra limitación que la propia seguridad de unos y otros. Y los contendientes tienen la obligación de facilitar esta actuación sin pretender manipularla o desviarla.

En los últimos años, a través de la experiencia adquirida en contextos como Somalia, Kosovo o Afganistán, hemos observado con preocupación el proceso de progresiva apropiación y manipulación de la acción humanitaria por parte de determinados gobiernos, porque a menudo la acción humanitaria se presentaba como la coartada moral. Ya sea de la inacción, como en la ex Yugoslavia entre 1991 y 1995, ya de la acción militar al servicio de objetivos políticos, como en Irak hoy. Estas manipulaciones políticas no son llevadas a cabo con el único fin de responder a las necesidades humanitarias de las poblaciones civiles en peligro, sino que son empleadas como un apoyo a las ambiciones políticas y militares. Desde el Centro de Operaciones Humanitarias con base en Kuwait se pretende establecer un mecanismo de "coordinación de la ayuda" que integre a las ONG. Y ello debe ser denunciado porque, o bien se acepta el encuadramiento militar de las actividades, o bien te quedas en la frontera. O bien la tercera opción: no aceptas la manipulación, evalúas la situación y actúas por tu cuenta con un elevado riesgo.

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Cuando los gobiernos deciden bombardear a una población y, a la vez, pretenden asistirla, la ayuda se convierte en un elemento más de la lógica bélica, no llega a las poblaciones más vulnerables y los actores humanitarios pasan a ser percibidos por la población como una de las partes en conflicto, limitando sus posibilidades de asistir a la población.

En Kosovo, la ayuda proporcionada por los ejércitos no llegó a las poblaciones más necesitadas ya que se centró exclusivamente en los campos de refugiados, lejos del alcance de las familias que se encontraban fuera. Una vez finalizados los bombardeos, el acceso a la población civil por parte de las organizaciones humanitarias fue complicado, ya que se había producido una pérdida de confianza hacia los actores humanitarios. En Afganistán comprobamos cómo el lanzamiento de raciones de comida desde el aire por parte de la coalición militar fue totalmente inefectiva y puso en peligro a mucha gente dada la elevadísima cantidad de minas antipersona diseminadas por todo el país.

Las guerra en Irak está produciendo numerosas víctimas civiles como consecuencia directa o indirecta de los bombardeos. Es fundamental que se permita el acceso libre e independiente de las organizaciones humanitarias en ciudades como Bagdad, Basora o Mosul para poder evaluar las necesidades y asegurar que la ayuda se presta en función de las necesidades reales, libre de objetivos políticos y militares. Y esta reivindicación es firme. Que la opinión pública no se equivoque: más que nunca, los humanitarios han de poder ocuparse de las víctimas según sus necesidades y sin discriminaciones de ningún tipo. Por ello, y a fin de garantizar esta independencia de acción, las organizaciones humanitarias no podemos aceptar ni los fondos para ayuda humanitaria procedentes de los gobiernos implicados en el conflicto ni la subordinación de nuestra acción en el terreno a una autoridad militar.

Eric Stobbaerts es director general de Médicos Sin Fronteras-España, y Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona.

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