Editorial:

Fusilamientos en Cuba

La ejecución de tres ciudadanos cubanos que intentaron secuestrar un lanchón para dirigirse a Estados Unidos supone un gravísimo salto cualitativo del régimen comunista cubano. Esta misma semana acaba de dictar severas sentencias contra un grupo de disidentes, a los que los tribunales castristas consideran culpables de conspirar con Estados Unidos. El crimen de los 78 opositores ha sido encontrarse regularmente con diplomáticos de la Oficina de Intereses estadounidense en la isla.

Que después de 43 años de poder absoluto, y al amparo de la guerra en Irak, Fidel Castro haya desatado la m...

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La ejecución de tres ciudadanos cubanos que intentaron secuestrar un lanchón para dirigirse a Estados Unidos supone un gravísimo salto cualitativo del régimen comunista cubano. Esta misma semana acaba de dictar severas sentencias contra un grupo de disidentes, a los que los tribunales castristas consideran culpables de conspirar con Estados Unidos. El crimen de los 78 opositores ha sido encontrarse regularmente con diplomáticos de la Oficina de Intereses estadounidense en la isla.

Que después de 43 años de poder absoluto, y al amparo de la guerra en Irak, Fidel Castro haya desatado la mayor oleada represora en una década muestra hasta qué punto teme por la supervivencia del petrificado régimen que encarna y hasta dónde desprecia la opinión internacional. Su recurso a métodos propios de las etapas más oscuras del comunismo es un recordatorio brutal de que con Castro vivo cualquier posibilidad de democratizar Cuba es sólo un sueño.

¿Qué amenaza exactamente a Castro en un país donde el partido único lo controla todo, incluidos los medios de comunicación? La oposición condenada esta semana a penas descabelladas es un grupo de pacíficos periodistas, intelectuales y defensores de los derechos humanos, la mayor parte de ellos desconocidos fuera de Cuba, que ha tenido la osadía de recoger las firmas de 20.000 ciudadanos pidiendo una democratización del régimen dentro de la Constitución, el llamado Proyecto Varela.

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Con el desplome del comunismo y el progresivo aislamiento de Cuba, Fidel Castro ha venido utilizando su tolerancia hacia la inofensiva oposición como moneda de cambio para mantener sus relaciones económicas con el mundo capitalista y su particular tira y afloja con Washington. Las ejecuciones y las condenas de esta semana señalan una ruptura absoluta con este modelo contemporizador, pese al estado agónico de la economía de la isla. Ruptura que augura una escalada con EE UU de imprevisibles consecuencias, atizada en el último mes por el secuestro o intento de secuestro por ciudadanos cubanos de seis aviones que pretendían desviar hacia Florida.

El autócrata que fuera revolucionario ha decidido que el control político de la isla, su objetivo único y vitalicio, ha de mantenerse a cualquier precio, aunque ello le cueste el apoyo que pudiera quedarle entre los países democráticos. La UE, que iba a estudiar la inclusión de Cuba en el acuerdo preferencial de Cotonú, debe tomar nota de cómo entiende La Habana el respeto de los derechos humanos y las libertades.

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