GUERRA EN IRAK | El debate en Londres

Blair quiere que la ONU apoye el futuro Gobierno de Irak

El primer ministro británico aclara que Londres no respalda un ataque a Siria o Irán

El primer ministro británico, Tony Blair, evitó ayer contestar a las reiteradas preguntas de la oposición acerca de cómo y durante cuánto tiempo va a estar Irak bajo control extranjero una vez que la coalición gane la guerra. Fueron tantas sus evasivas, que acabó contestando por omisión: de sus palabras se dedujo inequívocamente que será Washington quien gobierne Irak y que su objetivo ahora se reduce a conseguir que esa tutela tenga al menos el respaldo de la ONU.

Blair aseguró el martes a sus ministros que en su visita de la semana pasada al presidente de Estados Unidos, George W. Bus...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El primer ministro británico, Tony Blair, evitó ayer contestar a las reiteradas preguntas de la oposición acerca de cómo y durante cuánto tiempo va a estar Irak bajo control extranjero una vez que la coalición gane la guerra. Fueron tantas sus evasivas, que acabó contestando por omisión: de sus palabras se dedujo inequívocamente que será Washington quien gobierne Irak y que su objetivo ahora se reduce a conseguir que esa tutela tenga al menos el respaldo de la ONU.

Más información

Blair aseguró el martes a sus ministros que en su visita de la semana pasada al presidente de Estados Unidos, George W. Bush le había ido "mejor que nunca". Sin embargo, las evasivas que utilizó ayer en los Comunes para no responder con claridad a las preguntas de la oposición confirman la impresión de desacuerdo que destilaron ambos líderes en la conferencia de prensa en Camp David acerca de uno de los temas fundamentales de la reunión: quién gobernará Irak después de la guerra. Mientras Bush insistió en el papel que jugará Washington, Blair seguía refiriéndose genéricamente a Naciones Unidas.

Ayer, al sortear una y otra vez las preguntas directas planteadas por conservadores, liberales y nacionalistas escoceses, Blair vino a reconocer que ya sólo aspira a que al menos el Consejo de Seguridad dé su bendición a lo que Washington decida hacer en la administración de Irak. Pero en ese caso la diplomacia británica deberá trabajar con más habilidad que en el pasado reciente si no quiere ocasionar un nuevo enfrentamiento con París y Berlín, que se oponen a una resolución que legitime la invasión de Irak.

En sus respuestas en el Parlamento, Tony Blair insistió varias veces de manera retórica en que es "el pueblo iraquí" quien tiene que hacerse cargo del Gobierno del país y que eso debe ocurrir "lo antes posible". Concedió que, de entrada, serán las fuerzas de la coalición presentes sobre el terreno quienes se harán cargo de la situación. Y señaló que "la manera más inteligente de proceder es reconocer el principio básico de que cualquier acuerdo transitorio y la autoridad interina de Irak deben tener el respaldo de Naciones Unidas".

Blair tuvo también que echar mano de sus mejores dotes de abogado para eludir otro espinoso asunto planteado con insistencia por los diputados: las amenazas de Estados Unidos a Irán y Siria. El primer ministro tuvo la habilidad de desmarcarse de cualquier compromiso de futuro con Washington para atacar esos países y al mismo tiempo conseguir que eso no pareciera una crítica o un desapego hacia Estados Unidos. "Lo que han dicho los norteamericanos, y nosotros les apoyamos en eso, es que no consideraríamos aceptable que se estuvieran enviando equipamientos desde Siria a las fuerzas iraquíes sobre el terreno, o que hubiera alguna sugerencia de apoyo en Irán a las tropas que están atacando a las fuerzas de la coalición", respondió. Ante la insistencia de la oposición, Blair tuvo que aclarar que el Reino Unido "no tiene absolutamente ninguna intención" de invadir Siria o Irán.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Marcar distancias

Por la mañana, el ministro de Asuntos Exteriores, Jack Straw, ya había marcado distancias ante la posibilidad de que Estados Unidos estuviera planeando un futuro ataque a Siria o a Irán tras la actual guerra con Irak. "Me preocuparía que eso fuera cierto", declaró a BBC Radio. "No es verdad y no tenemos nada que ver con un planteamiento de ese tipo", añadió Straw. Pero si acabara siendo verdad, si Bush decidiera hacer caso al ala más radical de su Administración y seguir con sirios e iraníes el camino emprendido en Afganistán e Irak, la alianza con Tony Blair sería insostenible.

En el caso de Irak, el primer ministro ha podido refugiarse en el peligro de las armas de destrucción masiva y en los muertos que Sadam Husein tiene a sus espaldas para afrontar y vencer a los rebeldes laboristas. Pero al mismo tiempo ha empeñado su palabra política en que después de Irak lo más importante es impulsar la paz en Oriente Próximo y acabar con el doble rasero con el que Washington ha tratado desde siempre a israelíes y palestinos.

El Reino Unido comparte la manera moderada con que el conflicto palestino se aborda en Europa, que choca con el radicalismo de Estados Unidos y con su tradicional apoyo a Sharon. Y lo último que necesita Tony Blair es un nuevo conflicto en la zona y, precisamente, con dos países a los que la diplomacia británica ha cultivado en los dos últimos años.

El primer ministro británico visitó Damasco en noviembre de 2001 en una gira para recabar apoyos para la coalición contra el terrorismo tras el ataque a las Torres Gemelas. Y un año después, en diciembre de 2002, el presidente Bashar al Assad visitó Londres y fue recibido por Blair en Downing Street.

También Irán ha estado en la agenda británica. El ministro británico de Exteriores, Jack Straw, viajó a la capital, Teherán, en octubre del año pasado, convirtiéndose en el primer secretario del Foreign Office que pisa suelo iraní desde la revolución de 1979.

Archivado En