Crónica:LA CRÓNICA

La ciudad paciente

Barcelona se desplaza rápido y a menudo hay elementos urbanos que quedan fijos, detenidos, fosilizados y finalmente convertidos en estratos. Algunos de sus ciudadanos pintan mensajes en las paredes. Se han dado cuenta de que deben ser prácticos o la dinámica de la ciudad los estratifica. Por ejemplo, en la calle de Muntaner, casi llegando a València, hay una pintada hecha con spray de color plata brillante. Dice: "Moros, fura". Es impensable que a un grafitero castellanopintante, con la precipitación, se le escape una letra del medio. Cuando a uno le atrapan con las manos en el ...

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Barcelona se desplaza rápido y a menudo hay elementos urbanos que quedan fijos, detenidos, fosilizados y finalmente convertidos en estratos. Algunos de sus ciudadanos pintan mensajes en las paredes. Se han dado cuenta de que deben ser prácticos o la dinámica de la ciudad los estratifica. Por ejemplo, en la calle de Muntaner, casi llegando a València, hay una pintada hecha con spray de color plata brillante. Dice: "Moros, fura". Es impensable que a un grafitero castellanopintante, con la precipitación, se le escape una letra del medio. Cuando a uno le atrapan con las manos en el spray, lo normal es que se le escape una letra del final. Con lo cual, deducimos que la razón debe de ser otra y apunta a causas mucho más profundas. Quizá es una nueva generación de grafiteros, no ya xenófobos y bilingües, sinó bífidos. "Moros, fura" sería el primer eslabón del catañol, la futura lengua de Cataluña. Un cruce perfecto entre "Moros, fuera" y "Moros, fora" . He aquí la máxima practicidad: la imaginación del ciudadano se adelanta a la ciudad y se sienta a esperarla.

La ciudad nunca se detiene, pero es generosa. Se ha dejado pintar y repintar muchas veces, a veces con gran inteligencia

Hemos cazado otro ejemplo de tozudez y praxis de la ciudadanía. Se encuentra en el suelo, en el cruce de Peu de la Creu con Joaquim Costa. Hasta hace poco lucía la típica palabra stop en pintura blanca. Desde hace unos días, lleva el añadido war debajo. Leemos: "Stop war", o sea, parar la guerra. Más práctico imposible. Lo curioso de este caso es que la palabra war se ha imprimido con plantillas iguales a las que tiene el Ayuntamiento para poner stop. Ello, les guste o no a los pacifistas, los aleja peligrosamente de lo alternativo. Hubieran podido añadir war a golpe de brocha, pero no. Se fabricaron su plantillita. Un gesto que les dignifica, por cachondos. Puestos a pedir la paz, que sea con ironía, es decir, con inteligencia.

Guardamos para el final el caso más conmovedor. Sirve para reconciliarte con la ciudad, por más que ésta se nos escape a menudo de las manos. Por una vez y sin que sirva de precedente vamos a hablar de algo que no está, pero que ha existido muchos años. Se trata de una pintada reivindicativa que, durante todo el tiempo que estuvo visible, se fue reciclando año tras año. Probablemente recordarán que la crónica de sucesos, en diciembre de 1992, trajo la noticia del asesinato del joven Pedro Álvarez en L'Hospitalet por un disparo de alguien que huyó en coche. Hubo un clamor ciudadano porque todos los indicios apuntaban a un policía como autor del asesinato. Fue imposible demostrarlo y el caso se estancó. Los familiares y amigos no estuvieron de acuerdo y se conjuraron para que la muerte de Pedro no se olvidara. En la Verneda, el barrio donde vivía el chico, aparecieron en 1999 unas pintadas reivindicativas. La movilización social, en ese momento, impidió que un nuevo cambio de juez archivara definitivamente el caso. Pues bien, en el cruce del Pont del Treball con la calle de Berenguer de Palou apareció la siguiente pintada: "Siete años sin Pedro asesinado por la policía en L'Hospitalet". Al año siguiente alguien pintó de blanco el siete, y lo substituyó por un ocho. Luego se tachó el artículo determinado por el indeterminado y quedó: "Ocho años sin Pedro, asesinado por un policía en L'Hospitalet". Bien hecho, no tenían por qué incriminar a todo un colectivo. Al año siguiente se volvió a corregir. Se dejó en: "Nueve años sin Pedro, asesinado en L'Hospitalet". Mejor no mentar a la policía, a ver si así la cosa va más rápida. Nada, ni flores. Nos imaginábamos a los pobres amigos de Pedro en su convocatoria anual para reivindicar su injusta muerte. Tenían muchas pintadas que corregir. Así, año tras año, cada vez más viejos y cansados. Y cada vez con el recuerdo de Pedro más lejos. Pero ellos, tercos, dale que dale. Hasta el día en que ya no pudieron más. Y lo dejaron correr. Y ahí están los amigos, padres y parientes de Pedro, amargados y desengañados. Tiene mérito y desde aquí, aunque la pena y el corazón roto nadie lo pueda arreglar, un saludo y una felicitación al entorno de Pedro: han aguantado la tira de años fieles a su deseo de reivindicar el esclarecimiento del asesinato de su amigo. La pintada a que nos referimos se estancó en el número nueve y aún aguantó hasta el año pasado, junto con otra igual, en la Rambla de Prim. No hace mucho pasé por allí y la pintada ya no estaba. Se había blanqueado. Dentro de poco, a poca distancia, se alzará la nueva estación del AVE de Barcelona en la Sagrera. Un estrato histórico tapa a otro. Las generaciones se suceden. La ciudad nunca se detiene, pero es generosa. Se ha dejado pintar y repintar por los pobres amigos de Pedro. Son héroes anónimos, que también han hecho ciudad. Y prácticos: aprovechaban la pintada porque probablemente era de noche y se tenía que madrugar.

Como ven, al final nos ha salido tan sólo un álbum de fotos mojigatas (y movidas) de la ciudad en marcha.

Mercè Rodoreda, en su libro La mort i la primavera, dice: "Les coses soles es fan velles de pressa, però ben acompanyades per les persones, triguen més i envelleixen d'una manera diferent, com si en comptes de fer-se lletges es fessin boniques". La ciudad es la suma de todo. Y, como las cosas que comenta la Rodoreda, en cuanto se queda sola, adiós.

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