Tribuna:GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

La torpeza de Bush en el asunto del 'So San'

El autor afirma que la decisión tomada por la Casa Blanca sobre el barco norcoreano con misiles Scud humilló a España e hizo quedar a EE UU como un idiota

El Comité de Relaciones Exteriores del Senado, bajo su nuevo presidente, Richard Lugar, debería situar como primer punto de su orden del día una investigación sobre la torpe y miope toma de decisiones en el asunto So San. Nuestra Agencia Nacional de Seguridad, dicho sea en su honor, detectó el movimiento de 15 misiles Scud y 85 bidones de productos químicos desde una fábrica de Corea del Norte hasta su carga secreta a bordo del mercante So San, e hizo el seguimiento del buque sin bandera alrededor del mundo hasta el Mar Arábigo. La CIA fue incapaz de determinar el cliente de esas...

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El Comité de Relaciones Exteriores del Senado, bajo su nuevo presidente, Richard Lugar, debería situar como primer punto de su orden del día una investigación sobre la torpe y miope toma de decisiones en el asunto So San. Nuestra Agencia Nacional de Seguridad, dicho sea en su honor, detectó el movimiento de 15 misiles Scud y 85 bidones de productos químicos desde una fábrica de Corea del Norte hasta su carga secreta a bordo del mercante So San, e hizo el seguimiento del buque sin bandera alrededor del mundo hasta el Mar Arábigo. La CIA fue incapaz de determinar el cliente de esas armas ofensivas, poco fiables en combate militar, pero útiles para infundir terror a las ciudades. El Departamento de Estado y el de Defensa, preocupados por que el cliente final fuera Irak, embarcaron a España en la misión de detener y abordar el buque.

Aparentemente, nadie consideró detenidamente la crisis lo suficiente como para preguntarse ¿qué hacemos cuando encontremos los misiles?, ¿qué pasa si están destinados a un aliado en la guerra contra Al Qaeda como Egipto, Yemen o Arabia Saudí?, ¿cuál es nuestra política sobre la introducción de armas terroristas en un polvorín? Y entonces intervino Saleh. El dictador de Yemen, Alí Abdullah Saleh, reclamó el cargamento destructivo, por el cual, según me han dicho, había pagado a Corea del Norte 41 millones de dólares.

Los funcionarios estadounidenses estaban atónitos. ¿No nos había asegurado Saleh hace 18 meses, cuando adquirimos su apoyo en la guerra contra el terrorismo, que ya no compraría más Scud a Corea del Norte? Sus disputas con los saudíes y los eritreos hacía tiempo que se habían resuelto; la única explicación lógica es que planeaba revender el cargamento secreto, consiguiendo un enorme beneficio, a una nación o grupo que no nos desea nada bueno. El yemení insistió en que había comprado los misiles años antes de habernos hecho la promesa y no había surgido la ocasión de decírnoslo. Nadie creyó esa explicación, pero Saleh nos permite matar a los líderes de Al Qaeda en su territorio, y lo que sabemos de este envío es que no podrá revenderlo fácilmente.

Así que el presidente Bush decidió sacrificar el principio de la prohibición de que entre armamento con usos terroristas en una zona de guerra en aras de la utilidad. En lugar de sugerir un compromiso justo -"le reembolsaremos los 41 millones que ha pagado y nos incautaremos de la carga"-, optó por apaciguar a un aliado poco fiable y devolvió los 15 misiles, junto con los productos químicos no identificados, al hombre que había hecho quedar a EE UU como un idiota.

Como la noticia de nuestra decisión se hizo pública antes de haber alertado a Madrid, humillamos a un verdadero aliado, España, que -a petición nuestra- había puesto en peligro las vidas de sus marinos disparando sobre la proa de un buque hostil y abordándolo. España ha sido un incondicional seguidor europeo de la campaña contra Sadam y está casi sola a nuestro lado instando a la admisión de Turquía en la UE. La señal que hemos enviado con el asunto So San a los otros ocho aliados de EE UU que patrullan las aguas contra Al Qaeda en la región es la siguiente: arriesguen un brazo por EE UU y luego observen cómo serramos ese brazo detrás de ustedes.

Mientras tanto, los norcoreanos se apresuraron a aprovechar la detención en alta mar del buque sin bandera presentándolo como un insulto. Pyongyang anunció sus planes para iniciar la producción de plutonio, lo que podría verse como un uso provocativo de los útiles 41 millones de Saleh.

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El embarazo de la Administración de Bush ante esta airada reacción a su giro de 180 grados en alta mar fue acentuado por el ex presidente Bill Clinton. Éste adoptó una fiera postura en Rotterdam: "La verdad es que preparamos planes para atacar a Corea del Norte y destruir sus reactores", declaró el halcón retroactivo a un foro de seguridad, "y les dijimos que atacaríamos a menos que pusieran fin a su programa nuclear". (Hablando de secretismo: ¿quién sabía en 1994 que los cow-boys de la Casa Blanca de Clinton estaban amenazando con la guerra preventiva?).

El asunto So San, aún envuelto en el secreto diplomático, no muestra en su mejor momento a la agencia de Seguridad Nacional de Bush. Aunque disponía de una gran ventaja temporal proporcionada por los satélites espía, Bush no formuló planes para hacer frente a contingencias operativas; humillado por un traicionero yemení, el presidente hizo que el portavoz de la Casa Blanca se batiera en retirada ofreciendo una serie de detalles nimios para encontrar una explicación convincente de un paso atrás político en la proliferación de armas terroristas. Es cierto que necesitamos la ayuda del inestable Yemen. Pero Bush tiene la obligación de hacer entender a nuestros socios menos respetables que ellos necesitan más a EE UU

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