Crítica:COMER

Ajo blanco de fresas en una casa de comidas

EL ABREVADERO, en Barcelona, se renueva de la mano del joven 'chef' Maren Rodrigo

Durante décadas, El Abrevadero fue una casa de comidas modesta, típica de barrio, situada junto al Paralelo barcelonés, cuyos orígenes se pierden en los avatares de 1917. A partir de 1998, con el cambio de propiedad del local y la llegada a sus cocinas del joven Jordi Vila, cocinero que revolucionó la carta por completo, su nombre comenzó a figurar entre las listas de restaurantes creativos de Barcelona. Desde el pasado mes de abril, con la inesperada salida de Vila, El Abrevadero habría regresado al olvido de no ser por la llegada del joven vasco Maren Rodrigo Urdangarín, discípulo de Juan Ma...

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Durante décadas, El Abrevadero fue una casa de comidas modesta, típica de barrio, situada junto al Paralelo barcelonés, cuyos orígenes se pierden en los avatares de 1917. A partir de 1998, con el cambio de propiedad del local y la llegada a sus cocinas del joven Jordi Vila, cocinero que revolucionó la carta por completo, su nombre comenzó a figurar entre las listas de restaurantes creativos de Barcelona. Desde el pasado mes de abril, con la inesperada salida de Vila, El Abrevadero habría regresado al olvido de no ser por la llegada del joven vasco Maren Rodrigo Urdangarín, discípulo de Juan Mari Arzak que de momento está logrando mantener el pulso de este establecimiento.

Y como si la transición fuera coser y cantar, la carta ha empezado a renovarse sin brusquedades llamativas. Son tan parecidas las cocinas de autor que se elaboran en España en estos momentos, que lamentablemente un cocinero vasco puede sustituir a un catalán sin que se aprecien diferencias en los platos. Mal que nos pese, cada vez hay menos fidelidad a las raíces. El temor a la terrible uniformidad es ya un hecho irreversible. Bajo el paraguas de una cocina mediterránea evolucionada -concepto ambiguo- se arropan ahora todos los estilos.

EL ABREVADERO

6. Vila y Vilá, 77. Barcelona. Teléfono: 934 41 38 93. Cierra domingos noche y lunes. Precio: entre 30 y 40 euros. Menú degustación, 36 euros. Menú del día, 8,50 euros. Coca de sardinas con arbequinas, 8 euros. Arroz con ñoras y cigalas, 15,75 euros. Charlota de pintada con berenjenas, 13,75 euros. Pan de especias con crema de curry y helado de coco, 5,75 euros. Pan ... 5,5 Café ... 4 Bodega ... 5,5 Ambiente ... 6 Servicio ... 6 Aseos ... 6

Nuevas recetas

Aunque es cierto que en El Abrevadero hay voluntad de conservar algunas de las recetas que dieron fama a Vila, las nuevas suenan parecido. Lo ratifica el ajo blanco de fresas, que sería un gazpacho sensacional si no fuera porque los tropezones de pan frito, guarnición superflua, enchumbados y rancios, no son de recibo. Mejor suerte corre la coca de sardinas, deliciosa, aunque no perfecta por el excesivo regusto dulzón a cítricos. ¿A qué viene esa enfermiza obsesión entre la vanguardia culinaria española por mezclar sabores salados y dulces? Resulta agradable la bola (atadillo) de patata con butifarra de perol y gambas de Palamós, y bastante conseguido el arroz de ñoras con cigalas, vieja especialidad de Vila en la que sólo incomodan las coriáceas colmenillas.

El listón vuelve a caer con la suprema de merluza al vapor, taco demasiado seco al que no beneficia nada el polvo de jengibre que la adereza. Y sube de nuevo con la charlota de pintada con berenjena, deliciosa, tal vez lo mejor de la carta. Los precios, moderadamente contenidos, intensifican la rara impresión de estar en una casa de comidas con cocina creativa.

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LOS MAGNÍFICOS POSTRES DE MIKEL ALBIZU

UNO DE LOS GRANDES atractivos de esta casa son sus menús. El de diario, que se tarifa a 8,50 euros (pan, vino o agua e IVA incluidos), constituye su mayor señuelo. Permite elegir entre tres primeros, dos segundos y dos postres. Un día cualquiera, por ejemplo, se puede optar entre ensalada, gazpacho o salteado de verduras para abrir boca. Después, pollo en tempura o verdel confitado, y al final, sus famosos postres, o bien el bizcocho de calabaza con salsa de yogur o el helado de vino de rioja con canela. Oferta reconfortante que teniendo en cuenta la envergadura de la cocina constituye una auténtica bicoca. El menú degustación (36 euros, IVA no incluido), mucho más importante, incorpora dos entrantes, dos segundos y un postre. Se trata de platos escogidos de la carta en los que sólo mengua el tamaño de las raciones. Pero donde la casa da verdaderamente la talla es en el apartado dulce. Tan interesantes son los postres que prepara el navarro Mikel Albizu, que vale la pena hacer un hueco. Sus composiciones golosas, todas a la última, juegan con los contrastes de texturas y temperaturas, incorporan especias y hierbas aromáticas, helados, gelatinas y frutas. Es magnífico el pan de especias con crema de curry y helado de coco, y muy resultón el helado de dulce de leche con bavarois de whisky. Aunque la bodega no es muy variada, se aprecia un esfuerzo por tener una representación de todas las zonas vinícolas españolas. En el café, horrible, prepondera un tremendo gusto amargo.

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