Los Quince acuden a Barcelona con enormes dudas sobre la liberalización de la energía

Loyola de Palacio trata de romper a toda costa la 'alianza' entre Francia y Alemania

La apertura del mercado energético de la UE, la papeleta más delicada de la cumbre de Barcelona, peligra. Aunque todos los países cumplen los niveles mínimos legales fijados por Bruselas, sólo ocho tienen garantizada su apertura real en 2005. Otros tres países abrirán efectivamente su mercado en 2007, y los cuatro restantes, Francia entre ellos, se quedarán colgados. Pero esta apertura será sólo para las empresas, no para los particulares. A pocos días de la cumbre, nadie habla ya de los millones de consumidores que no podrán escoger suministrador y que pagan la luz un 30% más cara que en EE U...

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La apertura del mercado energético de la UE, la papeleta más delicada de la cumbre de Barcelona, peligra. Aunque todos los países cumplen los niveles mínimos legales fijados por Bruselas, sólo ocho tienen garantizada su apertura real en 2005. Otros tres países abrirán efectivamente su mercado en 2007, y los cuatro restantes, Francia entre ellos, se quedarán colgados. Pero esta apertura será sólo para las empresas, no para los particulares. A pocos días de la cumbre, nadie habla ya de los millones de consumidores que no podrán escoger suministrador y que pagan la luz un 30% más cara que en EE UU.

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Aunque la presidencia española de la Unión Europea se ha fijado la liberalización energética como una prioridad para la reunión de jefes de Gobierno de Barcelona, en las últimas horas Madrid teme un fracaso. Contrariamente a los augurios optimistas expresados por el vicepresidente del Gobierno español Rodrigo Rato a sus colegas europeos, el mercado eléctrico de la UE se obstina en no tener remedio.

Sólo cuatro países cumplen con creces la apertura de sus mercados eléctricos: Suecia, Reino Unido, Alemania y Finlandia, que decidieron liberalizar de golpe, anticipándose al resto, de manera que desde el año 2000 disfrutan de una apertura total (el cien por cien).

Existe un segundo grupo de Estados, encabezados por Austria y Holanda, que culminarán su liberalización en el año 2003 y que disponen ya de un grado de apertura del 30%. Son los que decidieron realizar el salto en dos fases; entre ellos se encuentra España, con una apertura del 45% y la promesa de alcanzar el 100% en 2003. Le sigue Dinamarca, que prevé alcanzar una apertura del 90% el próximo año.

En el tercer pelotón destacan los países que han abordado el proceso en tres fases y que aplazarán hasta 2007 la apertura total. Entre ellos figuran Bélgica, Irlanda y Luxemburgo, países con aperturas actuales que oscilan entre el 30% y el 50%. Finalmente, los rezagados: Francia, Portugal, Italia y Grecia, con niveles de apertura de entre el 30% y el 45%, todavía no han fijado una fecha para la total liberalización.

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La cumbre de Barcelona trabajará a partir de este calendario efectivo basado en los niveles declarados por los países miembros. Sin embargo, a juicio de los expertos y analistas del sector, los datos oficiales, país por país, se encuentran hinchados si se comparan con la situación real de los mercados nacionales, de marcado carácter oligopolístico en muchos casos.

Alemania, Francia e Italia, que por extensión y situación conforman el núcleo central del mercado interior europeo de la energía, son precisamente los países que en este momento dificultan el compromiso de apertura de la UE a causa de la asimetría de sus respectivas aperturas.

En Alemania operan seis compañías eléctricas (véase el gráfico adjunto) vinculadas a los principales länder y a inversores institucionales. Las compañías de mayores dimensiones, EnBW y RWE entre ellas, con una cuota de mercado del 63%, mantienen diferencias importantes con la empresa nacional francesa EDF. Las firmas alemanas, que sobre el papel deciden sus estrategias sin estar sujetas a excesivos reglamentos, han sido presionadas por Berlín para que disminuyan sus importaciones de electricidad de Francia si París no da pasos más decididos hacia la apertura.

Pero esa mala relación en los mercados no es ningún obstáculo a la hora de establecer pactos en las mesas negociadoras. Así se vio en la cumbre de Estocolmo, cuando Alemania respaldó el veto de Francia a la fijación de una fecha definitiva para la apertura del mercado energético. Alemania no acepta implantar en su territorio un regulador independiente -al estilo de la Comisión Nacional de la Energía en España-, pero está dispuesta a cambiar de postura en Barcelona si a cambio de ello consigue mantener las reglas del juego de su sistema eléctrico, basado en que son las mismas empresas las que negocian el acceso a las redes de transporte.

La comisaria europea de Energía y Transportes, Loyola de Palacio, negocia acuerdos con ambos países. Con Francia ha pactado una apertura parcial de su mercado y con Alemania una nueva autoridad reguladora, que Berlín aceptará siempre que sea compatible con su sistema vigente.

Partiendo de este escenario, fuentes de la Comisión admiten que el resultado de la reunión de Barcelona depende en gran medida de la ruptura del eje Berlín-París, una alianza contra natura establecida entre uno de los mercados energéticos más abiertos de la UE y el más cerrado.

La cumbre quiere impulsar también las redes transeuropeas de energía. El objetivo es llegar a una interconexión eléctrica del 10% de la producción de la UE, pero obviando también aquí el compromiso de alcanzarlo en el año 2005.

El consenso de Francia

Francia rechaza el establecimiento de un calendario para la apertura de los mercados europeos de la electricidad y del gas. Pese a la defensa numantina de sus compañías monopolísticas -EDF y Gas de France-, París arrastra al resto de la UE. Primero impuso que sólo se liberalizara el mercado de los grandes clientes, empresas y profesionales, y ahora exige, a cambio de una primera apertura, la garantía del servicio público.

La Comisión, por su parte, admite que esta garantía de servicio no tiene sentido en una sociedad desarrollada, y espera que en Barcelona los jefes de Gobierno lo recojan. Bruselas propuso hace un año acelerar el proceso de liberalización, planteando nuevas fechas: 2003 y 2004, respectivamente, para la apertura definitiva de la electricidad y del gas a empresas, y 2005 para el consumidor. Pero, a partir del fracaso de Estocolmo, todo ha quedado frenado y nadie ha querido ir más allá del cumplimiento legal de las directivas de 1996 y 1998. Así las cosas, si verdaderamente hay un consenso, éste es el que marca Francia, el país más reticente ante el reto de la apertura.

Los jefes de Estado se plantean el objetivo de superar sus diferencias en Barcelona y dar un impulso político a las reformas estructurales acordadas hace dos años en la cumbre de Lisboa. El compromiso sigue siendo convertir la UE en el área económica más competitiva del mundo.

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