OPINIÓN DEL LECTOR

Hospital Puerta de Hierro

En los días navideños acompañé a mi madre, señora con más de ochenta años, a hacerse unas últimas pruebas para 'unas operaciones' algo delicadas y quiero comentarles mis experiencias.

Cuando a una paciente le mandan hacer una resonancia vaginal, tiene que beber como seis litros de líquido antes de la prueba. En el pasillo sólo hay un retrete, y en el hall de entrada sólo hay 'uno', las colas son como en una estación de Renfe de la España profunda de los años veinte, de los que viajaban en tercera clase. Pero, eso sí, a escasos metros hay una tienda, como un todo a cien, co...

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En los días navideños acompañé a mi madre, señora con más de ochenta años, a hacerse unas últimas pruebas para 'unas operaciones' algo delicadas y quiero comentarles mis experiencias.

Cuando a una paciente le mandan hacer una resonancia vaginal, tiene que beber como seis litros de líquido antes de la prueba. En el pasillo sólo hay un retrete, y en el hall de entrada sólo hay 'uno', las colas son como en una estación de Renfe de la España profunda de los años veinte, de los que viajaban en tercera clase. Pero, eso sí, a escasos metros hay una tienda, como un todo a cien, con un gran espacio. Para conseguir hora y día en las pruebas urgentes, ya que la operación es inmediata (y cada día que pasa esa maldita enfermedad está comiendo a muchos pacientes), tienes que correr por pasillos, sótanos, contar la misma película y, si tienes suerte, puedes salir diciendo gracias a Dios. El día de los Santos Inocentes estaban citando a las pruebas de resonancias urgentes para el 10 de febrero. Una de las señoras de la cola me decía 'ayúdeme'. Ella estaba sola. No le contesté, le puse mi mano en su hombro, me sonrió, después la vi en la parada del autobús. Su rostro lo tengo en mi mente. No he dormido pensando en ella.

Como portavoz de mi familia, quiero hacer un pequeño 'gran homenaje' a esos cientos de profesionales que trabajan en ese hospital. Los facultativos son extraordinarios, pero, para darte la noticia que a ninguno nos gustaría oír, te lo comunican en una especie de trastero o en los pasillos. Cualquier chiquilicuatre hoy día tiene un despacho, menos estos profesionales que te tienen que comunicar que tu vida peligra. Me imagino que nuestra familia real, de la cual presumo, no tendrá tiempo de ver cómo están los hospitales públicos, a pesar de que está viviendo como cualquier ciudadano lo que es una grave enfermedad. ¿Les dejarán ver la realidad? Con el humor de nuestro querido Rey y si su cargo lo permitiese, pienso que haría lo mismo que yo: escribir.

Señora Villalobos, señor Ruiz-Gallardón y alcalde, abran los ojos y trabajen sin descanso sobre este asunto. Los ciudadanos sólo queremos dos cosas con nuestros impuestos: sanidad y educación.

Por último, alcalde, perdone, pues aparqué en una plaza reservado a minusválidos. Mi madre padece artrosis en gran parte de su cuerpo, y cuando salimos de salvar todas estas barreras, un agente de su Policía Municipal me estaba poniendo una multa (desde las ocho nunca hay aparcamiento). Solamente le dije 'mire a mi madre'. Él me respondió. '¡Sólo lleva un bastón!'. Las 14.000 pesetas se las pagaré, y si es posible dónelas en mi nombre al hospital para con ese dinero comprar una taza más de retrete.

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