Columna

La economía del miedo

La recesión global era anterior, pero se ha profundizado al reducir el terrorismo el consumo de los ciudadanos

Se abre la televisión y contemplamos horrorizados la destrucción de las Torres Gemelas y del Pentágono: hay miles de muertos. Ha comenzado un nuevo mundo. Asistimos no sólo a la globalización de la economía, sino a la aparición del terrorismo global. Los atentados son el detonante de una coyuntura que, en parte, había arrancado bastante antes. Lo hemos conocido empíricamente con posterioridad, pero antes del 11 de septiembre ya estaban plantadas las semillas de la primera recesión global del planeta, de la que sólo se salva China, una de las zonas menos globalizadas y, por lo tanto, con menor ...

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Se abre la televisión y contemplamos horrorizados la destrucción de las Torres Gemelas y del Pentágono: hay miles de muertos. Ha comenzado un nuevo mundo. Asistimos no sólo a la globalización de la economía, sino a la aparición del terrorismo global. Los atentados son el detonante de una coyuntura que, en parte, había arrancado bastante antes. Lo hemos conocido empíricamente con posterioridad, pero antes del 11 de septiembre ya estaban plantadas las semillas de la primera recesión global del planeta, de la que sólo se salva China, una de las zonas menos globalizadas y, por lo tanto, con menor capacidad de contagio.

Estados Unidos pasaba en pocos meses de crecer por encima del 5% a entrar en recesión (dos trimestres seguidos de reducción de su economía). El último año antes de ceder la presidencia a George W. Bush, Bill Clinton declaraba ante el Congreso de su país: 'Tenemos la suerte de estar vivos en este momento de la historia. Es la primera vez que nuestra nación disfruta al mismo tiempo de tanta prosperidad y progreso social con tan pocas crisis internas y tan pocas amenazas exteriores. Nunca hemos tenido una oportunidad tan buena -y, por tanto, una obligación tan fuerte- de construir la Unión más perfecta que soñaron nuestros fundadores'.

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La ensoñación del líder demócrata se quebraba primero con la economía, y luego bajo el fuego del terrorismo. Japón iniciaba su cuarta recesión en una década y la Unión Europea, que aspiraba a ser la locomotora en el momento en que EE UU cambiase de ciclo, entraba en una fase de enfriamiento y de encefalograma económico plano. El efecto contagio de las crisis es tan grande en una economía globalizada que afecta casi de manera inmediata a los países emergentes, carentes de las entradas de los capitales que en situaciones comprometidas se refugian en las monedas más fuertes; y no digamos a los países menos avanzados, que jamás disfrutan de las ventajas de la globalización porque están ausentes de la misma. Desde entonces, todos los organismos internacionales públicos y privados han rebajado de manera constante las previsiones de crecimiento para este año que acaba y para 2002.

Es decir, la principal tendencia de la coyuntura estaba marcada antes del 11 de septiembre. Lo que sostenía hasta entonces la economía mundial era el consumo privado de los ciudadanos, ya que la inversión empresarial hacía varios trimestres que estaba parada. Los atentados terroristas afectan directamente al consumo por la incertidumbre que incuban.

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El terrorismo es una enfermedad del alma que genera miedo en los ciudadanos, que, psicológicamente, interrumpen sus hábitos normales de vida: gastan y viajan menos. La crisis política profundiza la recesión. En ese momento estamos.

Mientras tanto, ya se pueden establecer algunas ideas fuerza que marcan la evolución de los acontecimientos económicos:

1. Reaparición del Estado como asignador de los recursos escasos. La idea de que los mercados son el único mecanismo de regulación de la economía se quiebra en las crisis económicas, mucho más si éstas van acompañadas de complicaciones políticas. Vuelve la política. Emerge así una especie de keynesianismo contemporáneo compuesto de una mezcla de aumentos del gasto público y reducción de los impuestos. Esto ha sido mucho más manifiesto en EE UU, donde la pragmática Administración republicana ha aplicado más de un 1% de su PIB en gastos de reconstrucción y ayuda a las empresas en crisis, que en la ideologizada UE, constreñida por la existencia de un Pacto de Estabilidad y Crecimiento que defiende el equilibrio de las cuentas públicas como línea Maginot de su política económica.

Impedida la UE de aplicar una política presupuestaria expansiva para salir de la recesión, son los principales Gobiernos nacionales los que se saltan los límites del déficit cero. Tanto en EE UU como en Europa, la política monetaria ha acompañado, mediante reducciones de los tipos de interés, a la política presupuestaria.

2. Reducción del ritmo de la globalización. Cuando se padecen recesiones económicas, los agentes se hacen más conservadores y nacionalistas. Disminuye el comercio, los movimientos de capitales y las fusiones transfronterizas. Esto ha estado ocurriendo desde el pasado mes de septiembre. La historia demuestra (las dos guerras mundiales, la gran depresión, las crisis del petróleo) que, cuando se unen las tragedias políticas y las crisis económicas, las naciones tienden a aislarse y se reduce el grado de mundialización. En este sentido, la compra de USA Networks por parte de la multinacional francesa Vivendi es una buena noticia. Además, hay un intento de regulación de los paraísos fiscales como método de lucha contra la financiación de las actividades terroristas. Estados Unidos ha tenido que rectificar su tradicional laissez faire hacia las zonas opacas relacionadas con el blanqueo del dinero.

3. Disminución de los movimientos de personas. No solamente se viaja menos y las industrias del transporte aéreo y del turismo se tambalean, sino que el conflicto contra el terrorismo global hace que los viejos límites de los territorios nacionales recobren sus derechos. Aumentan los controles fronterizos y las medidas de seguridad contra los emigrantes. Si la globalización ya estaba desequilibrada -libre movimiento de capitales, creciente libertad de movimientos de mercancías y fuertes limitaciones a los movimientos de personas-, esta coyuntura puede aumentar ese desequilibrio. Los movimientos antiglobalización, que adquirieron un fuerte protagonismo antes del 11 de septiembre pasado, tienen delante tres labores centrales para recuperarlo.

En primer lugar, condenar la violencia y hacer suyas las palabras del sociólogo alemán Ulrich Beck: 'Ninguna causa, ningún dios, ninguna idea abstracta puede justificar los atentados terroristas'; segundo, hacer propuestas concretas para esa globalización alternativa que proponen a la luz de los nuevos acontecimientos; por último, no dar excusas para convertirse en el chivo expiatorio de ese nuevo macarthysmo que tiende a identificar al terrorista con todo aquel que intenta contextualizar las causas del terrorismo.

Léanse estas declaraciones del intelectual francés Jean François Revel: 'Los primates vociferadores y rompedores de los antiglobalización, desheredados del maoísmo, se echan en realidad contra EE UU, sinónimo de capitalismo, y esta obsesión conduce a una verdadera desresponsabilización del mundo'. Verdaderamente didáctico.

Reapertura de la Bolsa de Nueva York, una semana después de los atentados.EPA

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