GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

Definir 'victoria'

Clausewitz nos enseñó que en toda guerra, sea total o limitada, incluso en toda batalla, hay dos fines: uno estratégico o militar (zweck) y otro político (ziel). Se puede perder militarmente y ganar en términos políticos. Es lo que le ocurrió a Sadat en la guerra de Yom Kippur contra Israel en 1973, que supo convertir en victoria política una derrota en los frentes. Ya me referí a esa pregunta básica de ¿qué es ganar? cuando la guerra de Kosovo. Y entonces consideré que la victoria mayor política era acabar con el régimen de Milosevic. Esto ocurrió varios meses después de la vict...

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Clausewitz nos enseñó que en toda guerra, sea total o limitada, incluso en toda batalla, hay dos fines: uno estratégico o militar (zweck) y otro político (ziel). Se puede perder militarmente y ganar en términos políticos. Es lo que le ocurrió a Sadat en la guerra de Yom Kippur contra Israel en 1973, que supo convertir en victoria política una derrota en los frentes. Ya me referí a esa pregunta básica de ¿qué es ganar? cuando la guerra de Kosovo. Y entonces consideré que la victoria mayor política era acabar con el régimen de Milosevic. Esto ocurrió varios meses después de la victoria militar, producto de la presión política y de lo ocurrido en Kosovo. ¿Y ahora?

Se quiere presentar la lucha contra el terrorismo como un nuevo tipo de guerra, incluso como una nueva guerra fría con dos bandos. La guerra fría no sólo no fue propiamente una guerra -si acaso una recreación virtual permanente de la guerra posible y aterradora-, sino que la intención de los aliados occidentales nunca fue ganarla, sino frenar el avance del comunismo soviético, contenerlo. De ahí la doctrina del containment. A casi nadie, hasta que Gorbachov inició su andadura, se le ocurrió que la URSS podía perder la guerra fría, ni, menos aún, ganarla. Lo que pasó es que implosionó por dentro el sistema, víctima de sus contradicciones internas y globales.

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Incluso la coalición internacional que acompaña hoy a EE UU es muy distinta, con diversos grados de compromiso, desde el directamente de combate, no por casualidad de los anglosajones, a los que prestan información, territorio o simple apoyo verbal o diplomático. Este conflicto redefine la presidencia de Bush (el 43º presidente). Pero ¿redefinirá el mundo entero, para alumbrar un nuevo orden global, el que Bush padre (el 41º) anunció? ¿O, como señala Stanley Hoffmann, es ésa una 'interpretación engañosa de un horrible acontecimiento', el del 11 de septiembre?

En Afganistán el ataque aéreo tuvo que ser acelerado para demostrar una respuesta al 11 de septiembre. Seguirá, pero estaba claro desde el principio que era la manera de, con la supremacía del espacio aéreo, preparar la fase terrestre. En las próximas semanas, EE UU puede querer asegurarse algo más que una cabeza de puente, ganando Kandahar, otras ciudades o incluso Kabul antes de que empiece el Ramadán y lleguen las nieves. Cuanto más larga sea esta fase bélica afgana, peor para la propia campaña, y en el plano político pues más fisuras aparecerán en la coalición internacional. Sun Tzu recomendaba que 'en la guerra, haz que la victoria sea tu gran objetivo; no una campaña larga'.

Pero en Washington no se ponen de acuerdo sobre lo que ha de constituir una 'victoria'. El objetivo estratégico parecía claro: destruir las redes y medios de Al Qaeda y su apoyo logístico y político en Afganistán. El objetivo político es sustituir este régimen, aunque ya Powell ha dado a entender que en el futuro gobierno provisional en Afganistán entrarán también los talibanes moderados, una manera de tranquilizar a Pakistán frente al peso que ha ganado la Alianza del Norte en la tarea futura de hacer de Afganistán un Estado normal.

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¿Atrapar a Bin Laden? También, por supuesto, si es posible. ¿Es Bin Laden el centro de gravedad de la otra parte? ¿O ha ganado ya en términos políticos e icónicos aunque se le detenga o muera? Han pasado casi sin discusión las ofertas de los talibanes (o al menos de un sector) de entregar a Bin Laden, si es que está aún allí, a un país tercero para ser juzgado, a cambio de que paren los bombardeos. Bush no quiere entrar en este tipo de negociaciones, quizás por la experiencia de su padre. Pero si por ésta u otra razón el resultado de esta guerra, como ocurriera con la de Kuwait en 1991, es que cobre más fuerza ese uso político de la religión que es el fundamentalismo, en este caso islámico, y que aumente el odio y surjan otras redes y grupos terroristas, pírrica será tal victoria. La verdadera victoria consistiría en llegar a una situación que favorezca a los musulmanes moderados, lo que pasa por resolver el conflicto israelo-palestino.

Afganistán puede ser la primera fase de esa lucha larga que ya se ha empezado a librar con otros instrumentos contra los terrorismos: no sólo fuerzas armadas, que incluso pueden resultar contraproducentes, sino diplomacia, información, penetración, policía y control de la proliferación de armas de destrucción masiva o elementos para construirlas. ¿Es posible ganar? Es posible reducir las amenazas de estos terrorismos -pues son varios- y sus efectos; pero ganar, eliminarlos por completo, va a ser muy difícil. Probablemente EE UU, país joven, no está acostumbrado a convivir con esa lacra como esta Europa formada por países viejos. Los terroristas que organizaron el 11 de septiembre lo saben y por eso buscarán, antes o después, lanzar otro ataque en lo que Marc Danner ha llamado 'el campo de batalla en la mente americana'. Pero mala cosa sería que, para ganar la 'guerra contra el terrorismo global', en nombre de nuestras libertades y formas de vida, acabáramos nosotros mismos con esas libertades. Ésa sería una victoria del terrorismo.

Al cabo, la victoria debe llevar a un mundo más seguro y más libre. No lo será si no es más justo y tolerante. Pero eso ya no es ganar la guerra. Es construir la paz.

aortega@elpais.es

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