Reportaje:

Examen a la universidad, 20 años después

Los centros e investigadores se han duplicado desde la Ley de Reforma Universitaria, de 1983

Con la nueva Ley de Universidades (LU) en el horno del Congreso de los Diputados, ya nadie discute la necesidad de emprender una nueva reforma. Sin embargo, las críticas para justificarla están tapando muchos de los avances acontecidos en los últimos 20 años gracias en buena medida a la norma que ahora se deroga, la Ley de Reforma Universitaria (LRU), de 1983. En el repaso de los cambios, hay puntos blancos (como el avance de la investigación) y negros (como la pendiente evaluación de la calidad de la docencia y la insuficiente financiación), como señalan los expertos. Los datos son el mejor e...

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Con la nueva Ley de Universidades (LU) en el horno del Congreso de los Diputados, ya nadie discute la necesidad de emprender una nueva reforma. Sin embargo, las críticas para justificarla están tapando muchos de los avances acontecidos en los últimos 20 años gracias en buena medida a la norma que ahora se deroga, la Ley de Reforma Universitaria (LRU), de 1983. En el repaso de los cambios, hay puntos blancos (como el avance de la investigación) y negros (como la pendiente evaluación de la calidad de la docencia y la insuficiente financiación), como señalan los expertos. Los datos son el mejor espejo del cambio. Ésto es lo que reflejan:

- ALUMNOS. En el año 1980 había 649.080 estudiantes universitarios en España. Veinte años después, esta cantidad se ha multiplicado casi por 2,4. En el año 2000 había 1.547.331 alumnos y en el curso que se inicia estos días ya se empieza a apreciar la curva descendente por la bajada de la natalidad iniciada hace un par de décadas. La previsión es que se matriculen estos días 1.499.000 estudiantes. Según cálculos de algunos estudios, en los próximos ocho años el número de alumnos se reducirá en una tercera parte, es decir, habrá un millón, más o menos la cantidad que había en 1989.

- CENTROS. El número de universidades se duplicó entre los años 1980 y 2000. Se pasó de 33 a 68. Actualmente hay una más, la privada Francisco de Vitoria, que hasta ahora era un centro adscrito a la Complutense. Las universidades más modernas son más distintas entre sí que los antiguos. El mapa de titulaciones se ha cuidado más en los centros nuevos. Han podido realizar un proyecto global de campus, adaptado a la demanda y a las nuevas titulaciones. Las universidades antiguas habían ido creciendo sin un plan estratégico, intentando ajustar sus recursos a las nuevas necesidades.

En cuanto a los centros privados, con la LRU se introduce la posibilidad de crearlos. Antes existían cuatro, todos ellos vinculados a la Iglesia Católica: las universidades de Navarra, Deusto, Pontificia de Comillas y Pontificia de Salamanca.

- TITULACIONES. Un titular de EL PAÍS de junio de 1987 decía: 'Los futuros universitarios podrán elegir entre unos 150 títulos en vez de los 50 actuales'. Y achacaba este avance a la implantación de la reforma de la LRU. Este curso hay 160. Las titulaciones han tendido en estos años a la especialización y se han incorporado carreras relacionadas con los avances tecnológicos y científicos.

- DOCENTES E INVESTIGADORES. De finales de los años ochenta a finales de los noventa, el número de profesores se ha multiplicado por 1,7, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 1988 había 53.451 profesores universitarios y en 1997, 91.168.

Más impactante es el aumento de investigadores por cada 10.000 trabajadores en activo. Según datos de la OCDE, en 1981 había en España 14, mientras que en 1995 eran 30, y en 1997, llegaron a 33. Esto significa que se han mutiplicado, en ese periodo, por 2,4. El 57% de los investigadores están en las universidades y alrededor del 70% de la producción científica española procede de ellas.

- INVESTIGACIÓN. Los datos del INE reflejan un impresionante avance. Entre 1981 y 1998, el aumento de artículos científicos publicados ha pasado de 4.182 a 23.461, es decir, se ha multiplicado por 5,6, algo realmente espectacular, como dicen los expertos. Además, la productividad media por investigador en este mismo periodo ha pasado a ser el doble.

Este esfuerzo del personal investigador ha hecho que la producción científica española haya crecido un 3,6% respecto a la mundial (del 0,7% en 1981 ha pasado al 2,5% en 1998) y que España haya pasado de ocupar el puesto número 15 de la producción mundial en 1986 al 11 en 1997.

- FINANCIACIÓN. Con los datos de la OCDE en la mano, las cifras de producción en investigación y de aumento del número de alumnos en las universidades chocan con las de inversión. En 1985, el gasto (público y privado) en las universidades públicas españolas (en el que no están incluidas las ayudas al estudiante) suponía el 0,6% del PIB. En 1990, subió al 0,8%; en 1995, al 1,1%, y en 1998, seguía en el 1,1%.

En cuanto al gasto por alumno, en España era de 2.131 dólares en 1985 (siempre referido a la paridad del poder adquisitivo, por lo que los datos en dólares no son trasladables al cambio corriente). Se multiplicó por 2,3 en 1995 (4.944 dólares) y apenas aumentó hasta 1998 (5.038 dólares). Pero además, entre 1997 y 1998 bajó un 2,5%, mientras subia un 5,8% de media en los países de la UE, según recoge el informe Education at Glance 2001, que publica la OCDE. Éste señala que el gasto por alumno en 1997 era de 5.166 dólares, mientras que el año siguiente fue de 5.038. La media de la UE subió ese año de 7.935 dólares a 8.394.

¿Cómo es posible que haya avanzado tanto y se siga progresando en investigación en las universidades con los insuficientes recursos que reflejan las cifras? Hay varias explicaciones. Los que conocen la situación apuntan algunas, así como aspectos que no han funcionado.

'No ha hecho falta vender la investigación de las universidades españolas en otros países, se vendía y se vende sola', afirma el ex presidente de la Conferencia de Rectores Europeos Josep Maria Bricall, que fue rector de Barcelona en los años ochenta. En su opinión, el mayor avance con la reforma fue 'la creación de una mútua confianza entre la universidad y el resto de la sociedad, incluidos los propios académicos'. 'Pero quedan aún pendientes la formación continua (que no se incorporó a la LRU), la evaluación de la docencia y la financiación, que ha vivido un retroceso desde 1993. La competitividad y la rutina siguen mantienendo la alta producción', añade.

El catedrático José Antonio Martín Pereda, que era vicerrector en la Politécnica de Madrid en 1983, añade que 'sigue habiendo resultados al rebufo de la época anterior'. 'El gran avance ha sido el cambio de mentalidad: se ha impregnado la necesidad de la gente haga investigación, de que publique artículos. El problema actual en las carreras técnicas es que muchos prefieren salir al mercado antes que coger una beca de investigación. Son pocas y tienen una dotación escasa', explica.

Enseñanza de las lenguas

Joseba Arregui, que en 1983 era viceconsejero del Gobierno vasco y ha sido miembro del consejo social de la Universidad del País Vasco, recuerda que con la LRU 'se rompió con las estructuras catedralicias, donde todo estaba en manos de unos pocos catedráticos, se creó una organización más sólida, accedió a la universidad gente mejor preparada y se hizo posible el despegue de la investigación, aunque en detrimento de la docencia'. También señala que la LRU dio libertad a las comunidades autónomas y universidades para crear plazas de docentes que enseñaran sus lenguas propias. Arregui destaca que es necesario diferenciar en el sistema universitario la formación general de la de académicos e investigadores, y señala un aspecto propio del País Vasco: 'Ahora hay más miedo en las universidades del que había en aquella época'.

El catedrático de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad Pompeu Fabra y experto en la educación en la UE, Francesc Pedró, resalta el crecimiento cuantitativo y la mejora de las infraestructuras pero enumera algunos 'puntos negros': 'La falta de formación permanente de alto nivel para mayores de 25 años, los pocos alumnos que acaban la carrera en cuatro años, la reducida financiación en comparación con la media de la OCDE, la escasez de becas de cuantía suficiente para mantenerse un curso y la falta de la evaluación de la calidad de la docencia y de la adaptación de los titulaciones a los acuerdos europeos'.

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