Música sí, pero ruido no

Cuatro inspectores vigilan cada noche que los bares y las 'txosnas' cumplan la normativa acústica

Lo que llaman la guerra de los decibelios es historia. Los bares y txosnas ya no compiten entre sí para ver quién pone la música más alta y, de paso, atraer más clientela. Y hacer más caja, que es de lo que, a fin de cuentas, se trata. Las cosas han cambiado en los últimos dos años. Los hosteleros se han civilizado bastante, pero todavía queda quien intenta saltarse la normativa que pretende hacer compatible la juerga con la tranquilidad de quien quiere dormir y marca la frontera entre la música y el ruido.

Cada noche, mientras dura la Aste Nagusia, cuatro inspectores muni...

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Lo que llaman la guerra de los decibelios es historia. Los bares y txosnas ya no compiten entre sí para ver quién pone la música más alta y, de paso, atraer más clientela. Y hacer más caja, que es de lo que, a fin de cuentas, se trata. Las cosas han cambiado en los últimos dos años. Los hosteleros se han civilizado bastante, pero todavía queda quien intenta saltarse la normativa que pretende hacer compatible la juerga con la tranquilidad de quien quiere dormir y marca la frontera entre la música y el ruido.

Cada noche, mientras dura la Aste Nagusia, cuatro inspectores municipales de Medio Ambiente se echan a la calle sonómetro en mano. Con esa especie de mando a distancia que mide el volumen, y cargados de una paciencia infinita, salen a trabajar. Van de bares y txosnas, pero a controlar. 'Es un trabajo ciertamente desagradable', confiesa Javier Ríos, jefe del Negociado de Inspección de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Bilbao.

A las cinco de la madrugada hay que bajar el volumen y a las siete, silencio absoluto

Miércoles, poco después de mediodía. Ríos entra acompañado por otro funcionario y dos policías municipales de uniforme en una cafetería cercana a la ría. Van a precintar un equipo de música. En los archivos no consta que haya pedido el permiso necesario para tener uno suplementario con motivo de las fiestas ni para los dos altavoces, que más bien parecen para un concierto, que hay junto a las mesas donde unos señores se toman un café mañanero. Los partes de los inspectores nocturnos indican que el local saca sus baffles a la calle y que la música se solapa con la de la txosna que hay enfrente, que sí tiene permiso.

Ríos muestra su credencial de funcionario, pregunta al joven de la barra por el encargado y le comunica que el local se ha saltado la normativa de ruidos. Éste, alarmado, explica que es un mero empleado. Llama al responsable. Como tarda en llegar, Ríos y sus acompañantes colocan sobre la mesa de mezclas unas pegatinas que, en enormes letras rojas, dicen 'precintado' en euskera y castellano. El patrón no llega y Ríos y compañía tienen que visitar otros dos bares. Así que le comunica al camarero que ni se le ocurra volver a sacar los altavoces a la calle ni usar el equipo extra, y que le va a abrir un expediente por vulnerar la normativa de ruidos por el que se enfrenta a una multa de hasta medio millón de pesetas. No retiran los baffles, como hicieron en varios locales el año pasado, porque no están en la calle sino dentro.

La infracción cometida por los otros dos bares, ubicados cerca de los jardines de Albia, no es tan grave. Tal y como han indicado en sus informes los inspectores que se patean los locales desde las diez de la noche hasta bien entrada la mañana (en dos turnos), ambos locales han puesto a tope sus equipos de música (por encima de los 95 decibelios permitidos) varias noches.

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La norma es clara. A las cinco de la madrugada hay que bajar el volumen hasta los 80 decibelios, y a partir de las siete, silencio total.

Los responsables de uno y otro bar, a los que Ríos conoce desde hace años como a buena parte de los hosteleros de Bilbao, porque para eso lleva 18 años en el Ayuntamiento inspeccionando el nivel de ruido, se intentan justificar con argumentos similares. Las excusas van del 'no puede ser [que nos vaya a sancionar], no ponemos la música alta', al 'quizá está algo alta, pero menos que la de aquél'.

A ambos les advierte Ríos, ya por escrito, de que les puede incoar un expediente si vuelven a subir la música más allá de los límites. Se despide con un paternalista 'portaos bien, por favor'. Los tres hombres y la mujer que hacen las rondas de inspección nocturna ya les advirtieron la noche pasada y alguna más. Se acabó. Ríos se despide de los municipales tras haber visitado los tres bares que se han saltado la normativa, una cifra inaudita hace tres años. 'Entonces esto era barra libre, había quien llegaba hasta los 120 decibelios'.

Los bilbaínos menos juerguistas agradecen al actual equipo de gobierno municipal su empeño en defender la música pero luchando sin miramientos contra el ruido.

F. D.-A.

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