Juan Muñoz crea una metáfora sobre la esquizofrenia en la Tate Modern de Londres

El artista denuncia que 'en España hay un interés político por desprestigiar el arte'

Juan Muñoz (Madrid, 1953) no sólo se enfrenta a un espacio monumental y principal acceso al interior de la Tate Modern, sino también a las más de 15.000 personas que deambulan diariamente por la sala de turbinas. 'El éxito de audiencia de la Tate es mi enemigo. Prefiero crear piezas para un público reducido, porque el objeto pierde parte de su fascinación entre tanta gente. Se rompe la intimidad entre el objeto y el que lo observa', explicó ayer el artista en la presentación de Double bind a los medios de comunicación y, minutos antes, a la nueva ministra británica de Cultura, Tessa Jow...

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Juan Muñoz (Madrid, 1953) no sólo se enfrenta a un espacio monumental y principal acceso al interior de la Tate Modern, sino también a las más de 15.000 personas que deambulan diariamente por la sala de turbinas. 'El éxito de audiencia de la Tate es mi enemigo. Prefiero crear piezas para un público reducido, porque el objeto pierde parte de su fascinación entre tanta gente. Se rompe la intimidad entre el objeto y el que lo observa', explicó ayer el artista en la presentación de Double bind a los medios de comunicación y, minutos antes, a la nueva ministra británica de Cultura, Tessa Jowell.

El problema se resuelve dividiendo el espacio en dos superficies conectadas por un par de ascensores, que son además los únicos elementos en movimiento de la instalación. 'Esta dislocación de espacios', continúa el artista, 'implica que el espectador sólo puede ver la pieza en su complejidad y totalidad desde el ascensor'. Pero el visitante no puede acceder a los montacargas metálicos, porque, siguiendo una constante en su lenguaje artístico, una valla o balconada marca la distancia entre el objeto y el sujeto. En el camino tiende un suelo con formas geométricas, agujeros falsos y reales que dan pie a juegos ópticos desde diferentes puntos de vista. 'Éste es un espacio más virtual, parecido casi a los dibujos que se realizan en el ordenador', dice en referencia al piso superior.

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Muñoz estaba ayer orgulloso del magnífico aprobado que su nueva instalación está recibiendo de la élite internacional. Ha tomado prestado el título de una teoría sobre la esquizofrenia que trata de explicar la 'contradicción de crecer con complejos en un sistema de comunicación donde se dan dificultades a la hora de entenderse'. 'Plasmo imágenes y metáforas que no siempre consigo entender. Algunas sí, otras se me escapan. Estoy contento de colocar mi pieza en un punto intermedio de comprensión'.

Experiencia íntima

'El éxito más notable es haber conseguido que la experiencia de ver sea singular e íntima', defiende Nittve. Muñoz propone dos alternativas: la observación cinematográfica desde la valla del segundo piso y el truco del barroco en el espacio inferior. Barroco en cuanto que es necesario elevar la mirada para descubrir el mundo de espacios escondidos que ha construido en un entrepiso artificial entre ambas alturas. 'El barroco es algo muy español, un ardid para desplazar y elevar la obra del espacio inmediato. Aporta una carga espiritual, metafísica, dada mi admiración por De Chirico, en el sentido de que es una observación más contemplativa'.

Obligando a levantar la vista, Muñoz quiere devolver 'la confianza en la mirada y forzar al público a observar con mayor atención'. En recompensa, se descubre un mundo de figuras ensimismadas en su propia existencia y absortas, en ocasiones, en juegos a partir de posturas imposibles. Son los 'espacios escondidos de la sociedad' que, de acuerdo con Nicholas Serota, director general de la Tate Gallery, sirven al artista madrileño para meditar sobre las estructuras y funcionamiento del mundo. 'Ha transformado completamente el espacio y ha creado un mundo nuevo en la sala de turbinas. Es su mejor obra hasta la fecha', dice entusiasmado. 'Ha comprendido como nadie este espacio', añade su colega de la Tate Modern, 'y, aunque la identidad del autor es obvia, el resultado es imprevisible. Contiene todos los elementos de su lenguaje artístico -balconadas, figuras humanas, suelos, habitaciones- y nos ofrece una retrospectiva de su carrera'.

Es quizá natural que Muñoz resuma en la catedral londinense dos décadas de su carrera profesional. El próximo domingo, día 17, cumple 48 años, que celebra con una retrospectiva que viajará por Estados Unidos desde el otoño hasta la primavera de 2003. Para España guarda mínimas esperanzas, porque, dice, 'la capacidad de creación es grande, pero hay un interés institucional y político por abandonar y desprestigiar el arte'. 'En artes plásticas, existe un absoluto agujero negro. Las autoridades deberían dar respuesta al porqué de preservar intereses provincianos'.

Malestar

La presencia de Jowell en la Tate, en su primera jornada laboral como ministra de Cultura, azuzó el malestar del madrileño Muñoz sobre la gestión cultural del Gobierno español. Muñoz no anticipa la asistencia de personalidades de la política o instituciones españolas en la inauguración oficial, esta noche, como tampoco detectó a directores de museos y galerías nacionales del país entre sus homólogos internacionales que vieron la instalación en un encuentro privado hace pocas semanas. 'Los museos de primera línea necesitan estar dirigidos por grandes profesionales, no por individuos del partido. En el arte de vanguardia hay unos avanzados que observan las tendencias emergentes, los movimientos del futuro y, a su regreso, lo comunican a la comunidad. Como esta posición la ocupa gente mediocre en España, nos quedaremos atrás'.

Un aspecto de la instalación Double bind, de Juan Muñoz, en la Tate Modern de Londres.EPA
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