Reportaje:

El caso de la higuera pertinaz

Un cabrahígo lleva décadas asilvestrado sobre la Puerta de Toledo sin que nadie logre acabar con él

Está debilitada. Flaca. Y muy sola. Pero su apego a la vida le hace resistir los inviernos. Ahora, con la primavera, ha vuelto a fortalecerse. Crece otra vez y sigue en la brecha. Se encuentra a 25 metros de altura, en uno de los lugares más prominentes de la ciudad: la Puerta de Toledo. Se trata de una higuera. Más concretamente, de una higuera loca o cabrahígo. Su tronco es del tamaño de la muñeca del brazo de un varón adulto. Cuentan que lleva más de treinta años intentando sobrevivir en ese paraje, exactamente debajo del grupo escultórico que se encarama a la izquierda del pórtico y contra...

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Está debilitada. Flaca. Y muy sola. Pero su apego a la vida le hace resistir los inviernos. Ahora, con la primavera, ha vuelto a fortalecerse. Crece otra vez y sigue en la brecha. Se encuentra a 25 metros de altura, en uno de los lugares más prominentes de la ciudad: la Puerta de Toledo. Se trata de una higuera. Más concretamente, de una higuera loca o cabrahígo. Su tronco es del tamaño de la muñeca del brazo de un varón adulto. Cuentan que lleva más de treinta años intentando sobrevivir en ese paraje, exactamente debajo del grupo escultórico que se encarama a la izquierda del pórtico y contra el cual, en su crecimiento, embiste.

De ella habla José María de Miguel, catedrático de Petrología de la Escuela Técnica Superior de Minas de Madrid. 'Sobre su tronco han echado biocidas, cal viva, qué sé yo cuántas cosas para desarraigarla, pero ahí sigue, en medio de un pequeño espacio de arena', dice De Miguel, máxima autoridad petrológica de Madrid. 'Casi todos cuantos han actuado sobre la Puerta de Toledo, edificada en 1827, para limpiarla o restaurarla han intentado arrancar la higuera, sin éxito completo'.

Los bomberos han intentado en vano arrancar el árbol, que, al crecer, empuja al monumento
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Lo cierto es que desde la plaza no se distingue vestigio vegetal alguno sobre la piedra del gran pórtico meridional. Únicamente desde la azotea del cercano parque de bomberos número 3 se vislumbra una línea oscura entre la piedra granítica de la peana, que soporta el conjunto formado por cañones, escudos y yelmos en piedra caliza.

'Allí crece, entre los dos sillares que hay bajo ese conjunto de estatuas', señala Manuel Muñoz, de 58 años, bombero, hijo y nieto de bomberos, con 33 años de servicio. 'Cada dos o tres años, la Policía Municipal nos da un aviso para que suprimamos el peligro que su crecimiento crea', explica Muñoz. 'El caso es que esa higuera, de forma que parece milagrosa', comenta con una sonrisa, 'crece desde muy abajo, entre los intersticios de las dos grandes piedras labradas que forman la base de las esculturas. La fuerza que empuja su crecimiento es tan grande que inclina hasta unos cinco centímetros, aproximadamente, toda la plataforma escultural'.

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Muñoz ha intervenido un par de veces para atajar su embestida anual. 'No podemos suprimir la raíz. Incluso creo recordar que se han echado productos químicos contra ella, sin resultado', afirma este bombero. 'Lo que yo hice la última vez, hace unos tres años', comenta, 'fue subir hasta esa parte del pórtico con una gran escala [de un camión de bomberos]'. 'Una vez arriba, tratamos de introducir cuñas que nos permitieran adentrar la mano por la hendidura que forma y corta el tronco de la higuera', explica.

El pertinaz arbusto se ha convertido en ejemplo de las plantas que se asilvestran en lugares raros y edificios de Madrid. La higuera es un árbol de tronco corto, gruesas ramas tortuosas y hojas grandes. Sus flores adoptan la forma de un receptáculo redondo y hueco, llamado sicono, sobre el cual florece su fruto, entre el fin del verano y el otoño. A veces surgen en junio o julio los codiciados higos tempranos, que, suculentos y dulces, atraen a muchas aves.

Son quizá los tordos los principales comedores de tales semillas. Al hacerlo, mojan en ellas su pico, y, al limpiar éste sobre los altos de los monumentos de piedra, desde donde el tordo gusta de otear el horizonte, propagan esta especie vegetal con tendencia a asilvestrarse.

También, cuando los tordos u otras aves comedoras de higos defecan las semillas ingeridas, las depositan sobre esos altos monumentales, y la higuera florece. Amantes de terrenos silíceos o calizos, resistentes a la sequía y enemigos de la humedad, las higueras se asilvestran en raros parajes monumentales, ruinas de castillos, incluso fachadas de iglesias como la de San Jerónimo el Real, el monasterio de la Encarnación o las zonas prominentes de la Puerta de Alcalá.

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