Editorial:

Cerebros en fuga

La investigación científica no se presta a las actitudes igualitarias. El andamiaje científico y tecnológico de un país debe sustentarse sobre la excelencia -en la discriminación, al fin y al cabo- en cada uno de sus escalones, porque en ciencia lo que cuentan son los resultados, y si no se empieza por seleccionar los mejores profesionales, aquéllos no llegarán o serán mediocres. En España se ha tirado mucho dinero en los últimos 10 años, invertido en formar miles de investigadores, de los que muchos luego no pueden trabajar en su país porque el sistema público no les admite y el privado cree ...

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La investigación científica no se presta a las actitudes igualitarias. El andamiaje científico y tecnológico de un país debe sustentarse sobre la excelencia -en la discriminación, al fin y al cabo- en cada uno de sus escalones, porque en ciencia lo que cuentan son los resultados, y si no se empieza por seleccionar los mejores profesionales, aquéllos no llegarán o serán mediocres. En España se ha tirado mucho dinero en los últimos 10 años, invertido en formar miles de investigadores, de los que muchos luego no pueden trabajar en su país porque el sistema público no les admite y el privado cree que no les necesita. Se ha repetido así una nueva edición de la fuga de cerebros (no sólo al extranjero, también al exilio interior) de épocas anteriores.

Los indicadores señalan que en Estados Unidos hay 7,4 investigadores por cada 1.000 habitantes; en la Unión Europea, 5,1, y en España, sólo 3,7. Es decir, el sistema español es comparativamente raquítico, y la convergencia con Europa tampoco se produce en este terreno, a pesar del maquillaje de cifras y conceptos habitual en los Presupuestos Generales. En los últimos años no sólo no se han proporcionado a la ciencia española los medios para crecer y situarse en el nivel que le corresponde, sino que los vicios del sistema -endogamia, falta de flexibilidad, desinterés empresarial- se han acrecentado. Igual que hizo el PSOE en su última etapa, el Gobierno del Partido Popular ha estado prácticamente inactivo en los casi cinco años que lleva en el poder. El resultado es una situación que invita al pesimismo y que pide a gritos un compromiso político a largo plazo.

El Ministerio de Ciencia y Tecnología se comprometió el año pasado a poner en marcha a comienzos de 2001 un plan de choque para paliar el problema de la fuga de cerebros e intentar su recuperación. En teoría, 800 contratos de cinco años prorrogables otros cinco. La realidad es que todavía busca la fórmula para hacerlo -pese a que nuevas modalidades de contratación se contemplaban ya en el Plan Nacional de Investigación redactado en 1999-, porque no caben en el marco legal actual. Entretanto, los desencantados científicos españoles siguen esperando que alguien acabe por proporcionarles un horizonte digno, que evite que su profesión sea, como hasta ahora, una carrera de obstáculos.

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