Nueva catástrofe en el Canal

El 'Erika', un precedente demasiado cercano

Cualquier vertido, grave o no, en aguas francesas traerá inmediatamente el recuerdo del escalofrío que supuso, el 12 de diciembre de 1999, el derrame ocasionado por el naufragio y ruptura del casco del petrolero Erika, a 70 kilómetros de las costas de Bretaña.Casi 8.000 toneladas de fuel pesado se derramaron en unas aguas no precisamente calmas y en una línea costera particularmente escarpada. La marea negra, muy viscosa, se extendió inexorablemente en medio de vendavales que imposibilitaban las tareas de contención y control.

La catástrofe del Erika sembró la alarma econó...

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Maraña legal

Cualquier vertido, grave o no, en aguas francesas traerá inmediatamente el recuerdo del escalofrío que supuso, el 12 de diciembre de 1999, el derrame ocasionado por el naufragio y ruptura del casco del petrolero Erika, a 70 kilómetros de las costas de Bretaña.Casi 8.000 toneladas de fuel pesado se derramaron en unas aguas no precisamente calmas y en una línea costera particularmente escarpada. La marea negra, muy viscosa, se extendió inexorablemente en medio de vendavales que imposibilitaban las tareas de contención y control.

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La catástrofe del Erika sembró la alarma económica en todo el litoral atlántico francés, porque afectaba de lleno a los sectores pesquero y mariscador, y pintaba negros nubarrones sobre el futuro de la industria turística de la zona. Además las autoridades francesas tuvieron que reconocer que el fuel vertido era tóxico y potencialmente cancerígeno.

Asimismo, el derrame del Erika puso en jaque los sistemas de protección e hizo cuestionarse a los expertos la eficacia de las barreras de balizas y de los tubos de aspiración. Fue decisiva la labor de miles de personas de los servicios de protección civil y militar, cuyas brigadas limpiaron cada centímetro de playa contaminada. De hecho, 420 kilómetros de costa resultaron contaminados, y murieron unas 100.000 aves.

El Erika suscitó asimismo un gran debate sobre las responsabilidades de los vertidos. Como es práctica habitual en los siete mares, el petrolero era un laberinto legal a flote. Navegaba bajo pabellón de Malta, había pasado en Sicilia dos revisiones efectuadas por el Registro Italiano Navale (Rina), tenía un certificado de seguridad expedido en Bulgaria, el armador era la sociedad Tevere Shipping, propiedad de la familia napolitana Saverese, lo explotaba temporalmente la sociedad Selmont International con sede en Bahamas, la gestión del transporte corría a cargo de la empresa Amarship en Suiza, la contratación de la marinería la realizaba una sociedad india, y había sido fletado por el consorcio petrolero franco-belga TotalFina, que finalmente tuvo que cargar con unos gastos de 12.500 millones de pesetas para normalizar la situación. El capitán fue absuelto, tras demostrar que había advertido a sus superiores de que existían fisuras en el casco.El rescate del fuel que quedaba en los depósitos del petrolero fue titánico, y sólo culminó en agosto pasado, cuando un equipo de 18 buzos logró bombear 10.080 toneladas de combustible desde los 120 metros de profundidad.

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