35º FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN

El triunfo de la sensibilidad estática

En su segunda jornada, el más veterano de nuestros festivales de jazz ya tocó el cielo con un reconfortante llenazo en la plaza de la Trinidad, el éxito apoteósico de Diana Krall, un par de extraordinarios conciertos aderezando el plato principal y diversas actuaciones gratuitas completado la suculenta oferta.En la Trinidad, Diana Krall, con un acompañamiento más pobre que en visitas anteriores, volvió dejar claro que, si Clint Eastwood se fijó en ella para lanzarla desde su última película, no fue por pura casualidad. Sus estándares volvieron a hacer mella en el público, y su mirada perdida e...

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En su segunda jornada, el más veterano de nuestros festivales de jazz ya tocó el cielo con un reconfortante llenazo en la plaza de la Trinidad, el éxito apoteósico de Diana Krall, un par de extraordinarios conciertos aderezando el plato principal y diversas actuaciones gratuitas completado la suculenta oferta.En la Trinidad, Diana Krall, con un acompañamiento más pobre que en visitas anteriores, volvió dejar claro que, si Clint Eastwood se fijó en ella para lanzarla desde su última película, no fue por pura casualidad. Sus estándares volvieron a hacer mella en el público, y su mirada perdida en el infinito volvió a ejercer su poder de seducción total. San Sebastián -no podía ser diferente al resto del mundo- se rindió ante Diana Krall. Un derroche de sensibilidad.

Kenny Barron-John Hicks Duo, Vienna Art Orchestra, Diana Krall

Centro Kursaal y plaza de la Trinidad, San Sebastián. 22 de julio.

Precediendo a la cantante y pianista canadiense en la misma plaza de la Trinidad, se había programado a una de las orquestas europeas con más solera en la investigación jazzística, la Vienna Art Orchestra (o simplemente VAO). Centró toda su propuesta, un programa apto para todos los públicos, en la revisión de temas de Duke Ellington con una perspectiva algo gamberra, pero sin salirse nunca de la ortodoxia; es decir, nada que ver con la VAO de antaño. El público donostiarra disfrutó de lo lindo, aunque varios seguidores del grupo centroeuropeo (tampoco había muchos) salieron del concierto algo desconcertados.

Por la tarde, dos pianistas cercanos pero muy distintos, John Hicks y Kenny Barron, midieron sus fuerzas en la sala de cámara del Kursaal. No fue ni un enfrentamiento directo ni una obra minuciosamente acabada, más bien un diálogo entre colegas plagado de retazos del mejor jazz.

Ya de madrugada, el jazz siguió inundando la ciudad de San Sebastián; por una parte, en las terrazas del Kursaal continuaron programando gratuitamente música hasta la madrugada, y, por la otra, el pianista y director Uri Caine inició en solitario su tanda de seis conciertos distintos.

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