Bach y György Kurtág protagonizan este año las Academias Musicales de Saintes

Philippe Herreweghe defiende la dimensión humana del festival francés

Veintiséis conciertos componen la actual edición de las Academias Musicales de Saintes. En ellas cabe toda la historia de la música, desde la Escuela de Notre-Dame hasta compositores vivos. Uno de ellos, György Kurtág, es precisamente, junto a Bach, uno de los polos de la programación del año 2000. Las Academias surgieron como un lugar de peregrinaje francés de la música antigua y barroca en 1972. Ahora se interpretan también obras contemporáneas e incluso románticas, aunque, eso sí, con instrumentos originales. Herreweghe dirige el festival desde 1982.

Lo primero que llama la atención ...

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Veintiséis conciertos componen la actual edición de las Academias Musicales de Saintes. En ellas cabe toda la historia de la música, desde la Escuela de Notre-Dame hasta compositores vivos. Uno de ellos, György Kurtág, es precisamente, junto a Bach, uno de los polos de la programación del año 2000. Las Academias surgieron como un lugar de peregrinaje francés de la música antigua y barroca en 1972. Ahora se interpretan también obras contemporáneas e incluso románticas, aunque, eso sí, con instrumentos originales. Herreweghe dirige el festival desde 1982.

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Lo primero que llama la atención en Saintes es el ambiente de cordialidad, la tendencia a la conversación entre el público y los artistas. La abadía benedictina de las Damas, fundada en 1047, ocupada en su día por monjas procedentes en su mayor parte de la nobleza, sirve de marco a unos conciertos en los que no falta nunca la sonrisa. Sonríen los intérpretes, incluso los de música contemporánea, antes y después de sus actuaciones; sonríe el público. Es Saintes un festival de sonrisas. Los padres pueden dejar a los niños en un local habilitado como guardería enfrente de la abadía. Esto es un detalle que marca la diferencia respecto a otros festivales. Y un día, concretamente en esta edición el pasado martes, están invitados todos los jóvenes de 8 a 18 años, con lo que especialmente en el concierto de Fabio Biondi y la Joven Orquesta Atlántica con la última sinfonía de Haydn o en el concierto de clarinete de Mozart se registró la media de edad más baja imaginable en un concierto de música clásica no escolar.Las Academias juegan la baza del eclecticismo. Un día cualquiera, el miércoles, por ejemplo, hubo conciertos de mañana, tarde y noche. Por la mañana, cantatas de Bach, con Herreweghe y el Collegium Vocale de Gante. Las cantatas de Bach siempre se tocan aquí por la mañana. Es su hora ideal: para comenzar el día espiritualmente y para prepararse, también espiritualmente, para la comida. Los hoteles de la villa de Saintes -26.000 habitantes: limpia, agradable- no son gran cosa, pero las ancas de rana, las anguilas y los caracoles son algo muy serio; como el coñá, que justo se produce al lado. Herreweghe hizo una versión impoluta, vibrante, con uno de esos momentos para el recuerdo en el aria de la mezzosoprano de la BWV 64, Yo no reclamo nada del mundo, con un acompañamiento primoroso del oboísta Marcel Ponseele y un continuo sobrio y sutil llevado con mucho tacto por la contrabajista Myriam Shalinski. Nada, efectivamente, ante esto, se puede reclamar del mundo.

Por la tarde, fue el momento de la polifonía renacentista, con un programa alrededor del imperio de Carlos V puesto en música, con la afinada y empastada ejecución del Huelgas Ensemble, dirigido con una poética precisión matemática por Paul van Nevel, el único director del mundo que tiene aspecto de cocinero (dicho esto con todos los elogios). Cantaron en castellano lírico, qué bonito, Río de Sevilla, de comienzos del XVI, y emocionaron con el Agnus Dei de la Misa Paschallis, de Nicolas Gombert. Por la noche, la gran sorpresa del festival, según se comentaba en todos los corrillos: un trío canadiense, el Shawnigan, para flauta, violonchelo y piano, haciendo divertidas diabluras con obras de Ned Rorem (1960), George Crumb (1971), con toda una parafernalia de velas y antifaces, y para flauta sola (1976) del islandés Thorkell Sigurbjörnsson, que se permitió un homenaje a Brahms con un gran sentido del humor. La iglesia de la abadía no estaba llena en este concierto-rareza, pero los que estábamos nos fuimos tocados de las manos y las gargantas de tanto aplaudir y gritar bravos.

Ideas de programación: el jueves por la mañana Kurtág, para piano a cuatro manos o dos pianos, simultaneando sus pedagógicos Jatekók con Bartók (Mikrokosmos, claro) y Ligeti; Kurtág, de nuevo, el martes por la tarde (el día de los jóvenes), situando su Homenaje a R. Sch. (Robert Schumann) entre dos solos para violonchelo de Zimmermann y Emmanuel Nunes.

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