El banderillero Juan Pedro Alcantud, herido grave

La tarde empezó con el paso cambiado. Salía Juan Pedro Alcantud del embroque de banderillas y el primer toro de la tarde hacía por él. Del mal encuentro, el subalterno de la cuadrilla de Manuel Caballero tomaba el camino de la enfermería llevado en volandas por sus compañeros. Las primeras palabras que se escucharon en la puerta del quirófano se antojaban tranquilizadoras: "Un puntazo, no lleva más". Sin embargo, el tiempo transcurrido hasta la aparición del parte facultativo señalaba en sentido contrario. Sólo se supo una hora y media después, cuando la corrida había concluido. Las gotas se s...

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El Juli, emocionado

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La tarde empezó con el paso cambiado. Salía Juan Pedro Alcantud del embroque de banderillas y el primer toro de la tarde hacía por él. Del mal encuentro, el subalterno de la cuadrilla de Manuel Caballero tomaba el camino de la enfermería llevado en volandas por sus compañeros. Las primeras palabras que se escucharon en la puerta del quirófano se antojaban tranquilizadoras: "Un puntazo, no lleva más". Sin embargo, el tiempo transcurrido hasta la aparición del parte facultativo señalaba en sentido contrario. Sólo se supo una hora y media después, cuando la corrida había concluido. Las gotas se sangre que marcaban el camino por el cemento se convirtieron en el mejor y más siniestro indicio. En efecto, se trataba de una cornada, y grave.El asta del toro penetró por encima de la rodilla izquierda y se adentró 18 centímetros en el músculo vasto interno. Además, el herido presentaba un varetazo en el glúteo y una herida de tres centímetros en el cuero cabelludo. Juan Pedro Alcantud quedó ingresado en el hospital Virgen del Camino.

Del percance de Alcantud, poco o nada trascendió a los graderíos. Allí, las peñas, a lo suyo. Lo suyo era gritar ¡Ju-li! ¡Ju-li! con la pasión con que en ferias anteriores se dejaban la garganta con ¡Pep-pín! ¡Pe-pín!, por Pepín Liria. En realidad, readaptaban a la cuestión taurina un cante dedicado a un jugador de balonmano del equipo Portland. En tiempos de fiesta, todas las artes del bullicio valen. ¿Y cómo se oyen esos gritos desde la arena? "Con mucha emoción. Ha sido muy emocionante", contesta El Juli.Desde el primer segundo, la plaza se volcó con el joven diestro madrileño. "Creo que la plaza, ésta y cualquiera, siempre se entrega con el que demuestra ganas, entrega, ilusión y verdad. Todo eso creo que ha quedado claro", afirma, para, acto seguido, hacer un balance sumarial de la tarde. ¿Lo mejor? "La faena con la muleta a mi primer toro". ¿Lo peor? "La espada con ese mismo toro".

"Para hacerle las cosas bien a mi primero había que pisar sitios muy comprometidos. El toro no terminaba de entregarse y, en su lugar, tenía que hacerlo yo". Discurría la faena y... los problemas hicieron acto de presencia: "Lástima de espada". Autocalificación global: "Importante; una faena importante".

Y llegó el segundo y último del día: "La verdad es que el toro no ha aportado nada. Ha sido manso, incierto y con una embestida en ningún momento clara". Por el comentario, se diría que el día iba camino de perderse sin trofeos. Pues no, El Juli se quedó con una oreja en Pamplona. El primer premio que consigue de San Fermín.

Hoy vuelve frente a los toros de El Niño de la Capea. ¿Algún plan? "Sí, el mismo de todos los días: torear muy bien y muy despacio". No es mala idea. Terminó su debú en Pamplona y, cuando en su mano aún permanecía el tacto de la oreja, la ambulancia salía con Alcantud camino del hospital. Pues eso, empezó mal, acabó bien.

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