Reportaje:RETRATO ECONÓMICO

El incierto futuro del campo

Las cifras económicas invitan al optimismo. El sector agrario, que comprende la agricultura, la ganadería y el sector forestal, creció el año pasado un 16,9% en producción y un 17,3% en renta. Sin embargo, problemas ajenos a los resultados económicos empañan el futuro de este sector, tradicionalmente acostumbrado a ceder espacio y empleo a otros sectores más atractivos, como la industria o los servicios. Pero ahora la falta de relevo generacional empieza a ser preocupante. Así, al menos, lo ve EHNE, el principal sindicato agrario y ganadero vasco, que cuenta entre sus filas con más de 7.000 as...

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Cultivos alaveses

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Las cifras económicas invitan al optimismo. El sector agrario, que comprende la agricultura, la ganadería y el sector forestal, creció el año pasado un 16,9% en producción y un 17,3% en renta. Sin embargo, problemas ajenos a los resultados económicos empañan el futuro de este sector, tradicionalmente acostumbrado a ceder espacio y empleo a otros sectores más atractivos, como la industria o los servicios. Pero ahora la falta de relevo generacional empieza a ser preocupante. Así, al menos, lo ve EHNE, el principal sindicato agrario y ganadero vasco, que cuenta entre sus filas con más de 7.000 asociados.Ni el Gobierno vasco, ni los sindicatos agrarios saben cuantificar cuánto empleo produce este sector, porque la invisibilidad del baserritarra se ha convertido en costumbre. Aunque en la mayoría de las explotaciones, trabajan varias personas de la familia, sólo una suele estar afiliada a la Seguridad Social, lo que en el caso de las mujeres crea una inseguridad económica que EHNE ha denunciado insistentemente.

Ateniéndonos a las cifras oficiales, 8.400 personas se dedican exclusivamente a la agricultura y la ganadería en Euskadi, aunque es más real multiplicar esta cifra por tres para acercarse a la realidad, según fuentes sindicales. De lo que sí hay datos más fiables es de la incorporación de jóvenes a este sector.

En los últimos cinco años, tan sólo han entrado en la actividad agraria un centenar de jóvenes, lo que da una media por año de 15 nuevos baserritarras. Una cifra que el sindicato EHNE considera "alarmantemente baja". La situación es bien distinta en Navarra, donde en el mismo periodo se han incorporado al campo casi 1.400 jóvenes. "Los datos hablan por sí solos. Una política agraria que no invierte más en los jóvenes no está pensando en el futuro", critica Maite Aristegi, secretaria general de EHNE.

Esta central reprocha al Gobierno vasco las escasas aportaciones que destina a apoyar las nuevas explotaciones agrarias. El Ejecutivo de Vitoria destinará hasta el año 2006 un total de 293 millones de pesetas (1,7 millones de euros), el 0,8% del total de ayudas públicas estructurales, a subvencionar la incorporación de entre 180 y 230 jóvenes al sector. Los objetivos del Gobierno de Navarra, adonde mira insistentemente el sindicato agrario, son más ambiciosos y destinará cerca de 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros), el 5,6% de su presupuesto, a atraer 1.000 jóvenes a la actividad agrícola y ganadera.

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Desde el Departamento de Agricultura del Gobierno vasco, se señala que "se ha hecho todo lo posible por que los jóvenes se incorporen, pero no siempre se consigue", y se invita a los sindicatos a hacer "un poco de autocrítica, porque su mensaje es siempre demasiado negativo y esta imagen no se corresponde con los resultados económicos".

El escaso relevo generacional es uno de los problemas del campo que enfrenta a baserritarras y al Departamento de Agricultura. A esta falta de sintonía contribuye también la sensación que se tiene desde EHNE de que no se hace suficiente por reconocer y apoyar el trabajo del campo. También se esconde la política agraria común de la Unión Europea, que ha revolucionado los esquemas tradicionales del campo y que, en opinión de los sindicatos, "permite que el 20% de los agricultores, que son los que tienen grandes explotaciones, se lleven el 80% de las ayudas". Un reparto equitativo de las subvenciones, precios dignos y otra política agraria son las tres reivindicaciones principales de los baserritarras.

También reclaman que se impulse la cotitularidad de las explotaciones agrarias "para que las mujeres que trabajan en el campo puedan beneficiarse económicamente de ello", y que se convoquen elecciones sindicales en el sector agrario, una potestad que tiene el Ejecutivo de Vitoria.

Pero fuera de polémicas, el campo vasco tiene sus diferencias territoriales. Mientras Vizcaya y Guipúzcoa ofrecen un perfil similar, con predominio de ganadería, horticultura y forestal, Álava presenta cultivos específicos como el cereal, la remolacha, la patata y, por supuesto, el vitivinícola. Este hecho provoca que el campo alavés tenga su propio sincicato, UAGA, aunque éste está integrado en EHNE.

En Alava hay unas 3.000 explotaciones agrarias y el mismo número de afiliados a la Seguridad Social agraria. Vino, patata, remolacha y cereal son los cultivos estrella de las 144.000 hectáreas de superficie agraria. Frente a los excelentes resultados que está teniendo el subsector vitivinícola, la cosecha de patata este año ha sido "desastrosa" y no se ha llegado a rentabilizar los costes de producción. El hecho de que la patata sea uno de los pocos cultivos que no está regulado por Bruselas agrava la situación. Para compensar la falta de una Organización Común de Mercado (OCM), el sindicato UAGA consiguió hace años crear un fondo de compensación, al que aportan dinero la Administración vasca y los propios agricultores para garantizar, al menos, unos ingresos mínimos en los años duros. El ridículo precio que ha alcanzado este año la patata, 8,46 pesetas por kilo, frente a las 15 pesetas por kilo del precio de referencia, el mínimo para rentabilizar los costes, ha obligado por primera vez a los cosechadores de patata a utilizar el dinero del fondo de compensación.

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