Editorial:

Antes de Fleming

El mal uso de los antibióticos -su prescripción masiva y la automedicación en los países ricos, su insuficiencia en los pobres- puede dar al traste con el avance revolucionario que supuso para la salud de la humanidad, a partir de los años cuarenta, la producción masiva de la penicilina, descubierta por Fleming en 1928. El informe anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las enfermedades infecciosas en el mundo no puede ser más alarmante: si no se toman medidas urgentes, muchas enfermedades que han sido fácilmente tratables en los últimos decenios por obra de los antibióticos v...

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El mal uso de los antibióticos -su prescripción masiva y la automedicación en los países ricos, su insuficiencia en los pobres- puede dar al traste con el avance revolucionario que supuso para la salud de la humanidad, a partir de los años cuarenta, la producción masiva de la penicilina, descubierta por Fleming en 1928. El informe anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las enfermedades infecciosas en el mundo no puede ser más alarmante: si no se toman medidas urgentes, muchas enfermedades que han sido fácilmente tratables en los últimos decenios por obra de los antibióticos volverán a ser incurables en pocos años.En los países pobres, la primera y primordial medida es que dispongan de suficientes antibióticos para que los tratamientos sean completos. No concluirlos, como sucede por falta de recursos, provoca que la enfermedad se haga más resistente, lo que encarece su tratamiento posterior y causa, en el peor de los casos, una infinidad de muertes evitables. La ayuda exterior es vital para ellos, pero también para los países ricos. Las bacterias patógenas no entienden de fronteras ni de leyes de inmigración y pueden extenderse en cuestión de horas de la mano del turismo y de los flujos migratorios.

En las naciones desarrolladas, el problema radica en el abuso de los antibióticos y en su adición a los piensos del ganado que se destina a la cadena alimentaria humana. España, dentro de los países de la Unión Europea, se lleva la palma en estas prácticas, hasta el punto de haberse convertido en exportadora de algunas cepas de bacterias resistentes de fabricación propia. La automedicación con antibióticos es irresponsablemente alentada por su venta sin receta en muchas farmacias. Y es manifiesta la tendencia desaforada de muchos médicos a prescribir antibióticos por cualquier dolencia. No es casual que el gasto farmacéutico en la sanidad pública siga desbocado y que los antibióticos supongan una parte nada despreciable de ese gasto. Pero lo más preocupante es que, de no poner coto al uso irresponsable o negligente de los antibióticos, el mundo puede volver, como alerta la OMS, a una situación sanitaria muy semejante a la era anterior a Fleming.

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