Crítica:FERIA DE SAN ISIDRO

Maldito viento

Todos salimos de la plaza echando sapos y culebras contra el viento. Un viento que sopló durante casi toda la tarde y que, a veces, adquirió caracteres de vendaval. Volaban hojas de periódico y programas de mano por los graderíos, giraban en revoltijo los papelillos que las cuadrillas habían salpicado por el ruedo, aleteaban los capotes golpeando las piernas de los toreros y revoloteaban las muletas enroscándose en los tobillos de los espadas. Maldito viento.Una vez más, los elementos se cargaban una corrida. El pasado 1 de junio fue el aguacero el que nos estropeó el festejo y ayer fue casi u...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Todos salimos de la plaza echando sapos y culebras contra el viento. Un viento que sopló durante casi toda la tarde y que, a veces, adquirió caracteres de vendaval. Volaban hojas de periódico y programas de mano por los graderíos, giraban en revoltijo los papelillos que las cuadrillas habían salpicado por el ruedo, aleteaban los capotes golpeando las piernas de los toreros y revoloteaban las muletas enroscándose en los tobillos de los espadas. Maldito viento.Una vez más, los elementos se cargaban una corrida. El pasado 1 de junio fue el aguacero el que nos estropeó el festejo y ayer fue casi un huracán el encargado de que algunos toros se fueran sin torear.

No pudimos ver de manera completa el juego de los toros de Victorino y fue una lástima porque los seis, excelentemente presentados, habrían dado más espectáculo si los diestros los hubieran podido torear a gusto. Por culpa del maldito viento el juego de las reses en la muleta quedó prácticamente inédito y sólo lo pasamos bien con el comportamiento de los astados en la suerte de varas, que ha sido muy variado. Gracias a que Manuel Caballero le dio una lidia adecuada y lo puso en suerte como ordenan los cánones, el público se entusiasmó con el primer tercio de Mísero II, el toro que hizo quinto. Tras haber aceptado dos puyazos con entrega, todavía recibió un tercero, al que se arrancó de largo, después de meditárselo un rato. A la espectacularidad de la suerte contribuyó El Turuta, que movió muy bien el caballo, tiró con soltura el palo y clavó en el morrillo.

Victorino / Mora, Caballero, Moreno

Toros de Victorino Martín, muy bien presentados, encastados y de juego variado. 1º, codicioso; 4º, con problemas. El resto, flojos y nobles.

Juan Mora: pinchazo y media muy baja, falla el puntillero y dobla el toro (pitos); media trasera, rueda de peones y descabello (aplausos y saludos).

Manuel Caballero: estocada trasera y tendida (ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada tendida (algunas palmas).

José Luis Moreno: estocada, falla el puntillero y dobla el toro (silencio); media estocada, rueda de peones y descabello (aplausos y saludos).

La infanta Elena presenció el festejo desde la barrera del tendido 1. Plaza de Las Ventas. 9 de junio. 30ª y última corrida de abono. Lleno.

Más información

El toro no estuvo después, en la muleta, a la misma altura que con el caballo. Anduvo muy justito de fuerza, embistió con poco gas y fue a morir a tablas. Para entonces se había calmado un tanto el viento y Manuel Caballero lo tomó muy en corto y construyó una faena más bien vulgarcita, con la mayoría de los pases destemplados y en rebuño. Al final del trasteo, el toro le achuchó, señal evidente de que allí había habido poco mando por parte del torero.

Otro toro que se comportó de forma espectacular con el caballo fue el segundo, que derribó con aparato y después se fue derecho a por el piquero. José Antonio Carretero, con un oportunísimo quite, le salvó de un percance. También le tocó en suerte a Caballero y el de Albacete, muy molestado por el viento, le hizo una entonada faena, que si de algo pecó fue de encimista. Metía muy bien la cara el burel, al que no vimos al completo porque el maldito viento lo impidió.

El más perjudicado por el vendaval fue Juan Mora. Tuvo que matar, además, los toros más complicados. El primero, que era muy encastado, se hizo el amo y llevó por amargos senderos al torero de Plasencia quien, perdido el control de la muleta por culpa de viento, no lo pudo torear. Los problemas del toro cuarto se unieron a la lucha de Juan Mora con el vendaval. Tenía sentido el animal y acosaba al torero, que unas veces le quitaba demasiado pronto de la cara el engaño y otras le conseguía dar, con enorme mérito, muletazos con mando y recorrido. Aquí sí estuvo Mora aseado y sabiendo hacer las cosas.

Cuando José Luis Moreno se disponía a iniciar la faena al tercero, se presentó el huracán en el ruedo. Nadie habría tenido derecho a exigir heroicidades al cordobés mientras, frente al tendido 6 y cerca de los tableros, para resguardarse del azote del viento, trataba de pasar de muleta a su enemigo. La faena fue imposible.

Se pudo desquitar con el que cerró la corrida. Para entonces ya se había ido el viento con la puesta de sol y aquel último toro de la tarde y de la feria era dulce, bondadoso y muy flojito. Estas condiciones favorables permitieron a Moreno hacerle una faena muy compuesta, posiblemente con exceso de encimismo y de innecesario arrimón, pero en la que hubo algún natural de buen trazo. Si el toro hubiera tenido algo más de fuerza, el resultado habría sido otro, porque José Luis andaba con mucho ánimo, su oponente metía bien la cara y el torero se encontraba tranquilo y se había acoplado. Había entrado José Luis a última hora en el cartel y una vez el viento y otra la escasa fuerza del toro le escamotearon su buscado triunfo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En