El gran momento de Almodóvar

Almodóvar y 'American beauty' triunfan en los Oscar

Los premios de la 72ª edición resultaron ser los más progresistas que se han concedido en los últimos años

Con el triunfo de American beauty y de Todo sobre mi madre en la 72ª edición de los Oscar, Hollywood demostró que también es cool, la palabra estadounidense que equivale a guay, moderno, enrollado. Por osadas e irreverentes, ninguna de esas dos películas hubiera ganado hace apenas tres o cuatro años. Incluyendo también galardones a la defensa del aborto de The cider house rules (Las normas de la casa de la sidra) y de la tolerancia sexual de Boys don't cry, los de la madrugada de ayer fueron los Oscar más progres en muchísimo tiempo. Para el cine español supusieron un tercer triunfo histórico,...

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Con el triunfo de American beauty y de Todo sobre mi madre en la 72ª edición de los Oscar, Hollywood demostró que también es cool, la palabra estadounidense que equivale a guay, moderno, enrollado. Por osadas e irreverentes, ninguna de esas dos películas hubiera ganado hace apenas tres o cuatro años. Incluyendo también galardones a la defensa del aborto de The cider house rules (Las normas de la casa de la sidra) y de la tolerancia sexual de Boys don't cry, los de la madrugada de ayer fueron los Oscar más progres en muchísimo tiempo. Para el cine español supusieron un tercer triunfo histórico, y para Almodóvar, la consagración mundial de una brillante carrera. Cuando a "los seis años de la mañana en España", según el error cometido en inglés por Almodóvar, Penélope Cruz abrió el sobre y gritó "¡Pedro!", se confirmaron las previsiones de que Todo sobre mi madre conseguiría el tercer Oscar español a la mejor película en lengua no inglesa, tras los de Volver a empezar, de José Luis Garci, y Belle époque, de Fernando Trueba.Almodóvar subió al escenario del Shrine Auditorium, dijo "Esto es para España" y agradeció su mediación a una letanía de vírgenes y santos. Fue una escena puramente almodovariana. Los nervios del gran momento para el que llevaba meses preparándose vencieron al cineasta manchego, al que el siempre muy profesional Antonio Banderas tuvo que arrastrar fuera del escenario. Y el público, que con una gran ovación había confirmado su simpatía por la decisión de la Academia, no entendió nada de lo que dijo en inglés Almodóvar. Billy Cristal, el presentador de la gala, lo subrayó chistosamente, al afirmar que el español había convertido al italiano Roberto Benigni en "un profesor de inglés".

Diez años después de la decepción con Mujeres al borde de un ataque de nervios, Pedro Almodóvar tocó el cielo de Hollywood. Todo sobre mi madre cumplió todos los pronósticos y obtuvo en la madrugada del lunes el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Penélope Cruz y Antonio Banderas le entregaron la estatuilla dorada, que Almodóvar recogió entre aturdido y feliz, antes de dedicar el premio, con chuleta y en un inglés benigniano, a numerosos parientes y santos de su Calzada de Calatrava natal. Todo ocurrió en una noche muy progresista para los usos de Hollywood. La mejor prueba, American beauty, que se impuso en cinco categorías, entre ellas mejor película, mejor director, mejor guión y mejor actor.
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Pero, bueno, lo importante es que en Hollywood se descorchó el champán preparado para la consagración de Almodóvar. La Meca del cine tenía ganas de premiar al cineasta español y este año era el ideal. Como buena parte de las clases medias norteamericanas y occidentales, las gentes que mandan en Hollywood han resucitado ese espíritu que hace unas décadas se llamaba hip, y ahora, cool. ¿Y qué es eso? Pues no ser casposo, sino divertido, tolerante, rebelde, joven de edad o de espíritu.

En la madrugada de ayer ganó American beauty porque es una película en la que un cuarentón, en búsqueda de la eterna juventud, deja el trabajo, vuelve a fumar marihuana y flirtea con una amiga de su hija. O sea, es muy cool. Y puesto Hollywood a pensar en películas extranjeras, ¿cuál es más cool que las de Almodóvar, con monjas con sida y padres que son travestis? Se cumplió el sondeo de The Wall Street Journal. Los premios estuvieron muy repartidos, pero American beauty, el agridulce retrato de la vida en los suburbios de las clases medias norteamericanas, se llevó cinco oscars: mejor película, mejor director (Sam Mendes), mejor actor (Kevin Spacey), mejor cinematografía (Conrad Hall) y mejor guión original (Alan Ball). Otro producto inequívocamente cool, The Matrix, fue el segundo cosechador en cantidad de estatuillas, con cuatro para su sonido, montaje y efectos especiales.

Uno de los chistes más reídos de Billy Cristal fue cuando dijo saber lo que estaba pensando Jack Nicholson: "Yo todavía soy el más cool en la sala". Estaba claro que Hollywood deseaba presentar su rostro más iconoclasta. Robin Williams cantó Blame Canada y le fue rendido un homenaje a Warren Beatty, tan célebre por sus proezas sexuales como por su militancia en causas liberales. Su esposa, Annette Bening, no ganó el Oscar a la mejor interpretación ni tampoco rompió aguas en el Shrine Auditorium, pero fue una de las reinas de la velada.

Diversidad

Cuando recibió la estatutilla al mejor guión adaptado por Las normas de la casa de la sidra, el escritor John Irving agradeció a la Academia su valentía "al premiar una película sobre el aborto". Es difícil que ese filme, por el que el veterano Michael Caine se llevó la estatuilla al mejor actor secundario, hubiera triunfado en los casposos tiempos de Ronald Reagan. "Sueño con el día en que no sólo aceptemos nuestras diferencias, sino celebremos nuestra diversidad", dijo Hilary Swank al recoger el Oscar a la mejor interpretación femenina por Boys don't cry. Swank dedicó su premio a la persona real en la que se inspira su papel: Teena Brandon, una joven que vivió en Nebraska como un hombre antes de ser brutalmente asesinada en 1993. Fue una de las grandes declaraciones de la velada.

La primera ceremonia de entrega de Oscar del siglo XXI, o la última del siglo XX, confirmó el renacimiento en EE UU del espíritu de los sesenta en una versión baja en calorías. Se inscribió en otros signos del fenómeno como la popularidad de Bill Clinton pese a sus aventuras sexuales en el Despacho Oval, o la simpatía con que fue acogida la revuelta de ecologistas y anarquistas contra la Organización Mundial de Comercio. O, por volver al mundo del espectáculo, el hecho de que Carlos Santana ganara el mes pasado un montón de grammys y su música se escuche por todo el país. Para rematar la faena, a los oscars les faltó galardonar a Buena Vista Social Club, el documental cubano de Win Wenders. Almodóvar arregló la cosa. Los sones cubanos dominaron la fiesta que celebró en una sala de Beverly Hills la gran victoria del cineasta español. También hubo toque flamenco y fue cosa digna de ver que tanta gente de tiros largos bailara en la madrugada californiana "De Granada a Casablanca, entre ritmo y fantasía, un gitano canta a mi Andalucía". ¿Hay algo más cool?

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