Tribuna:RAÍCES

Traducciones y traiciones

Hojeando libros de Historia puede encontrarse el nombre de los monarcas cordobeses llamados Alháquem (uso la transcripción de Julián Ribera) escritos de varias formas: Al Haken, Al Hakam, Alhaken, Alhacán... Lo mismo sucede con los de Abderramanes, Abadíes, Ziríes... o con el de cientos de poetas y científicos andalusíes o sefardíes; el hecho no es de hoy; viene tan de lejos que, durante siglos, se llegó a pensar que el sefardí malagueño Avicebrón, también llamado Ben Gabirol, eran dos personas distintas que nada tenían que ver entre sí.En el pasado no afectó este marasmo sólo a los nombres se...

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Hojeando libros de Historia puede encontrarse el nombre de los monarcas cordobeses llamados Alháquem (uso la transcripción de Julián Ribera) escritos de varias formas: Al Haken, Al Hakam, Alhaken, Alhacán... Lo mismo sucede con los de Abderramanes, Abadíes, Ziríes... o con el de cientos de poetas y científicos andalusíes o sefardíes; el hecho no es de hoy; viene tan de lejos que, durante siglos, se llegó a pensar que el sefardí malagueño Avicebrón, también llamado Ben Gabirol, eran dos personas distintas que nada tenían que ver entre sí.En el pasado no afectó este marasmo sólo a los nombres semíticos; también los Alfonso fueron alguna vez Aldefonso y otras Aldephonso pero, aunque haya quedado la versión Ildefonso, aquí la disciplina lingüística actuó tajantemente y cerró en una sola norma palabras de dispar procedencia: godas, francas, italianas... Excepcionalmente sucedió con Averroes, latinizado gracias a los estudios sobre el filósofo en Francia e Italia y, quizás, sobre todo a que Dante lo salvó del infierno en la Divina Comedia.

Al no prosperar su intento de crear una toponimia basada en repeticiones de lugares de Castilla, añadiéndoles el adjetivo "Nuevo - Nueva" o convirtiéndolos en diminutivos, Alfonso X el Sabio hubo de poner el empeño en buscar puentes que favorecieran la asimilación: así Furnash Fuluch acabó siendo Fornachuelos u Hornachuelos, en la provincia de Córdoba, Al Cornil, El Coronil, en Sevilla, y a la población surgida en torno a un castillo de Alhaquén, se la llamó Torre Alhaquime.

Esta política continuó en la colonización de las Canarias y de América, donde el dios Huitzilopotl era Huichilobos para Hernán Cortés (que también llamaba "mezquitas" a los templos aztecas) y Guatetepetl acabó siendo Guadalupe. Sin embargo, el proceso de homogeneización no llegó a más y, tampoco se puso ninguna regla para la adaptación de lo que fuera llegando con posterioridad.

Así se instaló el caos en las transcripciones y traducciones, ya que se importaron del inglés o del francés muchas palabras semíticas olvidando que tenían su correspondiente en castellano. Los italianos tienen ese refrán que dice traduttore, traditore, porque muchas veces el traductor traiciona al autor traducido.

En España esa traición habría que alargarla a las versiones o translaciones de la grafía árabe o hebrea a la latina, donde la influencia foránea llega a alturas insospechadas: por ejemplo, esa "hanna" o "henna" (con la h anglicana), tinte y fortalecedora de cabelleras, usada masivamente desde hace unos años, siempre había sido aquí la alheña. Cómo se usaba asimismo en pintura para el aderezo de mocitas y novias, y era un componente de los filtros amorosos, en nuestros pueblos se dice todavía de alguien que ha perdido el sentido por una mujer, que lo han "aliñado", o sea alheñado.

Un galicismo que suelen dispensar con mucha frecuencia nuestros arabistas jóvenes y no tan jóvenes, e incluso pulidos novelistas, al hablar de las escuelas coránicas es el de "medersa" sin caer en la cuenta de que la palabra castellana es "madraza", como consta en cualquier guía turística de Granada, que todas traerán así escrito y debidamente señalizado, el "Palacio de la Madraza", o antiguo ayuntamiento, frente a la Capilla Real.

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Por poner sólo otros casos generalizadísimos, en muchas publicaciones los nombres de familias, lugares y monumentos, como Alauí o Alauita, Tetuán, o la torre de la Kutubía, aparecen escritos Alaouí, Alaouita, Tetouan y Koutubía simplemente porque así se escriben en francés donde el sonido u es representado por los signos ou.

Estos meandros y malandares en el paso de una lengua a otra son consecuencia de la debilidad española en estudios semíticos, que durante muchas décadas tuvieron que salvar los obstáculos y zancadillas de gente empeñada en poner entre paréntesis los ocho siglos arábigo-medievales de media península Ibérica. La labor desarrollada por figuras tan relevantes como Gayangos, Julián Ribera y Asín Palacios (que lo castellanizó casi todo) se perdió en parte tras ellos y no sé por qué.

El caso es que el Tetuán que fundaran las mesnadas del Zagal (castellanización de Al Zagüer), vencido por su sobrino Boabdil (en fonética arábiga, Abu Abd-alá), se ha convertido en Tetouan en la lengua escrita de ediciones nuestras. El castellano, que sigue siendo lengua oficial en el norte de Marruecos gracias a patriotas marroquíes con apellido de ascendencia granadina, como Mohamed Torres, pierde de esta manera un poco más de espacio en el continente africano y nosotros, puntos de conexión que, a veces, nos hacen mucha falta. Hasta aquí podrían llegar lecciones para prevenir Ejidos.

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