Un hombre armado acribilla a los clientes de dos restaurantes en Pensilvania

Un hombre armado con un fusil disparó ayer contra los clientes y empleados de un restaurante McDonalds y luego de un Burger King de Wilkinsburg (Pensilvania), se encerró luego con varios rehenes en un edificio cercano y terminó rindiéndose a la policía. Dos de las cinco personas alcanzadas por los disparos fallecieron horas después y las otras tres estaban anoche en estado muy crítico.El asaltante, un afroamericano llamado Ronald Taylor, de 39 años, comenzó su enloquecida peripecia solicitando por teléfono un servicio de reparación para su apartamento. Cuando se presentó el trabajador, le disp...

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Un hombre armado con un fusil disparó ayer contra los clientes y empleados de un restaurante McDonalds y luego de un Burger King de Wilkinsburg (Pensilvania), se encerró luego con varios rehenes en un edificio cercano y terminó rindiéndose a la policía. Dos de las cinco personas alcanzadas por los disparos fallecieron horas después y las otras tres estaban anoche en estado muy crítico.El asaltante, un afroamericano llamado Ronald Taylor, de 39 años, comenzó su enloquecida peripecia solicitando por teléfono un servicio de reparación para su apartamento. Cuando se presentó el trabajador, le disparó en el cuello y, a continuación, prendió fuego a su apartamento. De ahí fue a un McDonalds, donde disparó contra los clientes y empleados, hiriendo a tres personas. Pasó a continuación a un cercano Burger King, hiriendo a otra persona.

Cuando comenzaron a llegar al lugar numerosos efectivos de las fuerzas policiales especiales SWAT, el asaltante se refugió con varios rehenes en una oficina próxima. "Me queda una bala y estoy dispuesto a usarla", dijo. Las escenas de una caza policial al tirador enloquecido volvieron a ocupar las pantallas de los televisores de Estados Unidos.

La policía, con armas largas, chalecos antibalas y perros, describía al tirador como "armado y extremadamente peligroso". Pero, tras dos horas de negociaciones, Taylor terminó liberando a los rehenes y rindiéndose.

Incidentes tan graves de violencia armada indiscriminada no se producían en EEUU desde el pasado otoño. El 3 de noviembre, Seattle, la metrópolis del Estado noroccidental de Washington, fue escenario de un tiroteo en un embarcadero que se cobró una vida e hirió a tres personas. El día anterior, un empleado de la empresa de focotocopiadoras Xerox había abierto fuego contra sus compañeros de trabajo en la sede de Honululú (Hawai), matando a siete personas. El tirador fue detenido e identificado como Bryan Uyesugi, de 40 años, tan entusiasta de las armas de fuego que tenía 17 de ellas en su casa.

Ni estos sucesos ni los que tienen como protagonistas a niños y adolescentes y como escenarios centros escolares han conseguido que el Congreso de EEUU apruebe las modestas medidas de control de armamentos propuestas por Bill Clinton.

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