Reportaje:

Dormir mal multiplica el riesgo de accidente Uno de cada tres siniestros de tráfico está relacionado con la somnolencia en la conducción

Dormir poco o mal multiplica al menos por dos el riesgo de sufrir un accidente de tráfico. Si la falta de sueño es por una enfermedad, como la apnea del sueño, el riesgo de accidente puede llegar a ser entre 4 y 11 veces mayor, y trabajar de noche o cambiar continuamente de turno, multiplica el riesgo por seis. A estos datos, recogidos en un estudio reciente de la American Automobile Association (AAA) de EE UU, hay que añadir otros factores de riesgo, como el consumo de fármacos o alcohol. Esta falta de sueño o su escasa calidad ocasiona un creciente porcentaje de personas con fatiga o somnole...

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Dormir poco o mal multiplica al menos por dos el riesgo de sufrir un accidente de tráfico. Si la falta de sueño es por una enfermedad, como la apnea del sueño, el riesgo de accidente puede llegar a ser entre 4 y 11 veces mayor, y trabajar de noche o cambiar continuamente de turno, multiplica el riesgo por seis. A estos datos, recogidos en un estudio reciente de la American Automobile Association (AAA) de EE UU, hay que añadir otros factores de riesgo, como el consumo de fármacos o alcohol. Esta falta de sueño o su escasa calidad ocasiona un creciente porcentaje de personas con fatiga o somnolencia diurna. Y ambos factores están involucrados en la mayor parte de los países occidentales, incluida España, en uno de cada tres accidentes de tráfico.

El modelo teórico que explica cómo debe conducirse un automóvil parece bien definido. Concentración, cierto grado de tensión, ausencia de estímulos externos que distraigan la atención y un tono físico adecuado, dibujan el perfil idóneo del conductor y remiten el riesgo potencial de accidente a fallos mecánicos o a la acción de terceros. Sin embargo, las estadísticas cuentan que el factor humano interviene en casi el 90% de los accidentes y, según consta en los archivos de la Dirección General de Tráfico, un tercio de los mismos son atribuibles a "conducción distraída".A pesar de que no todas las distracciones se deben a cansancio o somnolencia, se estima que ambos factores condicionan negativamente la respuesta de los conductores en al menos un 30% de los accidentes con víctimas. En España, esto representa más de 30.000 accidentes por año.

La somnolencia o la fatiga, sin embargo, no suelen considerarse como causa directa de los accidentes, sino como un factor condicionante. En opinión de Juan Carlos González Luque, epidemiólogo y asesor médico en la Dirección General de Tráfico (DGT), sólo entre un 5% y un 7% de las colisiones son debidas directamente al sueño. En el resto de los casos es su asociación con otros factores de riesgo lo que eleva la posibilidad de que se produzca un accidente.

Pese a ello, y según un estudio elaborado por el hospital San Pedro de Alcántara, en Cáceres, un 4% de la población general de conductores españoles presenta el rasgo de somnolencia habitual al volante (se quedan somnolientos al menos una de cada tres veces que conducen). Y los que presentan este rasgo de forma esporádica (alguna vez durante el último año) oscilan entre un 30% y un 60%. Esta horquilla abrazaría en España a entre cinco y nueve millones de conductores, si se tiene en cuenta que el parque móvil español se situaba en 1998 en los 16 millones de turismos.

Información insuficiente

De las cifras cabe deducir, indica Antoni Plasencia, director del Instituto Municipal de la Salud del Ayuntamiento de Barcelona, la importancia de la somnolencia como factor de riesgo. Pero los datos, matiza, "deben tomarse con precaución". "La información que se obtiene en España de forma rutinaria es insuficiente para evaluar con precisión el riesgo potencial", indica. "Los conocimientos adquiridos", añade, "surgen de estudios empíricos realizados en determinadas poblaciones de riesgo" cuya extrapolación a la población general no siempre es correcta.

Para ello, dice Plasencia, sería necesario efectuar estudios de carácter prospectivo y no retrospectivo, como se ha venido haciendo hasta ahora. En accidentes con víctimas mortales, aduce, "es imposible comprobar si el conductor estaba somnoliento o dormido". Incluso en el caso de que no haya heridos, las víctimas se muestran reacias a facilitar este dato.

En España, explica González Luque, salvo en el caso del estudio de Cáceres, elaborado a partir de 3.000 encuestas telefónicas, no existen aproximaciones de este tipo. Y apenas las hay en otros países. Una de las pocas existentes es la elaborada por la AAA, en la que se comparan las características de los accidentados somnolientos o fatigados con las de conductores que no han sufrido ningún accidente y con un tercer grupo de accidentados sin somnolencia.

Los resultados del estudio son concluyentes: el trabajo y el patrón de sueño condicionan de forma clara el riesgo de accidente. Trabajar de noche o en horarios poco acordes al ciclo circadiano, se indica, reducen la cantidad y la calidad del sueño diario. Asimismo, más de la mitad de los conductores somnolientos que sufrieron un accidente admitieron haber dormido un máximo de seis horas la noche anterior al mismo.

En estas condiciones, el conductor presenta una progresiva pérdida de atención que le lleva a cometer errores en la conducción y, en última instancia, a dormirse frente al volante. La ingestión de alcohol, aunque sea moderada, junto con determinados fármacos, como algunos antidepresivos o antihistamínicos, acentúan la somnolencia.

Una carencia crónica

La sociedad occidental padece una "deprivación crónica" de horas de sueño, según Stanley Coren, profesor de Psicología en la Universidad de British Columbia (Estados Unidos) y uno de los autores más citados en relación a patologías del sueño.

Esta opinión, compartida por un número cada vez mayor de expertos, surge de estudios en los que periódicamente se alerta de que el número de horas que dormimos tiende a menguar.

En Estados Unidos, el 32% de la población adulta reconoce haber dormido seis o menos horas diarias y el 64% duerme por debajo de las ocho horas.

Dos tercios de la población adulta reconocen la existencia de algun problema que altera la calidad del sueño, y al menos uno de cada 13 adultos admite haber sido diagnosticado de alguna alteración.

Entre el 50% y el 60% de los conductores norteamericanos, afirma haber conducido con somnolencia en alguna ocasión.

En Europa, la situación no es muy distinta. De acuerdo con el macroestudio Omnibus, desarrollado bajo el auspicio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Italia, Francia, Alemania, Reino Unido y España, el 34% de la población estudiada refiere problemas o alteraciones del sueño que se rigen bajo los patrones del insomnio.

Buena parte de ellos, el 40%, tiene dificultades para dormir cada noche, y un 41%, varias veces a la semana. Para la mayoría de ellos, un 78%, los problemas suelen presentarse por un periodo superior al año.

En opinión de Eduard Estivill, coordinador de la parte española del estudio y responsable de la Unidad del Sueño del Instituto Dexeus de Barcelona, los datos sobre insomnio en Europa vienen a confirmar que, "además de dormir poco, se duerme mal".

La suma de alcohol, narcolepsia (ingestión de fármacos), apnea y un estilo de vida que altera el ritmo circadiano natural, contribuyen, afirma, a que una proporción cada vez mayor de personas tengan pérdidas de concentración o de memoria, se muestren más irritables y cansados, y somnolientos durante el día.

En muchos de ellos, sugiere, es posible detectar "microsueños", pequeños episodios de sueño casi imperceptibles, que pueden llegar a ser determinantes mientras se conduce.

El peligro de conducir con el síndrome de apnea obstructiva

El síndrome de apnea obstructiva del sueño es el trastorno que mejor se ha correlacionado con el riesgo de padecer un accidente de tráfico. Esta enfermedad, que se caracteriza por interrupciones involuntarias de la respiración mientras se duerme y que provoca ronquidos y movimientos bruscos de extremidades o del cuerpo entero, además de somnolencia diurna, afecta en España a cerca del 4% de la población, según estima la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). O lo que es lo mismo, a casi millón y medio de españoles. De ellos, unos 600.000 son conductores habituales.

Esta elevada frecuencia, junto con el hecho de que se trata de una enfermedad escasamente diagnosticada, ha motivado en los últimos años la publicación de diversos estudios en los que se trata de cuantificar el riesgo de accidente entre los conductores con apnea. Uno de ellos, elaborado conjuntamente entre los hospitales Marqués de Valdecilla de Santander y General Yagüe de Burgos, y publicado en el New England Journal of Medicine, concluye que el riesgo de accidente es entre cuatro y seis veces mayor entre los apneicos que entre conductores sanos. Tomar cantidades moderadas de alcohol, como una cerveza o un vaso de vino en la comida, incrementa ese riesgo por 11 entre los conductores que sufren de apnea. El estudio, elaborado con 102 casos de accidente, revela que una cuarta parte de los accidentados padecen apnea.

Un segundo estudio, del Hospital Son Dureta de Palma de Mallorca y aun no publicado, aporta en sus resultados preliminares datos de riesgo equivalentes. La investigación se centra en las personas diagnosticadas de apnea y se evalúa su riesgo de accidente. Los primeros resultados multiplican por tres el riesgo con respecto a personas sanas y ponen de evidencia que el tratamiento de la apnea reduce la posibilidad de accidente a los niveles de una persona sana.

Pese a lo que indican las cifras, explica Antonio Jiménez, codirector de la Unidad del Sueño del hospital santanderino, la relación entre apnea, somnolencia y accidentabilidad no es "estadísticamente significativa". La razón, apunta, podría ser que las personas diagnosticadas de apnea "toman precauciones", lo que reduce el riesgo de accidente. Por otra parte, sugiere que entre los conductores no diagnosticados, la somnolencia diurna "probablemente no sea el síntoma más evidente", sino una merma en sus niveles de alerta y concentración.

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