Jeanne Moreau desempolva sus secretos de gran señora del cine en la Berlinale

La actriz francesa recibió ayer un homenaje en el festival, que le dedica una retrospectiva

ENVIADO ESPECIALTal y como se mostró ayer en el marco de la Berlinale, Jeanne Moreau, a sus 72 años, no transmite la fragilidad de sus personajes en el cine. Más bien pisa fuerte, con la vitalidad de quien todavía va a seguir dando mucha guerra. "La falta de valentía la dejo para las mujeres que he tenido que interpretar, porque, de verdad, para lo que se necesita coraje es para la vida", aseguró ayer en Berlín este personaje clave de la cultura europea, que ayer recibió un homenaje y el Oso de Oro por toda su carrera en la capital alemana.

Moreau, con el pelo corto, unas mechas que le ...

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ENVIADO ESPECIALTal y como se mostró ayer en el marco de la Berlinale, Jeanne Moreau, a sus 72 años, no transmite la fragilidad de sus personajes en el cine. Más bien pisa fuerte, con la vitalidad de quien todavía va a seguir dando mucha guerra. "La falta de valentía la dejo para las mujeres que he tenido que interpretar, porque, de verdad, para lo que se necesita coraje es para la vida", aseguró ayer en Berlín este personaje clave de la cultura europea, que ayer recibió un homenaje y el Oso de Oro por toda su carrera en la capital alemana.

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Moreau, con el pelo corto, unas mechas que le han oscurecido su legendaria melena rubia, gafas de pasta azul, traje gris y algún brillante, demostró a las estrellitas americanas que iluminan este festival cómo se puede llegar a ser una gran señora del cine. Su currículo quita la respiración y ella deja entrever con su voz un tanto cazallera, de cantante de jazz, y con su dominio de, al menos, tres idiomas -respondió en inglés, francés e italiano-, que lleva mucha vida encima de sus tacones. Estila ganas de vivir y de seguir aprendiendo. "Cuando veo mis películas, observo a una mujer joven que me recuerda lo que he sido y que me ayuda a darme cuenta de que, después de todo, no me ha ido nada mal. Si tuviera que elegir un momento de mi vida me quedaría con el de ahora. Y si tuviera que escoger algún tiempo de mi carrera, sería todo", dijo. Es algo que no extraña después de haber sido musa de Jean Renoir, Orson Welles, Luis Buñuel, Louis Malle, Antonioni, Truffaut, Joseph Losey, Reiner W. Fassbinder o Roger Corman, a muchos de los cuales dedicó palabras ayer. "Con la distancia del tiempo aprecio más el talento de los directores", dijo.Sus directores

Echa de menos algunos de los que ha dejado en el camino. Como el director Roger Vadim, con quien rodó Las amistades peligrosas, muerto ayer, y con cuyo recuerdo comenzó la actriz francesa la rueda de prensa multitudinaria que ofreció ayer en la Berlinale: "Le envío mi amor, rezo por él, fue uno de los directores con los que mejor he trabajado, le llevo en mi corazón", aseguró. Pero no fue el único para el que tuvo palabras. También esta mujer de hierro y estilo propio dedicó comentarios en el mes de su centenario a Buñuel, con quien hizo Diario de una camarera, que se exhibirá en Berlín: "Buñuel no sólo fue importante en mi carrera, lo fue en mi vida", dijo. "Una vez le dije que me gustaría que hubiese sido mi padre y él me respondió: 'Oh, no, eso habría sido horrible porque te habría cerrado en un armario para que nadie pudiera verte ni robarte'".

También habló de Orson Welles, con quien trabajó en El proceso, o En campanadas a medianoche. "Era un hombre poderoso y frágil al mismo tiempo, muy autodestructivo. Yo le estoy muy agradecida porque cuando le conté que me gustaría dirigir películas, fue el único que me ayudó". La dirección es algo que Moreau no se ha quitado de la cabeza después de haber probado suerte en dos filmes, Lumière, en 1975, y La adolescente, en 1978. Ayer anunció otro proyecto. "Voy a dirigir un guión que Jean Renoir escribió para mí en 1971 con Juliette Binoche de protagonista. Empezaremos el próximo otoño", aseguró.

La actriz, cuyo rostro ha sido inmortalizado gracias a Malle en Ascensor hacia el cadalso y en Los amantes, a Antonioni en La noche, a Fassbinder en Querelle o a Truffaut, en Jules et Jim, dejó patente su faceta de agitadora y comentó: "Desde los cinco años tengo conciencia de que era distinta y rebelde". Unas condiciones que tampoco le impiden echar piropos al cine americano. "Los europeos deberíamos aprender y perfeccionar nuestra manera de contar historias", afirmó. "Las películas americanas se ven tanto por su enorme poder mágico. La promoción es importante y el dinero también, pero a nadie le ponen una pistola en la cabeza para comprar una entrada y el público elige libremente esas películas. Las ven y les gustan. Debemos buscar esa magia".

Contaba esto con la misma pasión y la misma naturalidad con la que esta mujer ha mezclado en su vida cine y teatro. "Las dos cosas han sido complementarias en mi cabeza. Es mezclar el frío con el calor. El teatro es contacto directo con el público, pero yo también adoro el cine porque es una mirada única que te conecta con un instante fugaz de la vida que queda plasmado y durante el cual nos hemos olvidado de que el mundo existe", aseguró.

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