En la islita

Rafael Sánchez Ferlosio vino ayer a Barcelona a presentar su nuevo libro, El alma y la vergüenza (Ediciones Destino): un conjunto de artículos y ensayos, nunca nacidos, según sus palabras, por el imperativo de "las cajas vacías" de los periódicos (columnas a rellenar), "sino por la naturaleza determinada de las diversas cosas que han suscitado el interés del autor". Vino no sin condiciones, al decir cordial de su editor. La mesa debía ser una, ovalada, y de un restaurante determinado; le habrían de rodear periodistas, algunos amigos y la agente Carmen Balcells, y la presentación habría de disc...

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Rafael Sánchez Ferlosio vino ayer a Barcelona a presentar su nuevo libro, El alma y la vergüenza (Ediciones Destino): un conjunto de artículos y ensayos, nunca nacidos, según sus palabras, por el imperativo de "las cajas vacías" de los periódicos (columnas a rellenar), "sino por la naturaleza determinada de las diversas cosas que han suscitado el interés del autor". Vino no sin condiciones, al decir cordial de su editor. La mesa debía ser una, ovalada, y de un restaurante determinado; le habrían de rodear periodistas, algunos amigos y la agente Carmen Balcells, y la presentación habría de discurrir más próxima a la tertulia que a la formalidad propagandística. Todo se cumplió. Un grupo de periodistas, Balcells y, entre los amigos, Ferran Lobo, Javier Fernández de Castro, Tomás Pollán, Félix de Azúa y Manuel Vázquez Montalbán. En la mesa ovalada.Cuando Andreu Teixidor, el editor, dio por acabadas sus palabras introductorias se hizo un silencio pavoroso. Los comensales habrían dado seguramente el alma por Ferlosio, pero por de pronto no pasaban de la vergüenza. El asunto empeoró cuando Teixidor se dirigió a Azúa, con la envenenada amabilidad de citar unas letras recientes suyas donde calificaba a Ferlosio de "escritor para adultos". "Azúa podría hacer de maestro de ceremonias", decía el editor. Azúa se excusó, encendió un purito a todas luces prematuro, respiró fuerte y se sobrepuso: "Vamos a ver, Rafael, hay escritores que pasan del ensayo a la novela y tú, en cambio, has hecho el camino contrario y...". Vázquez Montalbán resumía, bajito, el ambiente reinante: "Joder, parece que venir a preguntarle a Ferlosio sea como presentarse al examen de Estado". Y fuese porque lo pasó hace años empezó a preguntarle sobre su erudición y la mirada particular desde la que construye sus ensayos. Ferlosio se quitó importancia, como estuvo haciendo durante toda la comida: "Yo soy un gran ignorante. Lo que pasa es que procuro documentarme. Mis ensayos no son precisamente mares de sabiduría. A lo sumo, islitas". "Miente", replicó Vázquez, "estuve en su casa mientras preparaba un artículo sobre el tren de alta velocidad. Su mesa de trabajo parecía la biblioteca del Congreso". "Bueno", admitió el otro, "es que tuve que leer informes de Renfe muy voluminosos". El acuerdo entre los dos fue, sin embargo, total cuando la conversación -muy ovalada todo el tiempo- derivó hacia el liberalismo. "Ellos quieren hacernos creer que no existe el delincuente social, que todo es fruto de la responsabilidad individual: nunca tuvo más razón Marx que cuando habló de la sobredeterminación económica de las conductas individuales".

El estilo, el muy entretenido estilo de Ferlosio, ocupó también su lugar entre las preguntas. No se reconoció anacrónico, sino irremisiblemente hipotáctico: "Anacronismos no uso. Bueno, sólo uso maguer , y si la uso es porque me gusta, pero tampoco abuso, no vayan a pensarse que tengo interés en rescatarla, o cosa por el estilo". En cuanto a su preferencia hipotáctica (gusto por la subordinación en la construcción de las frases), y a pesar del tema, tampoco quiso extenderse: "Yo utilizo el periodo largo porque le va bien a lo que digo y a lo que pienso, a mis ramificaciones y a mis tangentes". En cualquier caso, no volverá a la gramática. Su estudio le ocupó 20 años, hasta principios de la década de los setenta, como dijo ayer y como explica en uno de los artículos más interesantes -inédito, además- de su libro. "No volveré al estudio de la gramática por respeto a mi salud y porque no quiero que me pase lo que a Salvá , que acabó soñando con especies y géneros, medio loco".

Los cafés trajeron preguntas, que son ya clásicos en la ferlosía: que cuándo acabará el maestro, y si la acabará, su saga sobre las guerras barcioleas; que cómo está el ensayo contra el deporte, y otras. Carmen Balcells, que aseguró que Ferlosio tiene mucho, mucho material inédito, le dijo que su editor está dispuesto a plegarse al ritmo de publicación que fije: es decir, que si quiere un libro cada semana, un libro que sea una simple nota -nunca simple-, así podrá hacerse. El escritor sonrió con modestia y agradecimiento.

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