Crítica:DANZA - "FLAMENCOS DEL ALTOZANO"

Lorca como inspiración

Compañía andaluza de danza Flamencos del Altozano: Manolo Marín / Francisco Arriaga; Romeras: José Antonio / popular; Fandango y verdial: Javier Barón / M. Campallo, P. Iglesias y J. C. Romero; Vals patético: José Antonio / Leonard Cohen y Lito Vitale (voz de Enrique Morente); Malunó: J. Antonio / Chano Domínguez; El perro andaluz. Bulerías: María Pagés / Peter Gabriel, Bola de Nieve, Carmen Linares y otros. Teatro Albéniz, Madrid. 12 de enero.El segundo programa de la compañía titular de Andalucía es un buen ejemplo del buen momento técnico y artístico que atraviesa. El flamenco, tal como...

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Compañía andaluza de danza Flamencos del Altozano: Manolo Marín / Francisco Arriaga; Romeras: José Antonio / popular; Fandango y verdial: Javier Barón / M. Campallo, P. Iglesias y J. C. Romero; Vals patético: José Antonio / Leonard Cohen y Lito Vitale (voz de Enrique Morente); Malunó: J. Antonio / Chano Domínguez; El perro andaluz. Bulerías: María Pagés / Peter Gabriel, Bola de Nieve, Carmen Linares y otros. Teatro Albéniz, Madrid. 12 de enero.El segundo programa de la compañía titular de Andalucía es un buen ejemplo del buen momento técnico y artístico que atraviesa. El flamenco, tal como bien lo entiende su director, es y debe ser en su vertiente escénica un todo teatral, y así lo hace: amplio sentido de lo coreográfico, gusto refinado por los arranques más vernáculos, destaques de tradición junto a movimientos y geometrías actuales. El conjunto luce bien vestido y mejor iluminado, con notable cohesión en los bailes de grupo. Las Romeras de José Antonio se recuerdan en la versión que hacían antaño él mismo y Candy Román. Los muchachos de hoy no hacen lo mismo y Juan Paredes no contribuye a esa atmósfera refinada que pide la obra, sino todo lo contrario.

Vals patético es una hermosa obra inspirada en García Lorca y el pequeño vals vienés, que se resiente de las dimensiones del escenario. Su concepto casi operístico pide otra distancia del venerable. Así y todo, su dramatismo, a veces extremo, roza con dignidad los límites de intensidad, y el vestuario de Jesús del Pozo responde eficazmente a las intenciones del coreógrafo. En Malunó, José Antonio volvió a escena con dominio y soltura, con su giro, prestancia y sentido musical intactos. Para el final, la creación de María Pagés, complejo trabajo surrealizante a su manera y ahora más compacto que en otras ocasiones, con un hábil y sensible uso de ritmos ajenos al flamenco (tango, vals, rock), pero que ella mete en vereda con gracia y toques personales. El público respondió con aplausos.

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